El lugar social de la mujer viene atravesando grandes transformaciones en nuestra cultura occidental, especialmente desde la época victoriana en que Freud inventó el psicoanálisis para tratar la histeria y los efectos de la represión sexual. Estos cambios que se vienen produciendo promueven nuevas preguntas acerca del género femenino.
Qué es ser mujer?, se preguntan frecuentemente en mis consultas las mujeres que ya no padecen necesariamente de histeria ni sufren de represión sexual pero que sienten escindida o en algunos casos mutilada su identidad femenina. Es complicado hoy, por ejemplo, definir a la mujer en función de la diferencia con los hombres, ya que no es solo una cuestión anatómica la que está en juego, sino también del orden de lo cultural, lo social, lo económico y lo político. Es evidente que cada vez son más las mujeres que acceden a espacios reservados con exclusividad a los hombres. Entonces, definirnos por la diferencia, implica poner en cuestionamiento todo aquello que circula en el imaginario cultural y que calificaría a la mujer en tanto debiera estar excluida de lo que concierne solo al varón. Por otra parte, podríamos categorizar a la mujer por lo que la identifica con otras mujeres, Qué es lo que nos caracterizaría como tal? Podríamos decir que nuestro cuerpo nos identifica, sin embargo, también el cuerpo femenino se encuentra atravesado por el imaginario colectivo cuando el cuerpo de la anoréxica habla del sufrimiento de someterse a un modelo, o bien cuando el parámetro de belleza actual en el que deberíamos reflejarnos tendría que ser esculpido por las manos de un cirujano, moldeando curvas perfectas, estirando nuestra piel con la promesa de la eterna juventud.
Cuál es entonces la esencia de ser mujer?
Estas cuestiones me recuerdan a uno de mis mejores profesores de filosofía de la época en que estudiaba psicología en la universidad, cuyo método socrático nos convocaba a pensar evitando cualquier tipo de slogan que obture el trabajo de pensamiento. En un examen pregunta a un alumno: cuál es la esencia de la paloma? y el alumno contesta: que vuela. El profesor toma su libreta de notas y la arroja por el aire, diciendo que su libreta volaba y sin embargo, no era una paloma. Obviamente, los exámenes con él eran un verdadero ejercicio de aprendizaje interactivo, donde las preguntas tan complejas tenían que ser tratadas desde diferentes puntos de vista. Esta anécdota grafica la zona de ambigüedad en que se encuentra la subjetividad de la mujer hoy en este proceso de transformación histórica donde por momentos parece perderse la esencia de lo femenino.
Tal parece que en la actualidad, lo femenino tampoco podría asociarse necesariamente a la maternidad, ya que las estadísticas hablan de un aumento en los últimos años del número de mujeres que son “solteras por elección”, es decir, eligen vivir solas, y del retraso cada vez más significativo de la edad de la mujer para acceder a la maternidad. Este hecho es producto de otras de las preguntas que resuenan a menudo en las paredes de nuestro consultorio cuando tratamos con mujeres: Por qué tengo que tener deseos de tener hijos? No sería mejor que lo deseara y no que sienta que para sentirme mujer tengo que tener hijos? Qué desean de mi? Y yo, que deseo como mujer? Cómo compatibilizar los diferentes roles que jugamos cotidianamente? Puedo dedicar tiempo a mi pareja, si tengo que invertir mi tiempo en mi profesión? Que valor tiene ser madre si cuando digo que tengo un hijo, se reducen mis posibilidades de conseguir trabajo? En la empresa donde trabajo ascendí cuando dije que nunca pensaba tener hijos, dejé de actuar como una mujer y empecé a imitar a los hombres, es que tenemos que elegir entre casarnos, tener hijos o entrar en el mundo del trabajo? Una suerte de multifuncionalidad para ejercer como profesional o empresaria, novia, amante o esposa, ama de casa y madre a la vez, trae aparejado una serie de dificultades en la armonización de todas las áreas que abarcamos. Puedo ser empresaria, atender a mi hijo y ser buena esposa?
Parece que el desafío actual para algunas mujeres es sostenerse en los diversos roles al costo de un alto nivel de exigencia y finalmente de frustración; o bien, renunciar al rol tradicional de la mujer para reposicionarse en otros lugares sociales considerados “masculinos”, al costo de dejar de “sentirse mujer”. Algunas otras mujeres pensamos que se pueden combinar roles y sentir que es posible el rescate de lo femenino en cada uno de nuestros espacios sociales.
El hombre a su vez, sufre el impacto de estos cambios en la mujer y de ahí, se genera uno de los factores fundamentales que está provocando un gran desencuentro entre el hombre y la mujer. La pregunta que los hombres a su vez se hacen en la consulta es: donde me ubico con esta mujer? Para que me quiere si cumple todos los roles? Qué pasa que yo no la puedo satisfacer? Aquí ya entramos en la conflictiva que se desencadena en los hombres a partir de la revolución femenina, pero esto daría para otro artículo.
Volviendo a la pregunta que aqueja a las mujeres sobre su identidad, habría que tomar en cuenta todos estos elementos culturales y sociales que en otra época, imponían la represión de la sexualidad y hoy, impone otra tipo de exigencias y prototipos femeninos, bajo otra de las mentadas creencias: la liberación sexual. Sabemos que la sexualidad en el ser humano pasa por diferentes factores que la atraviesan y que la liberación en la mujer no solo puede pasar por la sexualidad sino por la puesta en cuestionamiento de su lugar frente al hombre, a la sociedad y fundamentalmente, frente a si misma. Es que actuamos con la libertad de jugar con todo el abanico de posibilidades que despliega nuestro propio deseo?
Ser mujer en nuestra sociedad implica reformularnos nuestra identidad social, los modelos y los mandatos a los que históricamente se cercena lo femenino, para poder crear nuevos paradigmas que sostengan nuestra identidad, no en un estereotipo femenino, sino basado en el respeto y en la valorización de lo femenino. La exploración de la feminidad conlleva el descubrimiento de nuestra singularidad, para lo cual cada mujer tendrá que inventar nuevas respuestas posibles, cuestionando los discursos de lo que debería ser ser mujer, para descubrir lo que es ser mujer en nuestro interior. Esta apropiación singular que buscamos en distintos espacios, ya sea en diversos grupos, en una psicoterapia o en una charla con amigas, es la gran ventaja que nos brinda esta época que nos toca vivir y es a mi gusto, la auténtica revolución femenina.
Qué es ser mujer?, se preguntan frecuentemente en mis consultas las mujeres que ya no padecen necesariamente de histeria ni sufren de represión sexual pero que sienten escindida o en algunos casos mutilada su identidad femenina. Es complicado hoy, por ejemplo, definir a la mujer en función de la diferencia con los hombres, ya que no es solo una cuestión anatómica la que está en juego, sino también del orden de lo cultural, lo social, lo económico y lo político. Es evidente que cada vez son más las mujeres que acceden a espacios reservados con exclusividad a los hombres. Entonces, definirnos por la diferencia, implica poner en cuestionamiento todo aquello que circula en el imaginario cultural y que calificaría a la mujer en tanto debiera estar excluida de lo que concierne solo al varón. Por otra parte, podríamos categorizar a la mujer por lo que la identifica con otras mujeres, Qué es lo que nos caracterizaría como tal? Podríamos decir que nuestro cuerpo nos identifica, sin embargo, también el cuerpo femenino se encuentra atravesado por el imaginario colectivo cuando el cuerpo de la anoréxica habla del sufrimiento de someterse a un modelo, o bien cuando el parámetro de belleza actual en el que deberíamos reflejarnos tendría que ser esculpido por las manos de un cirujano, moldeando curvas perfectas, estirando nuestra piel con la promesa de la eterna juventud.
Cuál es entonces la esencia de ser mujer?
Estas cuestiones me recuerdan a uno de mis mejores profesores de filosofía de la época en que estudiaba psicología en la universidad, cuyo método socrático nos convocaba a pensar evitando cualquier tipo de slogan que obture el trabajo de pensamiento. En un examen pregunta a un alumno: cuál es la esencia de la paloma? y el alumno contesta: que vuela. El profesor toma su libreta de notas y la arroja por el aire, diciendo que su libreta volaba y sin embargo, no era una paloma. Obviamente, los exámenes con él eran un verdadero ejercicio de aprendizaje interactivo, donde las preguntas tan complejas tenían que ser tratadas desde diferentes puntos de vista. Esta anécdota grafica la zona de ambigüedad en que se encuentra la subjetividad de la mujer hoy en este proceso de transformación histórica donde por momentos parece perderse la esencia de lo femenino.
Tal parece que en la actualidad, lo femenino tampoco podría asociarse necesariamente a la maternidad, ya que las estadísticas hablan de un aumento en los últimos años del número de mujeres que son “solteras por elección”, es decir, eligen vivir solas, y del retraso cada vez más significativo de la edad de la mujer para acceder a la maternidad. Este hecho es producto de otras de las preguntas que resuenan a menudo en las paredes de nuestro consultorio cuando tratamos con mujeres: Por qué tengo que tener deseos de tener hijos? No sería mejor que lo deseara y no que sienta que para sentirme mujer tengo que tener hijos? Qué desean de mi? Y yo, que deseo como mujer? Cómo compatibilizar los diferentes roles que jugamos cotidianamente? Puedo dedicar tiempo a mi pareja, si tengo que invertir mi tiempo en mi profesión? Que valor tiene ser madre si cuando digo que tengo un hijo, se reducen mis posibilidades de conseguir trabajo? En la empresa donde trabajo ascendí cuando dije que nunca pensaba tener hijos, dejé de actuar como una mujer y empecé a imitar a los hombres, es que tenemos que elegir entre casarnos, tener hijos o entrar en el mundo del trabajo? Una suerte de multifuncionalidad para ejercer como profesional o empresaria, novia, amante o esposa, ama de casa y madre a la vez, trae aparejado una serie de dificultades en la armonización de todas las áreas que abarcamos. Puedo ser empresaria, atender a mi hijo y ser buena esposa?
Parece que el desafío actual para algunas mujeres es sostenerse en los diversos roles al costo de un alto nivel de exigencia y finalmente de frustración; o bien, renunciar al rol tradicional de la mujer para reposicionarse en otros lugares sociales considerados “masculinos”, al costo de dejar de “sentirse mujer”. Algunas otras mujeres pensamos que se pueden combinar roles y sentir que es posible el rescate de lo femenino en cada uno de nuestros espacios sociales.
El hombre a su vez, sufre el impacto de estos cambios en la mujer y de ahí, se genera uno de los factores fundamentales que está provocando un gran desencuentro entre el hombre y la mujer. La pregunta que los hombres a su vez se hacen en la consulta es: donde me ubico con esta mujer? Para que me quiere si cumple todos los roles? Qué pasa que yo no la puedo satisfacer? Aquí ya entramos en la conflictiva que se desencadena en los hombres a partir de la revolución femenina, pero esto daría para otro artículo.
Volviendo a la pregunta que aqueja a las mujeres sobre su identidad, habría que tomar en cuenta todos estos elementos culturales y sociales que en otra época, imponían la represión de la sexualidad y hoy, impone otra tipo de exigencias y prototipos femeninos, bajo otra de las mentadas creencias: la liberación sexual. Sabemos que la sexualidad en el ser humano pasa por diferentes factores que la atraviesan y que la liberación en la mujer no solo puede pasar por la sexualidad sino por la puesta en cuestionamiento de su lugar frente al hombre, a la sociedad y fundamentalmente, frente a si misma. Es que actuamos con la libertad de jugar con todo el abanico de posibilidades que despliega nuestro propio deseo?
Ser mujer en nuestra sociedad implica reformularnos nuestra identidad social, los modelos y los mandatos a los que históricamente se cercena lo femenino, para poder crear nuevos paradigmas que sostengan nuestra identidad, no en un estereotipo femenino, sino basado en el respeto y en la valorización de lo femenino. La exploración de la feminidad conlleva el descubrimiento de nuestra singularidad, para lo cual cada mujer tendrá que inventar nuevas respuestas posibles, cuestionando los discursos de lo que debería ser ser mujer, para descubrir lo que es ser mujer en nuestro interior. Esta apropiación singular que buscamos en distintos espacios, ya sea en diversos grupos, en una psicoterapia o en una charla con amigas, es la gran ventaja que nos brinda esta época que nos toca vivir y es a mi gusto, la auténtica revolución femenina.
Raquel Tesone
Psicóloga (Mat. 6101) –
Dra. en Psicología de la Universidad Lumière Lyon 2 – Francia
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