miércoles, 27 de febrero de 2008

Acoso escolar II


No quiero ir a la escuela, primera manifestación de un niño en problemas acompañada por dolores imprecisos, malestares, dificultades para salir de la cama, que no tienen que ver con un examen de alguna materia sino con la relación con sus pares y, en lugar de esas manifestaciones, lo que el niño o joven quiere decir es que lo están molestando o haciendo la vida imposible y está siendo objeto de bullying (acoso, hostigamiento, intimidación).

Sobre este fenómeno ya nos hemos ocupado en otro artículo pero, podríamos ampliar un poco la información señalando que el maltrato, oscila desde agresiones físicas o verbales hasta la apropiación o destrucción de útiles escolares de la "víctima". También debemos destacar que éste no es un ataque silencioso e íntimo sino que cuenta, en la mayoría de los casos, con numerosos espectadores que "disfrutan" de la situación de inferioridad a la que se ve sometida la "víctima" y forman parte de un grupo acosador que actúa en patota asociándose, de alguna manera, con el acosador, evitando así quedar en algún momento, sometidos a la misma situación que el acosado.
Ante una situación así, lo peor sería ignorarla, taparla o permitirla, especialmente por parte de los adultos ya que, un comportamiento de este tipo debe ser sacado a la luz para prevenir males mayores.

Algunos estudiosos del tema, insisten con que estas situaciones parten de la necesidad que todos tenemos de sentirnos importantes. Ocurre en todas las etapas de la vida y algunos lo canalizan a través de acciones solidarias, destacándose en alguna actividad o rama del saber pero otros, no lo logran de esa manera y recurren a la violencia, a la denostación de los semejantes, etc.

La responsabilidad de los padres y maestros frente al acoso escolar es mucha; algunos adultos minimizan este tipo de situaciones diciendo que es mejor no meterse porque son cosas de chicos, que tienen que experimentar y saber defenderse, si son varones, que tienen que hacerse hombres. Está muy presente también esa idea errada de creer que si los adultos se meten los chicos serán tildados de buchones, lo cual es cierto pero, hay que aprender a superar esa creencia y actuar para llegar a una solución.


Los docentes no saben qué hacer y a veces, no se enteran porque no están involucrados en la relación entre los chicos fuera del aula. Como el acoso es más frecuente entre varones, hay también un pensamiento erróneo que atribuye precisamente a los varones, este tipo de conducta y por lo tanto, como los varones son los que desarrollan conductas agresivas, el hecho pasa a ser ignorado por los docentes.

Entre las mujeres también sucede el acoso pero se presenta de manera mucho más sutil, sobre todo, de manera verbal.
Si hay algo que tendremos que tener muy en cuenta es que no cualquiera es un acosador y tampoco cualquiera es el acosado. Como dijimos, este tipo de acciones tiene un público, conformado por los compañeros que asisten en calidad de espectadores y son los que tendrían que tenerse en cuenta a la hora de hallar una posible solución, llamándolos a testificar, dialogar y comprometerse a evitar las
bravuconadas de un acosador.

Lamentablemente no son muchos los que adhieren a esta propuesta porque es muy fuerte el mandato del " no te metas", transmitido por la familia pero también por toda una cultura que nos dice que, al que quiera hacer el bien le irá mal.

De ahí el rol importantísimo de los docentes que deben asumir que el problema existe, en primer lugar y luego, que deben intervenir lo más rápidamente posible para evitar la escalada de violencia del o los acosadores y también la reacción del acosado que, en muchos casos, ha llegado al suicidio.

Sin embargo, no basta con evitar y limitar conductas individuales sino que la escuela y la familia deben crear condiciones educativas en base a valores como el respeto, la tolerancia, la paz, que puedan ir fomentando y constituyendo un ambiente cultural donde las conductas violentas, acosadoras, burlonas, crueles, sean mal vistas y condenadas por toda la sociedad.

Para desbaratar situaciones de acoso, lo primero entonces será admitir que existen, detectar quiénes están siendo víctimas, atender en primer lugar a sus necesidades de contención, vigilar los ámbitos escolares como baños, laboratorios, pasillos o depósitos que estén fuera del control de los adultos, prestar atención (especialmente los encargados de curso o celadores) al cambio de conducta de algún alumno (silencios, aislamiento, falta de atención), atender las denuncias de los padres canalizándola a través de las uniones de padres si las hubiere en la escuela, y trabajar junto con ellos, sean directamente afectados o no, haciendo prevención, contención y asistencia, organizando talleres y charlas donde se les informe de estas problemáticas y juntos puedan decidir qué acciones desarrollar como Comunidad Educativa para evitar, minimizar o erradicar situaciones de acoso u otras que se puedan ir presentando.

Más allá de cada establecimiento escolar que depende de un Ministerio de Educación, Leyes de Educación y normas precisas y uniformes, es deber de cada Comunidad Educativa (familia y escuela) velar por la buena convivencia de todos los que están involucrados en el proceso educativo.

Así como cada persona es única e irrepetible, así será un establecimiento escolar que dispone de "estos maestros", "estos alumnos", "estos padres" que tienen como compromiso interactuar de forma tal que la meta de todos sea el bien común.

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