jueves, 23 de octubre de 2008

Sin lectura no hay escritura


Nunca se termina la posibilidad de curiosear, aprender, conocer; si leímos mucho entendemos que nos falta mucho más por descubrir y no nos alcanza la vida.

Reportaje a Gustavo Roldán, Escritor

EM: La Educación en nuestras manos: En uno de tus últimos cuentos El camino de la hormiga decís que naciste en el Chaco y te criaste "en el monte junto al río Bermejo, ahí donde el fuego sigue conservando el misterioso poder de reunir a los hombres y despertar la pasión por los cuentos". ¿Esta pasión por los cuentos es la que despertó tu vocación por escribir?

Gustavo Roldán: Crecí escuchando cuentos que contaban los arrieros, los domadores -todos hombres de a caballo- en la rueda del mate, mientras se hacía el fogón para el asado. Cuentos folclóricos, tradicionales, esos que hace siglos van dando vuelta al mundo; de aparecidos, de mentirosos. Me gustaba escuchar, una vez y otra vez y mil veces. Allí estaba yo, sentado, metido entre las patas de los grandes, porque quería ser un domador igual que ellos. Ninguno sabía leer y escribir, pero sabían contar historias, tocar la guitarra, cantar, andar a caballo, enlazar, domar; una suma de méritos que me parecían admirables. Sin pedirme permiso me llevaron a la escuela. Yo no quería ir por un motivo muy simple, que discutí largo y tendido con mi padre: si quería ser domador y ninguno de esos señores que admiraba sabía leer y escribir, ¿para qué quería saber leer y escribir?

EM: Pero te mandaron igual.

G.R.: Me mandaron igual. Pero me quedó ese gusto por las historias, por esos cuentos que significaron momentos de maravilla, de iluminación, de alegría. Sigo convencido que hacen desarrollar la imaginación, la inteligencia, la creación. Después, entre tantas cosas que uno fue haciendo en la vida, me siguió gustando leer cuentos. Hasta que un día decidí que además de leer quería escribir. Y lo hice muchos años, pero sólo para grandes. Mucho después y gracias a una mala compañía como Laura Devetach, se me ocurrió que podía escribir para chicos y me gustó. Una experiencia muy tardía, soy una especie de joven escritor. Y aquí estoy, ensuciando papeles.

EM: En cierto sentido tus personajes parecen reflejar ese origen. ¿Cómo surgen, qué tienen que ver con el monte, el misterio y todo eso?

G.R.: Ese monte en el que me crié, en el que las casas están unas muy lejos de las otras, en el que no hay vecinos y no hay chicos para jugar, hizo que me pasara todo el día mirando y jugando con los animales. Los monos, los coatíes, las lagartijas, la iguanas: estaban todos allí, tras el patio de mi casa. Aprendí a conocerlos, a quererlos. Después, sumando y restando múltiples cosas, usando ciertas trampas que necesita un escritor en un mundo lleno de prohibiciones y de censuras, pensé que los animales tienen más permiso para hacer ciertas cosas, decir barbaridades que no les gusta a la gente que se digan. Creo que la función del escritor es decirlas, aunque no les guste a los gobiernos, a la gente de buena conducta. Esta especie de pequeño distanciamiento hace que nadie advierta del todo lo que se está diciendo. Un sapo puede hacer cosas con más permiso y esos permisos van quedando.

EM: ¿Vos te referís a temas que no se hablan con los chicos?

G.R.: La censura, en especial en cuentos para chicos, nunca dejó de existir. No se habla con los chicos de los temas fundamentales, de aquellos que verdaderamente les interesa saber. Parece que hay que contarles cuentos pavotes que no contengan conflictos.

EM: ¿Qué temas te parece que los chicos quieren escuchar?

G.R.: Temas que son tabú y que son difíciles de manejar. Quieren saber sobre la vida, el sexo, la muerte. No quieren saber acerca del conejito desobediente que aprende a obedecer a la mamá. Tienen otros conflictos, otros problemas. A los chicos hay que decirles todo lo importante, para lo otro está la televisión que se encarga de hablar tonteras.

EM: Elegís como personajes, al sapo, a las hormigas y otros animales que pertenecen al monte, ¿por qué?

G.R.: Primero porque son de mi región, del monte chaqueño. Estamos tan colonizados que hasta los animales lo están. Hablamos de un león africano, un elefante, una jirafa, que son bellísimos sin dudas, pero quiero que los chicos conozcan nuestros animales. Tenemos una fauna enorme, riquísima. Segundo, con toda mala intención elijo protagonistas como el sapo, el piojo, la pulga, el bicho colorado. Son los de abajo. Creo que si alguien va a cambiar el mundo son los de abajo. A los de arriba no les interesa cambiar ya que está bien hecho para ellos. Los de abajo son ignorados, marginados, no tienen prestigio. Yo estoy cerca del sapo, del piojo. Además, como mencioné antes, funciona la teoría del distanciamiento. Al mencionar conflictos actuales se pueden producir reacciones, porque hay muchos preconceptos obrando sobre cuestiones políticas, religiosas, sexuales. Si decimos piqueteros, la mitad de los lectores puede pensar "esto no me gusta"; pero puede haber una pulga rebelde.

EM: ¿Qué nos dirías a los docentes, qué permisos debiéramos darnos en el aula?

G.R.: La lectura es fundamental, sin lectura no hay escritura. Si no conocemos los grandes poetas y escritores, no se puede escribir. Entonces, primero leer. Y no hacer caso a las recomendaciones de los libros. Si dice "para lectores de 7 a 9 años", hay que sospechar de ese libro. Los chicos de una franja de edad no viven las mismas experiencias y en todo caso cada cual se aproxima como puede. Un cuento tiene un espectro amplio de lectores. Por ejemplo, un lector de cinco años tiene una enorme ventaja: no sabe leer; se lo deben leer, por lo tanto disfruta. El de ocho debe leer por sí mismo y como está en el trabajo de leer, tiene muchos problemas que resolver y puede abrumarse.

EM: ¿Leer en voz alta o en voz baja?

G.R.: La poesía es música y si le sacamos el sonido está perdiendo la mitad de sus posibilidades. Es importantísimo el tono, la forma en la que se leen los cuentos, por ello siempre hay que leerles a los chicos.Además con la lectura no podemos hacer un trabajo para mañana, ni preguntar cuál es el personaje principal. Si me lo preguntan después de haber leído una novela de Cortázar, pienso "tengo que dar examen", no leo más. Tiene que ser libre, conversamos al finalizar, pero como lo hacemos cuando vamos al cine con amigos, si lo deseamos. Tomamos los problemas, los conflictos y los comentamos. La escuela tiene que enseñar dos más dos es cuatro y mañana todos tienen que saber que dos más dos es cuatro. Todos lo mismo, porque hay una sola verdad. La literatura no funciona para mañana, es de una lentitud fenomenal, pueden pasar años y seguir recibiendo aportes de ese cuento que quedó dando vueltas. Además Juan tendrá una versión y María otra y la mía será una hoy y dentro de unos años otra.

EM: Desarrollaste los aspectos de la lectura, pero componer un cuento es un trabajo y a veces se cree que es pura creación, yo creo que no es así. ¿Vos qué opinás?

G.R.: Seguramente uno, dos, a lo sumo cinco, se inspirarán y les saldrán las cosas de una tirada, pero son excepciones. Para los demás mortales, entre los que me incluyo, es un problema de trabajo. Horas "culo-silla". Entonces comienza a surgir. Se trata de dar vueltas y vueltas hasta que comienza a aparecer una historia. Por otro lado si se debe escribir una carta a la mamá con la que se está todos los días se pierde el sentido. Es difícil decirle algo a alguien que no necesita que se lo digas por escrito, en ese caso no importa escribir. Otro tema pendiente en la escuela es la evaluación y poner un número. Todos no tenemos las mismas posibilidades, no partimos desde la misma línea. Las diferencias son monstruosamente grandes a favor de unos y en contra de otros. Esos números que se les ponen son parte, como muchas cosas en el sistema, de una ley despareja. Lo importante es hacer que los chicos lean y disfruten, se enteren, corran, jueguen, escriban, no para ser Maradona, escritor o médico, sino para ir aprendiendo acerca del mundo. Seguro que todos tendrán alguna habilidad, se destacarán más en una cosa que en otra. Finalmente, otra desventaja que corre en contra de la escuela es que al escribir, lo esencial es la desprolijidad. Pero el mandato es muy fuerte porque aunque no lo diga la maestra, cada chico sabe que tiene que ser prolijo, es una exigencia que está en el aire, se lo dijeron en su casa, su mamá, su papá, su abuelita. Nada de cuadernos ajados muy usados.

EM:Es como si en la escuela nos quedáramos con la forma y no con el fondo.

G.R.: Totalmente. La apariencia, la prolijidad, la limpieza, no sirven para ser escritor, servirá para otras cosas, no sé para cuáles, pero no para ser escritor. Hay que ser desprolijo, es un momento de libertad, de apuro, de necesidad, de dejar volar la imaginación; hay que estar preocupado por la historia, por el tema, por lo que se va a decir, lo que se contará. Yo les digo a los chicos, y a más de una maestra se le pone los pelos de punta, ninguna goma de borrar cuando se está escribiendo, hay que tachar, nada que nos detenga en hacer la historia, en esos momentos no se puede ser prolijo, son cosas que se chocan. Además las maestras se han convertido en lectoras de Graciela Montes, de Gustavo Roldán, de Laura Devetach, esas son lecturas para su trabajo de maestras, deben leer sus libros, los libros propios para grandes. Los chicos que son medio animales y que sienten por la piel, por todos lados, no les creen. Se dice "hay que leer" y no ven a las maestras leyendo, ni interesadas por sus libros. Se tiene que ser lector para trasmitir ganas de leer. Los chicos no creen en las palabras, están viendo los gestos, las actitudes y no los convence el hecho de que hay que leer porque sí. Hay que transmitir que es mejor leer que no leer, porque uno se enriquece, se recrea y disfruta.

EM: Además implica un gran completamiento, un desafío de parte del lector

G.R.: Exacto, tienen que trabajar y tiene que ser difícil. Lo fácil no sirve, me tiene que costar trabajo sino no pasa nada, no hay crecimiento (no hago referencia al descifrado). Cuando leemos un buen libro es porque no nos deja tranquilos, nos quedamos con cincuenta preguntas. Para saber cuánto es dos más dos miro televisión y encuentro seguridad. En cambio leer esto nos ayuda a enriquecernos.

G. B.

Fuente: SUTEBA - Suplemento Digital de la revista La Educación en nuestras manos N° 47; 22 de octubre de 2008

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