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viernes, 3 de febrero de 2012

La capacidad de compromiso se adquiere en la infancia

Estamos viviendo una época difícil en cuanto a la forma de relacionarnos y como consecuencia de ello surgen algunas cuestiones que no podemos explicarnos. Una de esas cuestiones es la falta de compromiso que notamos en muchas personas que no son capaces de adoptar una conducta madura y cumplir con lo que prometen por ejemplo, o ser constantes en el estudio, en un trabajo o con una relación. Este artículo puede ayudarnos a reflexionar y comprender el tema.




Por José Andrés Rodríguez

Cada vez más personas optan por estilos de vida muy diferentes al tradicional, como vivir solos o mantener relaciones abiertas (que permiten relaciones sexuales con otras personas), entre varias opciones. Da la impresión de que el compromiso no es, precisamente, uno de los valores que cotizan al alza hoy en día. Se ha analizado mucho el porqué de la falta de implicación, ya sea en la esfera de las relaciones de pareja o en otros ámbitos de la sociedad actual.

La falta de compromiso es uno de los factores que anuncian el final de una relación

Los sociólogos explican que hoy se vive en una época de la posmodernidad caracterizada por el individualismo, la falta de verdades absolutas y la incertidumbre, ya sea en el mercado laboral o en las relaciones personales. Esta manera de obrar y vivir con independencia de los demás, destacan numerosos investigadores, dificulta que las parejas puedan durar toda la vida, ya que para muchas personas, sus propios deseos y proyectos serán más importantes que la propia relación sentimental.

Por otro lado, los psicólogos alertan del aumento del número de personas que sufren el síndrome de Peter Pan. El psicólogo estadounidense Dan Kiley bautizó como "peterpanes" a los hombres adultos que son incapaces de comprometerse porque aún se comportan como niños.
La clave: una buena relación con la madre

Pero, aparte de un contexto social que parece favorecer el individualismo, ¿hay otras causas que puedan explicar la falta de compromiso de algunas personas? Según un estudio publicado en la revista "Psychological Science", los problemas de hombres y mujeres para mantener el compromiso con sus parejas podrían tener origen en la infancia. Para este estudio, los investigadores entrevistaron a 78 personas de 20 o 21 años de edad y analizaron qué nivel de compromiso tenían en su relación actual.

También entrevistaron a sus respectivas parejas para cotejar las respuestas. Antes, los investigadores habían recabado información sobre dos aspectos importantes del pasado de las personas entrevistadas: cómo había sido la relación con sus madres en la infancia y cómo manejaban las discusiones en los años adolescentes. Las personas que disfrutaron de una relación cariñosa y responsable por parte de su madre y que fueron capaces de resolver con eficacia los conflictos con sus amigos en la adolescencia estaban más comprometidas en sus relaciones sentimentales.

Mismo nivel de implicación, unión más estable

Otro de los interesantes resultados que arrojó el estudio fue que un factor fundamental para que una pareja dure es que tenga un nivel de compromiso similar, ya sea este nivel bajo o alto. Para analizarlo, cada pareja tuvo que debatir sobre un tema que fuera importante para ella y sobre el que no había logrado un acuerdo. Los investigadores grabaron la discusión. Las uniones en las que ambos tenían un bajo nivel de compromiso tenían más posibilidades de éxito que otras en las que uno quiere poca implicación en la relación y el otro mucha.

Los expertos concluyen que la ausencia de compromiso por parte de uno de los miembros puede poner en serio riesgo la relación. Según el psicólogo estadounidense George Levinger, el defecto de compromiso es uno de los cuatro factores que anuncian el final de una relación. Los otros tres son: creer que una nueva vida es la mejor solución para los problemas sentimentales, tener parejas alternativas y la expectativa de que la relación fracase.

El apego entre madre e hijo

Una mala relación entre madre e hijo durante la primera infancia provoca, con mucha probabilidad, que el futuro adulto tenga serios problemas en sus relaciones personales. Una interesante demostración de la importancia del apego fue el experimento que realizó el psicólogo Harry Harlow. Separó a un grupo de crías de monos Rhesus de sus madres. Debido a la ausencia de estas, las crías se abrazaban a unas almohadillas que había en el suelo de las jaulas.

Harlow tuvo entonces la intuición de que la relación madre-hijo tiene una función primordial para la supervivencia psicológica de las crías. Así que formó cuatro grupos de crías. Los monos de un grupo estarían en contacto con una madre de madera vestida con ropas suaves y que proveía de leche. Otros estarían con una madre parecida, pero sin aporte de leche. Un tercer grupo estaría con una madre realizada con alambre y que daba leche. Y, por último, otras crías estarían con una similar, que además no proporcionaba leche. El resultado fue que los monos preferían el contacto con la madre de ropas suaves que no daba leche. Optaban por pasar hambre antes que renunciar al contacto.

Como señaló Harlow, "cuando la madre cubierta de ropas suaves estaba presente, los bebés corrían rápidamente hacia ella, se cogían a su cuerpo, se frotaban contra las ropas, se apretaban contra ella... Pero cuando estas madres estaban ausentes, los bebés corrían de un lado a otro, se agarraban a sus caderas y cuerpos, y gritaban de aflicción". Ya adultos, fueron incapaces de realizar con éxito el acto sexual. Según el especialista, tenían problemas en sus relaciones personales por culpa de una mala relación materno-filial en la infancia.

Fuente: Consumer.es

jueves, 21 de octubre de 2010

El temor a los hijos


No podemos negar que las familias absorben, de la sociedad, la ausencia de autoridad, como así también el autoritarismo. Ambos extremos mantienen un hilo en común: el temor.

Esto sumerge a la familia en una crisis, que provoca que los padres no actúen con responsabilidad frente a ciertas conductas demandantes de los hijos.

Los padres temerosos se consideran erróneamente tolerantes y dejan que sus hijos tomen sus propias decisiones, establezcan sus propias normas y regulen solos su propio comportamiento.
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lunes, 16 de agosto de 2010

Adolescencia precoz


Una investigación pionera afirma que durante los últimos años la etapa infantil se ha acortado de forma considerable.

Un estudio español ha tratado de indagar por primera vez en los efectos en el tramo de edad de 6 a 14 años de los cambios acelerados que ha vivido la sociedad en los últimos años. La preadolescencia, entre la niñez y la pubertad, se avanza hasta los 11 años, momento en el que los menores empiezan a sentir y comportarse como auténticos adolescentes. Quienes más lo acusan son las niñas, aunque la diferencia con el sexo masculino no es demasiado significativa. A pesar de que el trabajo muestra un porcentaje bajo de problemas importantes, denota cierta rendición de algunos educadores, el impacto excesivo del consumismo o la persistencia de diferenciaciones por género en una sociedad que, en teoría, ha dejado atrás los estereotipos familiares.

La adolescencia llega antes. Se avanza hasta los 11 años, momento en el que los menores comienzan a tener sensaciones, por tradición, ligadas al periodo adolescente y a los adultos. Esto se traduce en las actividades que demandan a los padres y en su modo de vestir. Ésta es una de las principales conclusiones del estudio "Infancia y familias. Valores y estilo de educación", llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Valencia, que explica una gran parte del comportamiento de los niños entre 6 y 14 años.

Según Petra María Pérez, coordinadora del trabajo, el motivo que conduce a menudo a este cambio es no haber jugado ni leído lo suficiente, que provoca que los menores no sepan esperar y deseen las cosas de forma precipitada. Estas demandas se convierten en la causa de conflictos más destacada por los progenitores, en un 22,3%. Esta pérdida de la infancia se da más en niñas, aunque la diferencia no sea muy significativa. Son ellas quienes, bastante antes que los chicos, empiezan a usar ropa de adolescentes.

Diferentes modelos familiares

Para hacer hincapié en la realidad social, el estudio ha tenido en cuenta los modelos familiares más habituales en la actualidad: familias nucleares o convencionales, que representan el mayor porcentaje (81,6%); monoparentales, es decir, con un sólo progenitor (13,5%); reconstituidas, en las que al menos uno de los dos miembros tiene un hijo de una pareja anterior (5,26%); y familias con hijos adoptados, que representan un 3,45% del total.

Aunque puede ser la labor más ardua del mundo, el trabajo de los progenitores acaba por conformar los hábitos y conductas de los hijos

La descendencia de las familias reconstituidas tiene una mayor dependencia de consumo, ya que dispone de más bienes materiales, recibe más pagas y dedica más tiempo a comprar durante los fines de semana. Este grupo también se percibe como el más rebelde. Para estos padres y madres lo más importante es atorgarles apoyo efectivo y delegan en la escuela, con mayor proporción que los otros tipos familiares, la educación de los hijos. Además, son estos chicos quienes muestran menor interés por los estudios y reciben, según el estudio, una educación más permisiva y menos autoritaria.

Los hijos de familias monoparentales se muestran como los más maduros pero, a la vez, también más tristes. Son estos progenitores quienes se revelan más inseguros para saber cómo llevar la educación de los hijos. Respecto al consumo, los hijos de familias monoparentales tienen, entre otras cosas, un número inferior de teléfonos móviles del que cabría esperar.

Cuándo surgen los problemas

El grupo más problemático es el comprendido entre 12 y 14 años, frente a los menores de 9 a 11 años. Estos últimos carecen de los problemas típicos de la preadolescencia. Es en esta edad cuando se generan menos conflictos entre hermanos y se consideran más responsables. A partir de los 11-12 años, sin embargo, diversas actitudes hacen peligrar esa antigua responsabilidad preadolescente: la falta de esfuerzo en los estudios, la poca colaboración en casa, el aspecto (ropa, pendientes, escotes, etc.) y las salidas.

El origen de los problemas en esta etapa se debe, sobre todo, a los cambios psicológicos, físicos y sociales. Respecto al aspecto físico, el proceso de aceptación será clave para la futura autoestima del preadolescente, así como para su integración y relación con los demás. Se dan durante los dos primeros años, con un cambio radical y un tiempo relativo para aceptar la nueva situación.

Los cambios psicológicos están relacionados con la aceptación de la nueva imagen física. También empiezan a formularse los primeros interrogantes sobre qué se quiere ser. De algún modo, se da cabida a un nuevo pensamiento más analítico y reflexivo, útil para resolver los problemas. Por último, hay un giro en la esfera social que está muy unida a los cambios psicológicos. La necesidad de aceptación llevará a establecer un nuevo tipo de relaciones y de situaciones sociales.

Tipos de padres y madres

En última instancia, el trabajo de los progenitores acaba por conformar los hábitos y conductas de los hijos, de modo que estos cambios se sobrelleven de la mejor manera posible. Aunque puede ser la labor más ardua del mundo, disciplina y cariño son la clave para conseguir equilibrar una balanza muy frágil, como lo es hallar la proporción adecuada entre castigo y recompensa. Respecto a la relación familiar, el estudio concluye que se dan cuatro grupos: progenitores permisivos/cohibidos, autoritarios/disciplinados, democráticos/equilibrados y sobreprotectores/controladores.

En el primer caso, se evita a los hijos cualquier esfuerzo y hay miedo a imponerles normas. Se acostumbran a dar premios excesivos a actividades cotidianas que deberían resultar normales. Los autoritarios, por otro lado, no usan el diálogo para negociar con los hijos. Todo se basa en normas, órdenes y castigos excesivos. Los padres y madres democráticos establecen normas y premios razonados, apoyan la autonomía del hijo, proporcionan responsabilidades y, por último, tratan sin violencia pero con firmeza. Los sobreprotectores tienden a limitarles la exploración del mundo, bien sea por miedo a que sufran daño, bien por un exceso de cuidado.

La hormona de la niñez

Un equipo de investigadores de la Johns Hopkins University (EE.UU.) ha publicado recientemente en la revista "Journal of Clinical Investigation" un estudio que confirma que la hormona IGF-1 tiene un papel clave en la coordinación de las fechas de inicio de la pubertad, la primera fase de la adolescencia. Según los científicos, el inicio de la pubertad se desencadena por la liberación de la hormona que libera a su vez gonadotropinas (GnRH) de las células nerviosas en el hipotálamo.

El estudio, llevado a cabo en ratones, mostró que a los roedores que se suprimió el receptor de IGF-1 se les retrasó el desarrollo de la pubertad, pero su fertilidad era normal. Por otra parte, la administración de IGF-1 a ratones hembras normales desencadenó la pubertad.

Autor: Núria Llavina Rubio
Fuente: Consumer

viernes, 30 de julio de 2010

Trastornos de ansiedad social en los niños


Paradójicamente, la explosión de la tecnología de la información y la comunicación podría aislar a los chicos, más aún en aquellos que posean ciertas tendencias,podría favorecer la aparición de trastornos como la ansiedad social o fobia social.

La Lic. Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) afirma que son tres las causas que pueden desencadenar la aparición de la fobia: la primera es genética; la segunda tiene que ver con el medio socioambiental donde se ha crecido; la última está compuesta por los estresores desencadenantes, aquellos factores estresantes que determinan las situaciones (desaprobar un examen, ser criticado en público, hacer un papelón, etc.).

Si se favorece el crecimiento de los chicos en un ambiente que no proponga la comunicación de modo directo, pueden carecer luego de los recursos sociales para interactuar. No debe pensarse en este punto sobre circunstancias complejas; pueden presentar problemas hasta para pedir un favor, al saludar, comportarse en la mesa, acordar salidas, ir a un baño público, hablar en presencia de otras personas.

La exacerbación del uso de los modos virtuales de comunicación -en todas sus variantes: redes sociales, messenger, sms, chats- puede tener un rol negativo en la maduración como personas.

Internet brinda protección –esto es aparente, también conlleva algunos riesgos-, la pantalla da anonimato, los chicos no necesitan para desenvolverse a través de ella la componente gestual del lenguaje, les permite evitar el temor a ser rechazados, a ser criticados. Si se encierran en ella, y no se los estimula para desarrollar destrezas sociales, podrían aislarse y hasta perder los recursos para contactarse cara a cara.

“En muchos casos, vemos chicos -cada vez más pequeños, de 9, 10 u 11 años- que ven facilitado o promovido el acceso a estas tecnologías, lamentablemente” afirma Martínez Castro, “no quiere decir que el uso de Internet sea malo, sólo que debe combinarse con el desarrollo de las otras formas de comunicación. Se verifica, en la escuela, que chatean –aún a escondidas- con compañeros de curso, presentes en la misma aula”.

Algunos consejos para que los padres puedan encontrar un equilibrio, entre la necesidad de integrar y educar digitalmente a los chicos y la obtención de competencias sociales:

* No favorecer el acceso a estas modalidades de comunicación en edades muy tempranas
* Impulsar la interacción cara a cara
* Poner tiempo límite para el uso de Internet (en todas las modalidades) ´

Y sobre todo

* Dar ejemplo: la familia debe desarrollar una vida social rica. Los chicos deben crecer en un ambiente donde se reciba gente, donde lleguen amigos, donde se los visite. Los padres deben mostrar una vida social lógica.

Más información en: www.ceeta.com.ar
Fuente: Infancia hoy

martes, 22 de junio de 2010

Premiar las notas escolares ¿sí o no?


Muchos padres, llenos de buena voluntad, prometemos a nuestros hijos grandes premios para animarles a estudiar. Pero se trata de un método un poco arriesgado que no siempre viene acompañado de mejores resultados. ¿Es una buena estrategia prometer para aprobar?

Todos los padres deseamos fervientemente que nuestros hijos saquen buenas notas en el colegio. La inteligencia es un factor muy complejo que, afortunadamente, los psicólogos y profesionales de la enseñanza tratan cada día con más delicadeza y profundidad. Ahora ya se sabe que hay muchas clases de inteligencia, una de ellas es la que necesita nuestro hijo para superar sus exámenes escolares. Pero afortunadamente no es la única. Aunque el valor de una persona no puede ni debe medirse por el catalejo miope de las calificaciones académicas, lo cierto es que en la sociedad actual tienen un valor desmesurado, y que los padres hacemos todo lo que podemos para que las notas de nuestros hijos sean lo más brillantes posible.

Dentro de esta dinámica, un recurso muy utilizado por los padres es ofrecer a su hijo un regalo si aprueba la evaluación o si saca buenas notas. Pero estas técnicas no acostumbran a tener el resultado que habíamos imaginado.

No conozco a ningún estudiante al que le guste fracasar en sus exámenes. La satisfacción por el éxito es algo natural en las personas pero los padres acostumbramos a explotarlo muy poco. Infravaloramos esa necesidad que tiene todo ser humano de demostrarse a sí mismo y a los demás lo que es capaz de hacer y la sustituimos por un bien material. Pero en realidad, la alegría y el bienestar interior que producen el éxito y la superación de las dificultades, no se puede suplir con ninguna recompensa material.

¿Qué pasa cuando prometemos un regalo para que el estudiante apruebe?

Un padre de primero de básica me dijo que le había comprado un juego de construcción a su hijo Antonio porque se había superado en la segunda evaluación. Le dijo: "Si te sigues esforzando y las próximas notas mejoran, te compraré otro juego de construcción". Supongamos que todo va bien y obtiene el regalo. Cuando llegue segundo, probablemente, Antonio le pedirá a su padre un regalo mejor y más caro. ¿Qué pasará en tercero de primaria?, ¿y en segundo de ESO? Yo lo imagino diciendo a su padre: "O me compras la moto o no apruebo". Y esa no es una buena manera de proceder. Las buenas notas se han de elogiar, ensalzar, aplaudir, todo lo que queráis, pero jamás comprar. El trabajo del estudiante es estudiar. El nuestro es apoyarle en todo lo que necesite como estudiante y como persona. Reconocerle sus méritos, habilidades y ayudarle a aceptar sus limitaciones que también las tiene, como todo el mundo.

Además, cuando a pesar de la recompensa prometida, nuestro hijo no triunfa, la sensación de fracaso aumenta porque no ha conseguido la meta ni siquiera con los estímulos anunciados. Desde esta perspectiva, cuanto más grande es el premio, mayor es el malestar interior que provoca el fracaso y más disminuye la autoestima.

Yo no creo que sea una buena técnica prometer para aprobar. Otra cosa diferente es que toda la familia se alegre de los éxitos de uno de sus miembros, lo alaben y lo festejen. Llegan las notas, son buenas, todos nos ponemos contentos, felicitamos al triunfador y se celebra de la manera que a la familia le parezca más oportuna: yendo todos a cenar a su restaurante favorito, al parque de atracciones, regalando (¿por qué no?) aquello que tanta ilusión le hacía y que había pedido para Reyes...

Quizás tú, como padre o madre, me dirías ahora que te acabo de dejar sin la única herramienta que conocías y ponías en práctica para motivar a tu hijo en sus estudios. En este caso te pregunto: ¿Te funciona? ¿Tu sentido común te dice que los premios que le has dado hasta ahora están dentro de unos límites razonables? ¿Acepta tu hijo que no siempre puede haber premios extras? Si ya tiene más de 10 u 11 años, ¿es consciente de que el regalo es un detalle para demostrar tu alegría por su éxito, pero que lo importante es lo que ha aprendido porque le servirá para aprender más y ser cada día más inteligente?

Si la respuesta a estas y otras preguntas similares es positiva, puedes seguir con tu sistema de motivación. Probablemente, junto al premio material pones en práctica otras estrategias de las cuales tal vez no eres consciente.

Pero si los éxitos no llegan, los regalos son exagerados o sientes que tu hijo se está "materializando" e incluso haciéndote chantaje para estudiar, ("si no me compras la moto…") tal vez sea el momento de buscar otras técnicas de motivación más adecuadas.

Pablo Pascual Sorribas
Maestro, licenciado en Historia y logopeda.

Fuente: Solo hijos

jueves, 22 de abril de 2010

Violencia en las calles ¿cuál es la solución?


Una vez más y a propósito de la noticia llegada de Miami respecto de la resolución de aplicar un toque de queda para los adolescentes, vemos que las autoridades de todos los países están preocupadas por resolver el problema de la violencia -que sería un disparate adjudicarla solamente a los jóvenes - ya que todos vemos que se encuentra en todas las franjas etarias y en todos los estamentos sociales.

La violencia fue creciendo sin control porque los controles pasaron a considerarse represivos. De todos modos conviene analizar este artículo y reflexionar sobre qué nos pasó como sociedad para que hoy tengamos este resultado.

En lo personal estimo que es un buen comienzo involucrar a los padres en la responsabilidad sobre las conductas que sus hijos tienen fuera de sus hogares. Otros pensarán que no, que más allá de la educación recibida por los hijos, éstos pueden comportarse de manera muy diferente a la que han sido educados; todo es posible y cada caso es particularísimo, de ahí que el compromiso de todos los actores sociales será necesario para frenar el estado de violencia que hoy vivimos en casi todos los países del mundo.

Algo cambió y sería interesante remontarnos a épocas anteriores a las dictaduras vividas, especialmente en los países americanos, cuando había un cierto orden social, al menos en el seno de las familias, pero también había orden institucional, normas, horarios, cada cosa estaba en su lugar, había horarios de trabajo y de descanso, de estudio, de sana diversión.

¿Qué cambió?...TODO, pero no todo cambio fue para mejor. Habrá que recuperar algunos valores perdidos y algunas normas que hoy son consideradas obsoletas o represivas pero que solamente intentan poner un orden mínimo en el cual poder vivir con tranquilidad.

Para tal fin, todos tenemos que comprometernos y exigir a nuestros gobernantes que nos escuchen y legislen a favor de los ciudadanos. Pero por algo podemos comenzar, por nuestro pequeño grupo familiar sin tener miedo a las críticas ajenas cuando nuestro estilo de vida no coincida con el de la mayoría.

Padres y maestros son pilares fundamentales en este sentido; la familia y la escuela pueden contribuir en este sentido creando actividades, promoviendo los deportes y la fiesta, aprovechando estas actividades para que surja la amistad y el respeto entre los jóvenes y fomentando el intercambio y la integración con los adultos y la familia.

Los jóvenes tienen derecho a compartir con su familia momentos de recreación y también tienen que gozar de momentos propios con sus pares, es cuestión de generar un sano y necesario equilibrio. Tal vez comenzando por pequeños grupos y pequeñas comunidades, se pueda ver luego un cambio social global.

Texto: María Inés Maceratesi

Ver artículo: "Aplicarán un polémico toque de queda para los adolescentes pilaresbasicos.blogspot.com

lunes, 1 de febrero de 2010

"Familia escuela: Resiliencia familiar"


Tenemos que animarnos. Comienza un nuevo año y, con las energías renovadas, puede ser el período perfecto para profundizar un nuevo enfoque para nuestra vida y para los problemas que van llegando. Las crisis, por ejemplo, son una puerta abierta para nuestra superación y la de nuestros seres queridos. La respuesta a los problemas que se presentan hoy en nuestra familia no necesariamente la tiene un especialista carísimo o un gurú; la tenemos nosotros mismos, y se llama resiliencia.

La investigadora y orientadora familiar Verónica Rodríguez reflexiona sobre este capital en su libroy nos facilita el camino con las siguientes consideraciones.
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lunes, 1 de junio de 2009

Cómo hablar con los hijos sobre las drogas


La información es una estrategia fundamental en la prevención del consumo de drogas. Es importante hablar con los hijos y fomentar la comunicación y el diálogo, ya que todas ellas son armas preventivas con un valor fundamental para la toma de decisiones.

Pero la información por sí sola, siendo un instrumento necesario e importante al servicio de la prevención, no es suficiente, ni siquiera constituye la base fundamental de la actuación de padres y madres.
Para que una información concreta influya en un comportamiento, ésta debe englobarse en un proceso activo de aprendizaje. Hay que reforzarla desarrollando en nuestros hijos actitudes críticas respecto a los consumos; haciéndoles pensar más que diciéndoles lo que seguramente ya conocen; fomentando su capacidad de decidir y de valorar los riesgos que conlleva el uso de las drogas.
Ejemplos: ¿me divierto más cuando bebo?¿por qué asociamos el alcohol a la diversión? Realmente ¿sirve para ligar? ¿por qué se fuma aún sabiendo que es malo?¿me gustaría que mi hermano pequeño tomase pastillas?

Este objetivo sólo es posible si...

Existe un clima familiar adecuado que facilite una comunicación abierta, bilateral y sincera y que invite a consultar dudas y exponer experiencias sobre éste y otros temas. Si no hablamos con nuestros hijos habitualmente, si no les conocemos, si no tenemos espacios para la convivencia, si censuramos pensamientos y temas, es difícil poder abordar esta materia con naturalidad.

Los padres podemos mantener nuestra capacidad de influencia, lo cual se consigue respetando las opiniones ajenas y ofreciendo una información válida y veraz. Tenemos que escuchar atenta y respetuosamente las opiniones de nuestros hijos, lo que no significa que aceptemos dichas opiniones.

Los padres podemos sentirnos seguros. Para ello tenemos que estar informados sobre las nociones básicas de las drogas y sus consumos, sin que esto signifique que debamos ser expertos en la materia. Podemos admitir el desconocimiento sobre alguna cuestión, proponiendo la búsqueda conjunta de información sin perder seguridad en nosotros mismos.

Evitemos los interrogatorios, a favor de un diálogo bilateral. Para ello conviene rechazar las preguntas cerradas (¿quién?,¿a qué hora?, ¿cuánto?,...) y optar por preguntas que inciten a la reflexión (¿cómo te sientes?, ¿qué pensaste en ese momento?, ¿cuál es tu opinión?,...). Junto a estas preguntas intercambiar informaciones, comentarios y opiniones personales.

Para informar a nuestros hijos sobre las drogas debemos tener en cuenta:

¿Cómo hablar sobre las drogas en función de la edad? Fundamentalmente, ante la demanda explícita por su parte o cuando intuyamos que tienen interés por conocer. También podemos aprovechar momentos propicios para una intervención (programa de TV, situación de consumo en la calle,…). Ahora bien, conviene evitar lanzar mensajes de forma continuada e indiscriminada ya que los mensajes repetitivos pierden eficacia.

Cuando los hijos son pequeños pero ya están en Primaria, es normal que nazca el interés por las drogas socialmente aceptadas, sobretodo, el alcohol y el tabaco. Es un momento en el que no procede informar sobre otras sustancias a no ser que la situación lo requiera.

Lo importante es responder siempre ante sus demandas. Los padres debemos mostrar una total disponibilidad para atender cualquier pregunta o cuestión y no rechazarlas incluso en situaciones comprometidas. Siempre que sea posible, hay que elegir momentos adecuados, sin tensiones ni interrupciones.

Cuando son adolescentes o jóvenes, es conveniente dialogar sobre las drogas, sus efectos, los motivos por los que la gente los consume,... de forma natural y continuada en las relaciones cotidianas. No intentar agotar el tema en un solo día. En este momento , ya se pueden abordar las otras sustancias, siempre y cuando hayamos detectado la necesidad de saber o le sean cercanas.

¿Cómo debemos hablar de drogas? ¿Con qué tipo de mensajes?

Mostrando una actitud clara y firme de rechazo al consumo , especialmente en menores de edad.

Adecuando los contenidos a la edad, la madurez, la capacidad de comprensión, la experiencia previa, las expectativas y las circunstancias concretas de la persona que demanda la información.

Respetando sus puntos de partida : para que resulte válida la información, debemos partir de lo que ellos conocen, de su experiencia, de sus ideas erróneas (que manejan como ciertas), de lo que quieren saber y de su percepción personal del tema.

Con información objetiva, veraz y realista. Evitando dramatizar, amenazar o exagerar sobre los efectos de las sustancias. Tampoco es conveniente banalizar los consumos o ciertas formas de los mismos.

Dando la información ajustada, no más de la necesaria.

Destacando las ventajas del no consumo frente a enfatizar los inconvenientes del consumo.

Usando mensajes cortos, sencillos y claros, que incluyan ejemplos cercanos al estilo de vida familiar. Evitando mostrar situaciones extremas y poco comunes para enfatizar los riesgos del consumo.

Utilizando un lenguaje sencillo , sin tecnicismos, ni palabras de argot .

Fuente: Curso Virtual "En Familia"

sábado, 16 de mayo de 2009

Hijos fuertes ante las adversidades


Lo quiero todo y ahora
Hago lo que me apetece y no me supone demasiado esfuerzo
Me lo merezco todo
Trabajo, sí, pero lo justo para cubrir el "expediente"
Soy un niño, estoy aquí para jugar y divertirme

Parece que el inconsciente de nuestros hijos funciona con las premisas anteriores. El mínimo esfuerzo, el máximo placer. Desde que son pequeños les hemos acostumbrado a llevar una vida fácil y cómoda, a menudo lindante con una vida egoísta y dependiente.

Al principio no nos damos cuenta: son tan pequeños y tan vulnerables que creemos que lo mejor es darle todo tipo de comodidades y seguridad. Con el tiempo nos percatamos que no hemos sabido combinar esa comodidad con exigencia, esa seguridad con esfuerzo. Resultado: nuestros hijos crecen frágiles, con poca resistencia a la frustración y con pocas aptitudes de superación.

Es importante educar a nuestros hijos en la reciedumbre, en la capacidad de superar y afrontar dificultades. Debemos desarrollar en ellos desde pequeños una voluntad fuerte, sentido del sacrificio y fortaleza interior.

Los adultos bien sabemos que la vida no es fácil. Nos depara sorpresas, a menudo dolorosas y difíciles de soportar. Nos exige sacrificios, privaciones y nos da muchas lecciones de humildad. Y esta es la vida con la que se encontrarán nuestros hijos: con momentos buenos y momentos malos. Preparémoslos para sacar el mejor partido de todos esos instantes comenzando ya.

¿Quieres saber cómo ayudar a tu hijo a superar las dificultades del día a día?
14 reglas de oro para educar a tu hijo con reciedumbre

Para tener reciedumbre, hay que estar seguro de uno mismo. La base de la seguridad de toda persona reside en el respeto y el amor que recibe de las personas que quiere. Por eso, trata a tu hijo como a la persona más importante del mundo. Dile a menudo: "Nunca dejaré de quererte, hagas lo que hagas", lo que no quita que se le recrimine por su comportamiento negativo.

Enséñale autocontrol. Enséñale a acabar lo que empieza, a dilatar la gratificación, a controlar sus impulsos. Para ello, desarrolla con él un vocabulario de sentimientos. Muchos niños se sienten frustrados y agresivos porque no saben expresar sus sentimientos. Lloriquean, se quejan, pegan y desisten de sus intenciones. Escribe en una pizarra todos los adjetivos que muestran enfado o tristeza: enojado, irritado, enfurecido, etc. Cuando tu hijo esté enfadado, úsalas para que pueda identificar sus sentimientos: "Parece que estás realmente furioso; hoy los deberes son más difíciles que otros días ¿verdad?" Esto es suficiente para que se sienta comprendido y haga un esfuerzo "extra".

Estimula su aprobación interna. Haz que tu hijo no dependa de tu aprobación sino de su propio reconocimiento. Para ello, cambia los pronombre "yo" por "tu":

- Incorrecto: Estoy muy orgullosa porque no has caído en la provocación de tu hermano.
- Correcto: Debes estar muy orgulloso por no haber caído en la provocación de tu hermano.

Actuando de este modo, conseguirás que se mueva por sus propios objetivos y opiniones, no por lo que piensen los demás de él.

Sé modelo de autocontrol para tu hijo. Si estás en una cola y alguien se cuela, si conduciendo te pitan e insultan, si se te ha borrado el trabajo del ordenador o si tu hijo te reta a una lucha de poder recuerda que eres modelo de autocontrol para tu hijo. Tenlo en mente y aprovecha las circunstancias del día a día para enseñar autocontrol a tus hijos. La técnica de parar, pensar y actuar ayuda en este sentido.
Pregúntate si compras impulsivamente, si discutes con demasiada vehemencia, si te dejas llevar por tu estado de ánimo; si te quejas cuando las cosas no salen como deberían, si te niegas a comer lo que no te gusta o si no le das importancia a la puntualidad. Son pequeños detalles que los niños registran en sus mentes y van conformando su personalidad.

Habla con tu hijo sobre lo que es autocontrol. Explícale que cuando "se aguantan las ganas" de tomarse el postre antes de cenar, de insultar a un compañero que le ha ofendido o de jugar al ordenador cuando no toca está teniendo autocontrol. Identifica las diferentes situaciones del día en que tu hijo supera la tentación y házselo saber: Marcos te ha dicho en el colegio que hagas una cosa que tu no querías hacer y no la has hecho. Eso es autocontrol. Debes estar muy contento de haberlo conseguido. Acostúmbrate a utilizar la palabra "autocontrol" en tu casa para que aprendan a reconocer en ellos esta cualidad.

Dale responsabilidades a tu hijo, además de la de estudiar y sacar buenas notas. Reparte de manera proporcional las tareas del hogar y exige su cumplimiento con la calidad que se merecen.
No bajes el tablón de exigencia solo porque tú hijo es pequeño o porque tiene mucho que estudiar. Si tiene capacidad de realizarlas, debe cumplirlas con la máxima calidad.

No acudas cada vez que te llama porque no siempre que te llama te necesita. De hecho, tu hijo necesita llorar, equivocarse y rectificar sin tu ayuda. Dale espacio y tiempo para aprender a superar por sí mismo sus problemas.

No cedas ante sus caprichos y berrinches. Hay cosas que se pueden explicar y negociar pero hay otras que deben aprender a aceptar sencillamente por el prestigio de los padres.

Quiérelo con detalles, con tu tiempo, con tu presencia, con tu ánimo y con tus palabras pero no evitando que consiga cosas por sí mismo, esforzándose y superándose.

Enséñale a enfrentarse a la injusticia. Utiliza para ello las reuniones familiares. En ellas tus hijos se implicarán y podrán defender sus puntos de vista, respetando los de los demás. El objetivo es que, con el tiempo, sean capaces de defender sus principios y actuar en consecuencia.

Enséñale deportividad, enséñale a jugar limpio. El deporte es una gran herramienta para fomentar el esfuerzo, la perseverancia y la superación de uno mismo.

Establece unas normas claras y sus consecuencias. Asegúrate que todos las conocen y trata de cumplirlas, tú el primero. Un solo consejo: sé consecuente con ellas.

Fomenta el sentido del humor. Evita sobredimensionar los problemas con buen humor y alegría. Un padre o una madre divertidos y alegres son tan o más dignos de crédito que aquellos padres huraños y culpabilizadores.

Formula y comparte un enunciado familiar que guie vuestro comportamiento: Esta familia hace lo que debe, no solo lo que le apetece
Fuente: Solo Hijos News

miércoles, 29 de abril de 2009

Precocidad sexual, una cuestión de educación en valores


La tasa de fecundidad adolescente precoz se triplicó en la Argentina en los últimos 40 años: más de 3 mil bebés nacen anualmente de chicas de entre 10 y 14 años y hay 900 mil madres niñas en todo el territorio nacional, según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación. Es decir, 3 de cada 20 argentinos son hijos de madres adolescentes.

El estudio, realizado por investigadores del Centro de Estudios de Población, señala que esas niñas mamás tuvieron hijos con hombres que las superan en al menos 10 años –en el 80 por ciento de los casos–, o en 20 años –en el 20 por ciento restante–.

La cantidad de nacimientos de madres menores de 15 trepó a 3.050 casos en 2001, contra los 986 que se registraban en 1960. Mientras tanto, desde hace seis años, existe en el país la ley 25.673, que incluye el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable y tiene como propósito “contribuir a mejorar la estructura de oportunidades”.

Cuidados.

Un estudio reciente del Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam) indica que cerca de la mitad de las madres adolescentes argentinas no se cuidó en su primera relación sexual porque pensaba que en esa etapa no había riesgo de embarazo.
La investigación revela, sin embargo, que un 84 por ciento de esas jóvenes sabía de la existencia del preservativo y un 82 por ciento sabía de las pastillas anticonceptivas, aunque el 47 por ciento de ellas no se cuidó cuidarse en esa primera relación.

Educación.

Por otro lado, el 83 por ciento de los adolescentes manifestó haber recibido algún contenido de educación sexual en la escuela, aunque el 58 por ciento dijo haber tenido sólo una charla en toda su escolaridad a una edad promedio de 13 años y sólo uno de cada dos recibió educación sexual de sus padres, según el estudio del Celsam. (Crítica de la Argentina, pág. 18, 28/4/09)

Comentario Editorial:

Esta noticia revela la ligereza con la cual se encara la precocidad en las relaciones sexuales y también la poca relevancia que tiene el fondo de la cuestión que, para muchos entre los cuales me incluyo, necesitaría un enfoque diferente como es el de la "Educación para el amor". Si no se comienza desde el hogar a influir en la formación para el amor, seguirán produciéndose estos embarazos en miles de niñas que, influenciadas muchas veces por la cultura que las impulsa cada vez más a tener relaciones sexuales como "por diversión o por deporte", se inician en un camino que no tiene retorno sin dejar secuelas.
¿Acaso pasó de moda aquella educación que nos daban nuestras familias alentándonos al "ya vas a tener tiempo para experimentar el amor sexual, todavía hay intereses que deben preocuparte y ocuparte". Nuestras madres, no hace mucho, nos decían que valía la pena esperar a quien realmente mereciera nuestra entrega en cuerpo y alma. Hoy sabemos que eso se ha desvirtuado, en parte por los programas de televisión que presentan personajes cada vez más chicos obrando como adultos acabados.

La sexualidad y en particular la genitalidad, que es la manera de consumar el acto sexual que conduce a la fecundación, es un acto que se rige por valores: en primer lugar la responsabilidad, tanto del varón como de la mujer, para hacerse cargo de la posible consecuencia de un acto realizado por instinto o porque todos y todas lo hacen.

Quizá ha llegado la hora, no de volver atrás, a cuando nuestras madres nos daban los consejos antes mencionados porque estamos en otra época, pero sí, de comenzar por donde se debe comenzar en educación sexual, primero la reflexión con los jóvenes y niños: qué quieren para sus vidas, si están en condiciones de afrontar y hacerse cargo de la llegada de un bebé al mundo con todo lo que eso implica; y luego sí, en caso de que alguna de las adolescentes decida tener relaciones sexuales genitales, instruirla sobre la manera de evitar un embarazo no deseado, comenzando por aquéllos métodos que no agreden a su organismo.

Y como la consecuencia casi siempre recae sobre la adolescente y su familia, concientizar a los padres de los varones para que vuelvan a la vieja práctica de respetar a la mujer (aunque sabemos y comprobamos que muchas veces son ellas las que inducen a los varones para tener relaciones)

En definitiva, no se trata de prohibir, sino de educar en la libertad responsable, cosa que compete a la familia en primer lugar y en segundo lugar a la escuela como acompañante de la familia en la educación de los hijos. Y recordando siempre que el Estado es subsidiario de la familia y no el que tiene que entrometerse en las cuestiones privadas haciendo de estos temas políticas de estado que reemplacen el discernimiento personal y familiar que parte de una buena educación integral de la persona en materia de humanidad.

La educación familiar pasa también por la contínua formación de los padres para poder responder a estas cuestiones, especielmente en el caso de las familias más humildes, que son las que quizá, dejan la resolución en manos del estado o de otras mediaciones.

María Inés Maceratesi

sábado, 11 de abril de 2009

Una educación inteligente

Hay muchos padres que centran la educación exclusivamente en los conocimientos, en los idiomas, en las habilidades musicales o deportivas, o en cosas semejantes. Atiborran a sus hijos de academias y de gimnasios, de enciclopedias, ordenadores y diplomas, y luego se olvidan de hacer de sus hijos personas de criterio, con carácter y personalidad.

Con ese esquema educativo producen criaturas de gran fortaleza física pero que son débiles interiormente, cabezas llenas de conocimientos pero sin templar, hombres y mujeres sin principios firmes. Y al final consiguen lo contrario de lo que buscaban, pues dejan a sus hijos indefensos ante el futuro.

— No cabe duda que es mejor herencia una cabeza bien amueblada y una voluntad fuerte que un montón de títulos y de conocimientos. Pero mejor son las dos cosas.

Por supuesto, pero lo que no sería acertado es sacrificarlo todo en aras de los títulos y los conocimientos.

Es preciso lograr que padres e hijos piensen sobre cómo son, sobre cómo les gustaría ser, y sobre cómo deberían ser.

Para lograrlo son vitales esas conversaciones sosegadas con cada hijo, procurando formar a un tiempo su cabeza y su corazón, su inteligencia y su voluntad.

Hacerles razonar bien, hacerles capaces de hacer lo que deben hacer, y hacerles quererlo hacer libremente.

Educar la inteligencia
Creo que los padres solemos dar más importancia a educar la inteligencia que a educar la voluntad, y en eso creo que nos equivocamos.

Pienso que si se educara realmente la inteligencia no habría problema, porque cuando las cosas se entienden con claridad y a tiempo, la voluntad se dirige a ellas sin muchas dificultades. Lo que pasa es que a veces se busca sobre todo insuflar conocimientos en vez de en educar realmente la inteligencia.

A veces parece como si la inteligencia fuera el don mejor distribuido, al menos si nos atenemos al escaso número de personas que se quejan de la porción que les ha correspondido en el reparto. Pero cuando un chico es realmente inteligente, enseguida se da cuenta de que sin desarrollar su voluntad apenas hará nada en la vida, y que, si no se esfuerza, lleva camino de ser uno más de los muchos talentos malogrados por usar poco la cabeza.

Con razón se ha dicho que no hay criatura más desgraciada que una gran cabeza huérfana de voluntad, porque esa gran inteligencia, suponiendo que exista, se pierde sin remedio.


Alfonso Aguiló
http://www.interrogantes.net/

domingo, 15 de marzo de 2009

Paternidad Responsable- (Educación sexual) Video

Preguntas para la reflexión:

¿Estamos preparados para responder las preguntas de nuestros hijos?
¿Si no les respondemos nosotros, quién o quiénes lo harán?
¿Por qué es tan difícil para los padres responder preguntas sobre sexualidad a los niños?
¿Hay que responder solamente lo que preguntan o más?
¿No necesitaremos ayuda para responder de acuerdo a lo que preguntan?

Algunos papás y mamás están cada vez más convencidos que para responder las preguntas de los hijos se necesita primero tener algunas herramientas. Es preferible que las adquieran ellos antes de que sus hijos recurran a extraños para que se las respondan.

viernes, 20 de febrero de 2009

Comportamiento infantil


Los niños a veces tienen malas conductas o simplemente "caprichos". Es común observarlo en la calle - por ejemplo o en algún lugar público- la manera en que algunos niños manipulan a sus padres y éstos responden a esta conducta sancionándolos con algún castigo, lo más común un sacudón, un tirón de cabellos o gritos pero esto es contraproducente, pues estas reacciones de los niños no pueden ser sancionadas con castigos y sí, en cambio, aprender a recompensar los buenos actos y actitudes positivas.

El objetivo que persiguen los padres, en general, es que los hijos aprendan pautas de comportamiento, de ahí que será útil buscar técnicas efectivas a largo plazo. Los castigos inmediatos producen un efecto momentáneo pero, las recompensas, dicen los expertos, que consiguen efectos estables y duraderos.
Uno podría preguntarse porqué habría que recompensar una conducta que se supone debe ser la correcta pero debemos pensar que las personas son más proclives a realizar cosas en las que encuentran una compensación y evitan aquéllo que les supone un esfuerzo o dificultad que deducen, no será recompensada.

Los niños, aprenden y repiten mejor aquellos comportamientos que saben les producirá algún beneficio pero los adultos deberán ser prudentes en la forma de administrar las recompensas y sobre todo no abusar de ellas.

Y cuando se habla de recompensas, lo más común es que se piense en algún bien material sin advertir que las recompensas más eficaces no tienen mucho que ver con lo material y sí en cambio, con lo inmaterial como el elogio, la atención, el afecto, la compañía, todas muy económicas y rentables.

Pero ¿qué es lo que debe recompensarse?, cosas simples pero siempre aplicar la recompensa en el mismo momento que el niño realizó algo correctamente ya que si se pospone, se corre el riesgo de que el niño olvide por que lo están premiando. Aún así, no es necesario recompensarlo cada vez que hace algo bueno, sino hacerlo una vez cada tanto para que no pueda especular con la recompensa y así se convierta en alguien que hará las cosas por interés y no porque debe hacerlas.

En el caso de los niños muy conflictivos, si los padres no encuentran conductas que compensar, habrá que informarle al niño sin exaltarse ni de manera violenta, lo poco apropiada que es la conducta que ha tenido hasta ese momento.

Lo más importante es que los padres inculquen a sus hijos nuevas conductas que más tarde les permita sociabilizarse positivamente. Se trata también de aprender a poner límites, algo que muchos padres no hacen por miedo a recibir el rechazo de sus hijos o porque tratan de no repetir patrones autoritarios en los cuales se criaron.

Pero hay padres que no ponen límites porque no saben o por comodidad, ya que es mucho más fácil decir "sí" que "no". Es un gran error porque los niños en el fondo saben que los padres, aunque les pongan límites, los quieren y ellos también quieren a sus padres porque son sus referentes, aunque a veces discutan. Los adultos por su parte, deben conocer sus propios límites porque si ellos no los tienen, tampoco sabrán ponerlos.

A medida que los hijos crecen hay que ir adecuando las técnicas y trabajar en base a la negociación, aún reconociendo que hay asuntos que no son negociables, por ejemplo si un niño o niña asiste a una fiesta y vuelve alcoholizado ¿cuál sería la actitud a adoptar por los padres?.

Las respuestas las tienen que buscar en el seno de la familia, ya que en ella crecieron esos niños y sería útil repasar los valores y normas sobre los cuales se edificó la misma. Es importante sí, no perder la posibilidad de ejercer un estilo comunicativo con los hijos, mostrándoles que estamos diciendo cosas pero acompañando las mismas con gestos corporales que las acrediten; el lenguaje verbal y el no verbal no deben contradecirse.

Una actitud muy importante en estos casos es la coherencia, explicar el por qué de alguna decisión a tomar y actuar de la misma manera que se les pide a los hijos que actúen, escuchando con atención, mirando a los ojos y manteniendo una actitud calma, resaltando lo que hacen bien y poniendo límites que tengan valor sin chantajearlos emocionalmente con dichos como que la mamá se entristecerá si persiste en su conducta.

Si algo está mal, está mal y hay que decírselo, de lo contrario, ¿quién se lo dirá?. Se supone que los padres son los que deben acompañar el crecimiento y dar algunas señales de lo que está bien o mal, para eso son los adultos. El tiempo que se supone se "gasta" en hablar y enseñan o modificar o corregir, redundará en beneficio futuro.

Por último entender que la puesta de límites no avala que el adulto se sobrepase y sea demasiado extricto; los límites sirven para evitar que los niños y niñas crezcan teniendo poca resistencia a la frustración o vayan en camino de ser malos perdedores. Decirles a los hijos que los amamos y hacer que se sientan amados es muy bueno, pero también hay que hacerles saber que no siempre todo cuanto hacen está bien.

La profesora Ángels Geis, experta en estos temas dice que "Pensar que ésto ya lo aprenderá en el colegio, es una equivocación porque la escuela cada año tiene unos profesores diferentes y sólo ocupa un veinticinco por ciento del tiempo del niño"

Textos: María Inés Maceratesi

sábado, 3 de enero de 2009

Padres permisivos, ¿cuál es el límite?


Los psicólogos aconsejan que los padres eduquen a sus hijos e hijas con autoridad, pero marcando unos límites razonables

Establecer un marco de referencia

La comunicación en la familia es el pilar básico para el desarrollo del menor (configuración de su personalidad y modos de relacionarse con los propios miembros de la familia y con los amigos de la calle). Los padres deben escuchar a los hijos y los hijos a los padres. Pero es importante que estos últimos no olviden que, ante todo, ellos son adultos y "los niños necesitan que el adulto haga de adulto, porque como amigos ya tienen a los compañeros de clase, de fútbol o de cualquier otra actividad", señala Àngels Geis.

"Entre padres e hijos debe haber confianza -añade-, pero los padres tienen que hacer de padres, aunque hay gente que no lo vea así". Los adultos constituyen el marco de referencia de los pequeños y, por ello, deben tener un proyecto educativo que establezca las normas. "Puede ser un proyecto de salud, de felicidad, de convivencia... Pero un proyecto claro, porque cuando no se tiene se claudica antes", especifica la profesora, quien considera que aquellos padres que se ríen ante la primera pataleta del hijo, tendrán más difícil corregir ese comportamiento cuando éste sea mayor. "Los límites que no se han impuesto al niño de pequeño son difíciles de imponer cuando es mayor", advierte.

Por su parte, Amparo Novo detalla cómo las personas seleccionan y jerarquizan valores e ideales, estéticas y modas, formas de convivencia y de vida entre los diferentes marcos a los que se enfrentan, desde la dependencia infantil hasta la autonomía personal.

"Las personas seleccionan y jerarquizan valores e ideales, estéticas y modas, formas de convivencia y de vida entre los diferentes marcos a los que se enfrentan"

Estos marcos contribuyen a modelar la conducta, sensibilidad y pensamiento de una persona, por lo que los progenitores deben ser conscientes de que sus hijos e hijas absorberán lo que proyecten sobre ellos.

En este sentido, Àngels Geis diferencia dos tipos de niños: "los que tienen un marco de referencia tan cerrado que no pueden hacer nada y, cuando son mayores, o se rebelan o son retraídos, y los que no tienen un marco claro de referencia, sino límites flexibles, los mismos que si en un momento dado tienen que mostrarse violentos para llamar su atención no dudarán en hacerlo".

"No está claro que se pueda identificar como consecuencia de la permisividad de los padres la conducta violenta de los hijos -contradice Novo-. Resulta exagerado emplear el término 'violencia' para calificar una conducta de desobediencia. Si se habla de niños agresivos, es probable que estos procedan de familias en las que los propios padres tienden a comportarse de forma desequilibrada y antisocial".

Para enseñar a los hijos el camino más adecuado, los padres deben ser conscientes primero del que siguen ellos mismos. Si discuten delante del niño sobre el modo de educarle o se contradicen a la hora de dar una orden, habrá más posibilidades de que el pequeño se confunda y siga su propia trayectoria.

Los padres deben estar convencidos de lo que exigen y no cambiar de idea ya que, aunque pueda parecer lo contrario, los niños que tienen unas normas se sienten seguros porque saben por dónde deben ir. Por ello, ante cualquier duda, se puede pedir ayuda externa de profesionales. "Los padres encuentran muchos recursos en la escuela, aunque a veces ocurre que, cuando se acercan a ella, en lugar de informarles de los logros que consiguen los pequeños, sólo destacan lo malo. Etiquetan y catalogan tanto a los hijos como a los padres, y estos no quieren ir para que alguien les diga sólo lo mal que lo hacen", sentencia Àngels Geis.

Fuente: Consumer Eroski
Àngels Geis, es profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull, en Barcelona

lunes, 10 de noviembre de 2008

"El Diario de la Niñera"


El film "El Diario de la Niñera" fue codirigido por el matrimonio formado por Shari Springer Berman y Robert Pulcini. En esta ocasión han contado con un elenco encabezado por Scarlett Johansson (“El gran truco”, “La dalia negra”, “Scoop”, “Match Point”, “Perdidos en Tokio”), Laura Linney (“El científico del sexo”, “La verdad desnuda”, “Poder absoluto”, “The Truman Show”, “La familia Savage”), Paul Giamatti (“El ilusionista”, “La dama en el agua, “Esplendor Americano”, “Entre copas”, “El planeta de los simios”) y Chris Evans (“Los 4 fantásticos y Silver Surfer”, “Alerta solar”, “Los 4 fantásticos”, “Celular; la llamada final”, “Los reyes de la calle”). El rodaje comenzó el 10 de abril de 2006 con locaciones en Manhattan y Long Island (Nueva York, EUA), Hoboken (Nueva Jersey, EUA) y Ontario (Canadá).

Es la historia enternecedora -y en ocasiones cómica - de Annie Braddock una joven de clase trabajadora de Nueva Jersey que intenta encontrar su lugar en el mundo. Acaba de licenciarse y, aunque su madre se empeña en que se busque un buen puesto en el mundo de los negocios, Annie preferiría cambiar la PDA (Asistente Personal Digital) por el cuaderno de campo de una antropóloga.

Tras un encuentro casual, Annie acaba en la zona más rica y ritualista de Manhattan, el Upper East Side, en nada se parece al barrio donde se crió en Nueva Jersey.. Annie decide escapar de la vida real y acepta el puesto de niñera con una familia adinerada a la que conocemos únicamente como los “Sres. X".

Rápidamente se da cuenta de que la vida nunca es de color de rosa… ni siquiera para la gente con ese alto poder adquisitivo. Su nuevo trabajo requiere que cumpla cada uno de los deseos de la Sra. X y de su malcriado hijo Grayer. Y no solo éso, sino que debe aprender también a evitar el acoso del Sr. X.

La vida se complica aún más cuando Annie se enamora de su vecino, un chico muy apuesto de Park Avenue, lo cual le exige reconsiderar su vida y el camino que ha decidido tomar.


El guión de está basado en la novela satírica “Diario de una niñera”, de Emma McLaughlin y Nicola Kraus publicado en el año 2002, recibiendo muy buenas críticas. Se vendieron millones de copias, pero también tuvo su punto controvertido ya que las autoras, habían trabajado de niñeras en Manhattan para más de treinta familias durante una etapa combinada de ocho años. Al leer este retrato entre mordaz y cómico de una familia increíblemente adinerada de Park Avenue, los medios empezaron preguntarse sobre quién trataba el libro en realidad.

Como en casi todos los films, se enfoca sobre la vida de la protagonista, en este caso la niñera, pero, también es posible advertir la situación del hijo de la adinerada familia que sufre debido al descuido afectivo en el que está inmerso. Si bien sus padres satisfacen hasta su más mínimo capricho, se va convirtiendo en un tirano que descarga toda su frustración afectiva en las ocasionales niñeras que su madre consigue para cuidarlo mientras ella continúa con sus actividades fuera de la casa, las cuales que están orientadas a la caridad y dirigidas a personas desamparadas.

Al llegar Annie, una joven muy dulce, comprensiva, con mucha paciencia y a la vez divertida, el niño se confunde porque nunca había experimentado por ejemplo, el placer de comer algo que su madre no considerara “sano”, como puede ser una hamburguesa o algo dulce.


Este niño está criado para ser un adulto antes de tiempo pero a la vez, va rebelándose y esgrimiendo conductas propias de un tirano.

Annie aguanta y no se da por vencida. Mientras tanto el niño descubre peleas entre sus padres, la infidelidad que su madre le reprocha a su esposo, lo cual, sumado a la ausencia reiterada de ambos y el descuido en el que lo sumergen, hacen que el niño somatice estas situaciones haciendo una crisis. Así Annie se encuentra una noche, sin saber qué hacer ante la elevada temperatura que el niño manifiesta. Avisa a la madre pero ésta no está dispuesta a abandonar su actividad para volver al hogar.



Annie acude entonces a su propia madre (enfermera profesional) para que la ayude en esta instancia. Las dos se ocupan de aliviar al niño de esa crisis hasta la vuelta de su madre, quien se muestra avergonzada (aunque no lo expresa) de su actitud pero, echando a ambas de su casa y despidiendo a Annie por su supuesta incompetencia.

Así el niño sufre otra decepción porque estaba aprendiendo a querer a Annie por quien se siente protegido y amado a pesar de sus berrinches y de cuanto hace para que lo rechace.

Pero Annie, antes de irse de la casa, descubre que la señora, había hecho instalar cámaras en los cuartos para vigilarla y utiliza esa situación para dejarle un mensaje que será luego, una lección para ella.


La mujer asistía con otras madres, a grupos de orientación, en los cuales se intercambiaban experiencias, (entre otras cómo seleccionar una niñera). Lleva el video en el que supuestamente estaban grabados los errores de Annie pero a medida que lo reproducen, todas las madres presentes comienzan a realizar gestos nerviosos y a ella le ruedan lágrimas por las mejillas.

Annie le alertaba en ese video, que su hijo la necesitaba más a ella que a cualquier otra persona o cosa que pudieran darle, que necesitaba también un padre comprensivo y amistoso con él y sobre todo, necesitaba el amor de su familia.

El final nos sorprende con una mamá (la del niño), renunciando a todo por él, incluso a su esposo con quien no podía contar ya que no le interesaban ni su esposa ni su hijo, ni cosa alguna que no fuera su persona y su situación económica.

La mamá de Annie también aprende algo de esta situación ya que tiene que aceptar la realidad: su hija no está dispuesta a realizar ningún trabajo que no le de felicidad.

Ficha Técnica

El Diario de la Niñera ("The Nanny Diaries", Estados Unidos, 2007)

Dirección: Robert Pulcini y Shari Springer Berman.
Producción: Dany Wolf, Gary Binkow, Richard N. Gladstein.
Producción ejecutiva: Bob Weinstein, Harvey Weinstein, Kelly Carmichael.
Guión: Robert Pulcini y Shari Springer Berman; basado en la novela de Emma McLaughlin y Nicola Kraus.
Fotografía: Terry Stacey.
Música: Mark Suozzo. Canciones: Simply Red, Odyssey, Gerge Michael, War,Serge Gainsbourg, Tommy James and The Shondells, Lily Allen, Blondie, Marvin Gaye. Montaje: Robert Pulcini.
Diseño de producción: Mark Ricker.
Vestuario: Michael Wilkinson.
Maquillaje: Heba Thorisdottir.
Sonido: Allan Byer.
Efectos visuales: Harry Dorrington.
Duración: 105'.
Distribuye: GIJEF S.A.
Intérpretes:
Scarlett Johansson (Annie Braddock),
Laura Linney (Sra. X),
Paul Giamatti (Sr. X),
Nicholas Reese Art (Grayer X),
Donna Murphy (Judy Braddock),
Alicia Keys (Lynette),
Chris Evans (el vecino guapo de Harvard).

Comentario:

El cine es uno de los instrumentos con los cuales contamos para la educación, sea en la escuela o en el hogar. Hay muchísimos films y series de televisión (generalmente estadounidenses) de las cuales se pueden extraer importantes enseñanzas, con la ventaja que la imagen nos proporciona, ya que en estos tiempos, especialmente los más jóvenes, viven nutriéndose de lo visual más que de las palabras. El film que comentamos, se puede analizar desde varios aspectos. Es clave el personaje de la niñera como para ver la situación actual de la juventud cuando se plantea su vocación, pero también es posible hacerlo desde la familia en la que desempeña su labor o desde el niño que tiene que cuidar. Muy buena película.

lunes, 18 de agosto de 2008

Cómo hablar con los hijos sobre las drogas


La información es una estrategia fundamental en la prevención del consumo de drogas. Es importante hablar con los hijos y fomentar la comunicación y el diálogo, ya que todas ellas son armas preventivas con un valor fundamental para la toma de decisiones.

Pero la información por sí sola, siendo un instrumento necesario e importante al servicio de la prevención, no es suficiente, ni siquiera constituye la base fundamental de la actuación de padres y madres. Para que una información concreta influya en un comportamiento, ésta debe englobarse en un proceso activo de aprendizaje. Hay que reforzarla desarrollando en nuestros hijos actitudes críticas respecto a los consumos; haciéndoles pensar más que diciéndoles lo que seguramente ya conocen; fomentando su capacidad de decidir y de valorar los riesgos que conlleva el uso de las drogas.
Ejemplos:

¿me divierto más cuando bebo?
¿por qué asociamos el alcohol a la diversión?
¿por qué se fuma aún sabiendo que es malo?
¿me gustaría que mi hermano pequeño tomase pastillas?

Este objetivo sólo es posible si...

Existe un clima familiar adecuado que facilite una comunicación abierta, bilateral y sincera y que invite a consultar dudas y exponer experiencias sobre éste y otros temas. Si no hablamos con nuestros hijos habitualmente, si no les conocemos, si no tenemos espacios para la convivencia, si censuramos pensamientos y temas, es difícil poder abordar esta materia con naturalidad.

Los padres mantenemos nuestra capacidad de influencia, lo cual se consigue respetando las opiniones ajenas y ofreciendo una información válida y veraz. Tenemos que escuchar atenta y respetuosamente las opiniones de nuestros hijos, lo que no significa que aceptemos dichas opiniones.

Los padres nos sentimos seguros. Para ello tenemos que estar informados sobre las nociones básicas de las drogas y sus consumos, sin que esto signifique que debamos ser expertos en la materia. Podemos admitir el desconocimiento sobre alguna cuestión, proponiendo la búsqueda conjunta de información sin perder seguridad en nosotros mismos.

Evitamos los interrogatorios, a favor de un diálogo bilateral. Para ello conviene rechazar las preguntas cerradas (¿quién?,¿a qué hora?, ¿cuánto?,...) y optar por preguntas que inciten a la reflexión (¿cómo te sientes?, ¿qué pensaste en ese momento?, ¿cuál es tu opinión?,...). Junto a estas preguntas intercambiar informaciones, comentarios y opiniones personales.

Para informar a nuestros hijos sobre las drogas debemos tener en cuenta quién informa, cuándo, a quién y cómo:

¿Quién informa?

La persona debe ser cercana y creíble. Con capacidad de influencia sobre la persona. Capaz de hablar con naturalidad y sin ceremonias.
Alguien que pueda utilizar su lenguaje y tener presentes sus preocupaciones, necesidades y deseos.

¿Cómo hablar sobre las drogas en función de la edad?

Fundamentalmente, ante la demanda explícita por su parte o cuando intuyamos que tienen interés por conocer. También podemos aprovechar momentos propicios para una intervención (programa de TV, situación de consumo en la calle,…). Ahora bien, conviene evitar lanzar mensajes de forma continuada e indiscriminada ya que los mensajes repetitivos pierden eficacia.

Cuando los hijos son pequeños pero ya están en Primaria, es normal que nazca el interés por las drogas socialmente aceptadas, sobre todo, el alcohol y el tabaco. Es un momento en el que no procede informar sobre otras sustancias a no ser que la situación lo requiera.

Lo importante es responder siempre ante sus demandas. Los padres debemos mostrar una total disponibilidad para atender cualquier pregunta o cuestión y no rechazarlas incluso en situaciones comprometidas. Siempre que sea posible, hay que elegir momentos adecuados, sin tensiones ni interrupciones.

Cuando son adolescentes o jóvenes, es conveniente dialogar sobre las drogas, sus efectos, los motivos por los que la gente los consume,... de forma natural y continuada en las relaciones cotidianas. No intentar agotar el tema en un solo día. En este momento , ya se pueden abordar las otras sustancias, siempre y cuando hayamos detectado la necesidad de saber o le sean cercanas.

¿Cómo hablamos de drogas? ¿Con qué tipo de mensajes?

• Mostrando una actitud clara y firme de rechazo al consumo, especialmente en menores de edad.
• Adecuando los contenidos a la edad, la madurez, la capacidad de comprensión, la experiencia previa, las expectativas y las circunstancias concretas de la persona que demanda la información.
• Respetando sus puntos de partida: para que resulte válida la información, debemos partir de lo que ellos conocen, de su experiencia, de sus ideas erróneas (que manejan como ciertas), de lo que quieren saber y de su percepción personal del tema.
• Con información objetiva, veraz y realista. Evitando dramatizar, amenazar o exagerar sobre los efectos de las sustancias. Tampoco es conveniente banalizar los consumos o ciertas formas de los mismos.
• Dando la información ajustada, no más de la necesaria.
• Destacando las ventajas del no consumo frente a enfatizar los inconvenientes del consumo.
• Usando mensajes cortos, sencillos y claros, que incluyan ejemplos cercanos al estilo de vida familiar. Evitando mostrar situaciones extremas y poco comunes para enfatizar los riesgos del consumo.
• Utilizando un lenguaje sencillo , sin tecnicismos, ni palabras de argot .

La influencia de las pautas familiares en los primeros consumos

La familia, por su carácter educativo y preventivo, tiene una responsabilidad respecto a sus hábitos de consumo de drogas, ya que ofrece un modelo a imitar y un aprendizaje que puede determinar el inicio de ciertos consumos. No se trata de eliminar completamente el uso de drogas legales en la familia, ya que convivimos con ellas. Se trata, más bien, de analizar estas situaciones y ejercer algún control sobre ellas.

Claves preventivas en los hábitos de consumo familiar:

1. Regular el hábito delante de los hijos: consumo moderado, responsable y respetuoso.
2. Evitar normalizar consumos y respetar la ley (que los menores no compren alcohol).
3. Reducir riesgos cuando se consume (comer algo cuando se bebe).
4. Reconocer que puede dañarte el consumo. Evitar argumentos de tipo “me hace falta”, “de algo hay que morir”, “no soy persona si no me lo tomo”,...
5. Evitar por completo consumos de alcohol y tabaco en situaciones de riesgo .
6. No ofrecer alcohol a pequeños aunque se esté en una celebración.
7. Mantener el botiquín poco accesible, bien cerrado y al día.
8. Evitar la automedicación, trasmitiendo prudencia en el consumo de medicinas y respeto al criterio médico.
Fuente: Intercampus

miércoles, 23 de julio de 2008

Estilos de comunicación


Los estilos de comunicación

Desde que nacemos, todos mostramos una tendencia hacia la expresividad o hacia la introversión. Más tarde, la educación que recibimos hace que esa tendencia natural se haga más o menos fuerte. En la educación de nuestros hijos sobre su forma de relacionarse influimos decisivamente los padres pues somos sus modelos a imitar. Por ejemplo, si tratamos con desconsideración a nuestra pareja, desarrollamos un estilo agresivo que es probable que reproduzcan nuestros hijos con sus amigos.

Existen distintos estilos de relación pero, a grandes rasgos, se pueden agrupar en tres modelos:

• Estilo agresivo:

Se caracteriza porque expresamos pensamientos, sentimientos y opiniones de una manera inapropiada: amenazante, sin respetar al otro, o imponiendo nuestro criterio.

• Estilo pasivo:

Se caracteriza porque no somos capaces de expresar abiertamente sentimientos, pensamientos y opiniones o lo hacemos con falta de confianza.

• Estilo asertivo.

Este estilo implica respeto hacia uno mismo, al expresar nuestras necesidades y defender nuestros derechos así como respeto hacia los derechos y necesidades de los demás.

¿Sabemos escuchar?

Para las personas, ser escuchadas significa "ser", porque así tenemos la experiencia de ser tenido en cuenta, de ser aceptados tal como somos, de ser respetados y queridos y eso nos mueve a vivir siendo nosotros mismos.

En la vida cotidiana nos podemos encontrar con distintas formas de escucha:

• La escucha pasiva, que se caracteriza por una actitud de indiferencia. Se aparenta escuchar, pero realmente no hay una intención de hacerlo.

Supone un menosprecio hacia la persona que habla, "me oye, pero no me escucha".
En esta escucha pasiva, la comunicación es pobre y genera muy poco bienestar a los interlocutores, pues el sentimiento que acaba imponiéndose en el que habla es de frustración e insatisfacción, al tiempo que el que escucha transmite desinterés.


• La escucha activa o emocional que podríamos definir como un "silencio cálido" permite a la persona mostrarse tal cual es, abrirse y mostrar sus sentimientos, pensamientos, etc.
La escucha activa nos permite centrarnos en lo que nos comunica la otra persona, tanto en el contenido como en los sentimientos y necesidades que expresa.


Esta actitud permite que la comunicación sea realmente eficaz y es imprescindible para conocer a nuestros hijos. Además, la sensación de sentirse escuchados aumenta la probabilidad de que se comuniquen más

Pistas para escuchar:


• Buscar el momento adecuado
• Evitar hacer juicios a priori.
• Empezar a practicar esta habilidad con temas no conflictivos.
• Contextualizar lo que se escucha en el momento evolutivo del hijo.
• Mirar a los ojos.
• Realizar gestos de asentimiento.
• Comprobar que estamos entendiendo (hacer preguntas aclaratorias)
• Resumir con nuestras palabras lo que el hijo nos narra.

• Identificar el sentimiento que hay detrás de lo que habla.

(Continuará)

Fuente: Intercampus