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martes, 6 de abril de 2010

Dormir la siesta estimula la memoria


Los niños de uno a tres años reponen fuerzas y mejoran el almacenamiento de la memoria a corto plazo

La siesta durante la infancia es fundamental, sobre todo en los tres primeros años. En este periodo, el niño adquiere las bases necesarias para aprender de forma adecuada nuevos conocimientos y relacionarse con el mundo que le rodea. Esta pausa ayuda al cerebro a retener la información. Así lo certifican investigadores del Departamento de psicología de la Universidad de Arizona, en EE.UU., que concluyen que las siestas son una parte integral del aprendizaje de los más pequeños. Este trabajo se une a otros que ya destacaban cómo descansar durante el día reactiva y agudiza la mente.

Más allá de curar el cansancio prolongado, el sueño facilita el almacenamiento de la memoria a corto plazo y deja espacio para nueva información. En los niños de uno a tres años, además, una siesta durante el día aumenta las posibilidades de alcanzar un nivel avanzado para discernir lo importante de lo irrelevante. Ésta es una de las conclusiones que se extraen de un trabajo estadounidense presentado en la reciente reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAC), celebrada en San Diego (EE.UU.). Los investigadores analizaron las respuestas (mediante expresiones faciales) de niños de 15 meses de ambos sexos ante frases que habían oído con anterioridad, tras dormir o no unas horas.

Los niños que durmieron una siesta aprendieron una oración o las relaciones entre diferentes frases. Por el contrario, quienes no durmieron, no reconocieron las frases que habían escuchado antes. Los pequeños que dormitaron fueron capaces de generalizar su conocimiento de la estructura de la oración y predecir una nueva frase. Esto sugiere que la siesta favorece el aprendizaje abstracto, es decir, la capacidad de detectar el patrón general de una nueva información (después de una frase, viene otra).

Si bien es conocida la importancia de estimular a lactantes y niños pequeños mediante la lectura, también es conveniente hablarles y exponerles a un amplio abanico de palabras. Estos estímulos deben llevarse a cabo, según los científicos, en un contexto bien regulado en el ciclo diario. Los investigadores aseguran que su trabajo es la primera demostración de que los niños, como los adultos, necesitan dormir para transformar el conocimiento en pensamientos abstractos.

Reponer fuerzas

Además de estos beneficios neurocognitivos, las siestas proporcionan, al acelerado desarrollo físico e intelectual de los niños en esta etapa, el tiempo de descanso necesario para reponer fuerzas. También ayuda a que los menores no lleguen a estados exagerados de agotamiento y tengan dificultades para dormir por la noche. Se ha confirmado que la siesta en la infancia reduce la hiperactividad y la ansiedad en los niños.

Las horas de sueño se limitan a medida que los pequeños crecen: un recién nacido puede dormir de 16 a 20 horas, que se reducen entre 10 y 13 en la etapa que comprende del año a los tres años. Estas necesidades no deben infravalorarse. La siesta diaria es imprescindible en determinadas franjas horarias. Cuando las horas necesarias no se cubren, los más pequeños pueden mostrar signos evidentes de fatiga o, incluso, problemas más sutiles que afectan al comportamiento y al rendimiento escolar.

Conseguir que el niño duerma

Para que un niño duerma la siesta en su primera infancia, hay que seguir una rutina tanto al acostarse por las noches como al dormir la siesta durante el día. Cuando se detecten señales de sueño (estar inquieto o frotarse los ojos), hay que llevarle a la cama para que sea consciente del acto de ir a dormir y concilie el sueño por él mismo. Generar un ambiente agradable (música suave, cuentos o canciones) puede ayudar.

La siesta no debe convertirse en una batalla, aunque se muestre resistencia a dormir, algo habitual a medida que crecen. Supone la oportunidad de realizar actividades más relajadas, como jugar con tranquilidad en su habitación o leer. Si se establece la rutina adecuada, descansar durante el día no tiene por qué interferir en las horas de sueño nocturnas. Está demostrado que dormir durante la tarde tranquiliza el estado de ánimo de los pequeños y facilita la conciliación del sueño por la noche. Al contrario, la fatiga extrema puede ser contraproducente y sobreexcitar tanto a los niños que, en este caso, la conciliación del sueño puede ser difícil.

Más buenas razones

Aunque un reciente estudio sobre "Hábitos de lectura de niños y jóvenes de Cataluña", llevado a cabo por el Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil, asegura que el descanso después de comer no atrae a los más jóvenes -se sitúa justo por delante de ordenar la habitación, que es la última actividad preferida en un listado de nueve-, la mayoría de las investigaciones certifican los beneficios de la misma: la siesta reactiva y agudiza la mente.

Un trabajo llevado a cabo por la Universidad de Berkeley (EE.UU.), revela que una hora de siesta puede mejorar la inteligencia de las personas, ya que despeja la mente y favorece la capacidad de aprendizaje. Según los investigadores, dormir menos horas aletarga la mente. Una noche de insomnio desciende en casi un 40% la capacidad para retener nuevos datos. Los mismos investigadores ya habían corroborado esta afirmación en estudios anteriores.

Fuente: Consumer.es

jueves, 10 de septiembre de 2009

La importancia de los hábitos en la educación infantil

La vida cotidiana es la situación más cercana y más estable para los seres humanos, especialmente para los niños, y por ello es uno de los grandes recursos con los que deben contar sus educadores, padres y profesores: en lo que acontece cada día es donde se realiza su desarrollo. Nadie duda de la importancia que tiene para el niño la vida de cada día y lo que en ella es habitual.

Por eso, hay que darle también mucha importancia a la creación de hábitos y rutinas, que son los que le dan al niño la seguridad de saber qué hacer en cada momento y de conocer las costumbres del grupo social. Deberíamos, primero, establecer la diferencia que hay entre rutina y hábito. La rutina, que puede desaparecer, es una costumbre personal establecida por conveniencia y que no permite modificación, es decir, es inflexible; por ejemplo, colgar la bata en la percha antes de salir de clase.

El hábito, sin embargo, es un mecanismo estable que crea destrezas y que además podemos usar para distintas situaciones: por ejemplo, abrocharse. Tanto las rutinas como los hábitos aportan un componente importantísimo de constancia y regularidad y, por ello, son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar. ¿Qué son los hábitos? Entre todas las definiciones que hemos leído, pensamos que la más aclaratoria es la que Antonia Fernández Gutiérrez hace en el libro La Educación Infantil: “Son costumbres, actitudes, formas de conducta o comportamientos que conllevan pautas de conducta y aprendizajes.

El hábito bien adquirido y usado nos permite hacer frente a los acontecimientos cotidianos”. En la etapa infantil, a la hora de educar, es de mayor interés la creación de buenos hábitos que llegar a poseer unos conocimientos amplios. Los hábitos se forjan con mucha más facilidad y eficacia en los primeros años de vida; es entonces cuando los niños los adquieren porque es el período más crítico, dinámico y potencial de la vida para aprender.

Además, los hábitos que se adquieren en estos primeros años se van adaptando a la personalidad de cada uno, convirtiéndose así en valiosos recursos de identidad personal. La adquisición de hábitos en los niños requiere una labor continuada y metódica por parte del adulto; es una tarea que necesita exigencias de corrección, normas, valores y conductas globales.

Por ello, se debe plantear qué hábitos se van a trabajar con los niños cada día y procurar establecerlos en todos los ambientes que rodean al niño: la familia y el colegio. En la educación de los hábitos sucede que, con frecuencia, los adultos estamos tentados a pensar que sólo pueden adquirirse cuando se ha cumplido determinadas edades.

No obstante, si analizamos nuestra forma de desenvolvernos habitualmente, podemos comprobar que muchos hábitos nos los enseñaron y exigieron muy pronto. Y si no lo hicieron así, es posible que reconozcamos que hemos gastado demasiados esfuerzos y energía para conseguirlos más tarde.

Desde el punto de vista escolar, cada vez son más los alumnos que, teniendo una inteligencia normal, no obtienen buenos rendimientos académicos debido a la ausencia de hábitos básicos: la inteligencia está constituida en gran parte por hábitos y destrezas de muchas capacidades que, desarrollados a tiempo, facilitan el éxito de los escolares en la educación obligatoria.

Expuesta la importancia que tiene para los niños la adquisición de hábitos, sólo nos resta recordar a todos que es una tarea de competencia mixta entre padres y educadores y que plantea la necesidad de que exista, por tanto, una estrecha colaboración para llevar a cabo acciones conjuntas y coordinadas.

El intercambio de información entre padres y profesor-tutor se revela como fundamental. Ambas instituciones, escuela y familia, no deben ser agentes estancos e incomunicados que sólo interactúan en ocasiones muy especiales (periodo de adaptación, reuniones, fiestas, entrega de boletines...). Por ello, el centro escolar debe potenciar la participación activa de la familia en la educación escolar del niño, haciéndole sentir responsable a través de los diferentes medios pedagógicos que se programen a nivel de centro.

Pero no sólo dentro del centro, la educación en casa debe ser consensuada entre ambos, ofreciendo el profesorado pautas científicas y utilizando a la familia como principal medio de información sobre cómo se está produciendo el desarrollo del niño fuera del centro. Ambas instituciones, familia y escuela, son esenciales en la adquisición de valores, hábitos y actitudes del alumno.

Javier Úbeda Ibáñez

viernes, 30 de enero de 2009

¿Ficción o realidad?


Hoy amanecimos en Buenos Aires enterándonos de la muerte violenta de otro adolescente a la salida de un local bailable; ayer en un confuso episodio, un joven de veintitres años fue degollado en la calle por otro de la misma edad. Ésto ocurre en lugares de veraneo en la costa atlántica, pero también en el conurbano bonaerense y en la ciudad. Los noticieron de televisión no escatiman noticias como las citadas que reflejan "una" realidad, solamente "una", la peor, la más sórdida, la que protagonizan adolescentes, en su mayoría entre los dieciocho y veinticuatro años.

La pregunta es ¿por qué?. Siempre existieron hechos violentos, violaciones, consumo de sustancias nocivas, pero nunca como actualmente. Y si sumamos los accidentes automovilísticos protagonizados por algunos jóvenes, llegaremos a alguna conclusión a la que nos lleva el sentido común. Todos hemos sido o somos jóvenes pero no todos nos hemos expuesto al peligro extremos día a día quizá porque había un alerta que nos generaban los adultos y a los cuales adheríamos, a veces con mucha rebeldía, no sin evitarnos tropiezos, dificultades y burlas pero, siempre nos cabía la opción de llegar a nuestra casa y poder confiar nuestras dudas, nuestras preocupaciones y vicisitudes a nuestros padres o a algún referente mayor que podía ser algún hermano o hermana, y hasta algún vecino en el que confiábamos.

No es fácil hoy ser adolescente, pero tampoco es fácil ser adulto porque nos encontramos con innumerables dificultades, comenzando por la violencia que nos provoca la imposibilidad de conseguir trabajo por ser considerado fuera del target solicitado, o sea joven de menos de treinta años. Pero este es otro tema. La televisión -dicen- puede ser un factor desequilibrante para los adolescentes por la temática de los programas y series emitidas. Y es posible debido a la inmadurez de muchos televidentes (jóvenes y no tanto) que suelen confundir ficción con realidad y poseen una falta de personalidad que los lleva a imitar todo cuanto ven.

Si en cambio se nos inculcara desde el hogar y desde la escuela la posibilidad de hacer una lectura crítica de lo que se ve en televisión y se oye en la radio, sería diferente. No quiero pasar por ingenua ni minimizar los riesgos de una programación decadente pero estoy convencida que falta educación para canalizar la fantasía, comprenderla como tal y una vez concluido el programa en cuestión, volver a la realidad propia de cada uno y seguir siendo la misma persona, es la clave. También estoy convencida de que se necesita un compromiso serio de los Medios de Comunicación y del estado pero sobre todo, de la FAMILIA, que es anterior al estado y a todo. ¿Estaré tan equivocada?.

Vale la pena leer esta nota publicada por "La Nación"

El furor por las series adolescentesLos pobres chicos ricos del cable

Dueños de una situación económica privilegiada y una vida personal turbulenta



lanacion.com Espectáculos Jueves 29 de enero de 2009

jueves, 23 de octubre de 2008

Sin lectura no hay escritura


Nunca se termina la posibilidad de curiosear, aprender, conocer; si leímos mucho entendemos que nos falta mucho más por descubrir y no nos alcanza la vida.

Reportaje a Gustavo Roldán, Escritor

EM: La Educación en nuestras manos: En uno de tus últimos cuentos El camino de la hormiga decís que naciste en el Chaco y te criaste "en el monte junto al río Bermejo, ahí donde el fuego sigue conservando el misterioso poder de reunir a los hombres y despertar la pasión por los cuentos". ¿Esta pasión por los cuentos es la que despertó tu vocación por escribir?

Gustavo Roldán: Crecí escuchando cuentos que contaban los arrieros, los domadores -todos hombres de a caballo- en la rueda del mate, mientras se hacía el fogón para el asado. Cuentos folclóricos, tradicionales, esos que hace siglos van dando vuelta al mundo; de aparecidos, de mentirosos. Me gustaba escuchar, una vez y otra vez y mil veces. Allí estaba yo, sentado, metido entre las patas de los grandes, porque quería ser un domador igual que ellos. Ninguno sabía leer y escribir, pero sabían contar historias, tocar la guitarra, cantar, andar a caballo, enlazar, domar; una suma de méritos que me parecían admirables. Sin pedirme permiso me llevaron a la escuela. Yo no quería ir por un motivo muy simple, que discutí largo y tendido con mi padre: si quería ser domador y ninguno de esos señores que admiraba sabía leer y escribir, ¿para qué quería saber leer y escribir?

EM: Pero te mandaron igual.

G.R.: Me mandaron igual. Pero me quedó ese gusto por las historias, por esos cuentos que significaron momentos de maravilla, de iluminación, de alegría. Sigo convencido que hacen desarrollar la imaginación, la inteligencia, la creación. Después, entre tantas cosas que uno fue haciendo en la vida, me siguió gustando leer cuentos. Hasta que un día decidí que además de leer quería escribir. Y lo hice muchos años, pero sólo para grandes. Mucho después y gracias a una mala compañía como Laura Devetach, se me ocurrió que podía escribir para chicos y me gustó. Una experiencia muy tardía, soy una especie de joven escritor. Y aquí estoy, ensuciando papeles.

EM: En cierto sentido tus personajes parecen reflejar ese origen. ¿Cómo surgen, qué tienen que ver con el monte, el misterio y todo eso?

G.R.: Ese monte en el que me crié, en el que las casas están unas muy lejos de las otras, en el que no hay vecinos y no hay chicos para jugar, hizo que me pasara todo el día mirando y jugando con los animales. Los monos, los coatíes, las lagartijas, la iguanas: estaban todos allí, tras el patio de mi casa. Aprendí a conocerlos, a quererlos. Después, sumando y restando múltiples cosas, usando ciertas trampas que necesita un escritor en un mundo lleno de prohibiciones y de censuras, pensé que los animales tienen más permiso para hacer ciertas cosas, decir barbaridades que no les gusta a la gente que se digan. Creo que la función del escritor es decirlas, aunque no les guste a los gobiernos, a la gente de buena conducta. Esta especie de pequeño distanciamiento hace que nadie advierta del todo lo que se está diciendo. Un sapo puede hacer cosas con más permiso y esos permisos van quedando.

EM: ¿Vos te referís a temas que no se hablan con los chicos?

G.R.: La censura, en especial en cuentos para chicos, nunca dejó de existir. No se habla con los chicos de los temas fundamentales, de aquellos que verdaderamente les interesa saber. Parece que hay que contarles cuentos pavotes que no contengan conflictos.

EM: ¿Qué temas te parece que los chicos quieren escuchar?

G.R.: Temas que son tabú y que son difíciles de manejar. Quieren saber sobre la vida, el sexo, la muerte. No quieren saber acerca del conejito desobediente que aprende a obedecer a la mamá. Tienen otros conflictos, otros problemas. A los chicos hay que decirles todo lo importante, para lo otro está la televisión que se encarga de hablar tonteras.

EM: Elegís como personajes, al sapo, a las hormigas y otros animales que pertenecen al monte, ¿por qué?

G.R.: Primero porque son de mi región, del monte chaqueño. Estamos tan colonizados que hasta los animales lo están. Hablamos de un león africano, un elefante, una jirafa, que son bellísimos sin dudas, pero quiero que los chicos conozcan nuestros animales. Tenemos una fauna enorme, riquísima. Segundo, con toda mala intención elijo protagonistas como el sapo, el piojo, la pulga, el bicho colorado. Son los de abajo. Creo que si alguien va a cambiar el mundo son los de abajo. A los de arriba no les interesa cambiar ya que está bien hecho para ellos. Los de abajo son ignorados, marginados, no tienen prestigio. Yo estoy cerca del sapo, del piojo. Además, como mencioné antes, funciona la teoría del distanciamiento. Al mencionar conflictos actuales se pueden producir reacciones, porque hay muchos preconceptos obrando sobre cuestiones políticas, religiosas, sexuales. Si decimos piqueteros, la mitad de los lectores puede pensar "esto no me gusta"; pero puede haber una pulga rebelde.

EM: ¿Qué nos dirías a los docentes, qué permisos debiéramos darnos en el aula?

G.R.: La lectura es fundamental, sin lectura no hay escritura. Si no conocemos los grandes poetas y escritores, no se puede escribir. Entonces, primero leer. Y no hacer caso a las recomendaciones de los libros. Si dice "para lectores de 7 a 9 años", hay que sospechar de ese libro. Los chicos de una franja de edad no viven las mismas experiencias y en todo caso cada cual se aproxima como puede. Un cuento tiene un espectro amplio de lectores. Por ejemplo, un lector de cinco años tiene una enorme ventaja: no sabe leer; se lo deben leer, por lo tanto disfruta. El de ocho debe leer por sí mismo y como está en el trabajo de leer, tiene muchos problemas que resolver y puede abrumarse.

EM: ¿Leer en voz alta o en voz baja?

G.R.: La poesía es música y si le sacamos el sonido está perdiendo la mitad de sus posibilidades. Es importantísimo el tono, la forma en la que se leen los cuentos, por ello siempre hay que leerles a los chicos.Además con la lectura no podemos hacer un trabajo para mañana, ni preguntar cuál es el personaje principal. Si me lo preguntan después de haber leído una novela de Cortázar, pienso "tengo que dar examen", no leo más. Tiene que ser libre, conversamos al finalizar, pero como lo hacemos cuando vamos al cine con amigos, si lo deseamos. Tomamos los problemas, los conflictos y los comentamos. La escuela tiene que enseñar dos más dos es cuatro y mañana todos tienen que saber que dos más dos es cuatro. Todos lo mismo, porque hay una sola verdad. La literatura no funciona para mañana, es de una lentitud fenomenal, pueden pasar años y seguir recibiendo aportes de ese cuento que quedó dando vueltas. Además Juan tendrá una versión y María otra y la mía será una hoy y dentro de unos años otra.

EM: Desarrollaste los aspectos de la lectura, pero componer un cuento es un trabajo y a veces se cree que es pura creación, yo creo que no es así. ¿Vos qué opinás?

G.R.: Seguramente uno, dos, a lo sumo cinco, se inspirarán y les saldrán las cosas de una tirada, pero son excepciones. Para los demás mortales, entre los que me incluyo, es un problema de trabajo. Horas "culo-silla". Entonces comienza a surgir. Se trata de dar vueltas y vueltas hasta que comienza a aparecer una historia. Por otro lado si se debe escribir una carta a la mamá con la que se está todos los días se pierde el sentido. Es difícil decirle algo a alguien que no necesita que se lo digas por escrito, en ese caso no importa escribir. Otro tema pendiente en la escuela es la evaluación y poner un número. Todos no tenemos las mismas posibilidades, no partimos desde la misma línea. Las diferencias son monstruosamente grandes a favor de unos y en contra de otros. Esos números que se les ponen son parte, como muchas cosas en el sistema, de una ley despareja. Lo importante es hacer que los chicos lean y disfruten, se enteren, corran, jueguen, escriban, no para ser Maradona, escritor o médico, sino para ir aprendiendo acerca del mundo. Seguro que todos tendrán alguna habilidad, se destacarán más en una cosa que en otra. Finalmente, otra desventaja que corre en contra de la escuela es que al escribir, lo esencial es la desprolijidad. Pero el mandato es muy fuerte porque aunque no lo diga la maestra, cada chico sabe que tiene que ser prolijo, es una exigencia que está en el aire, se lo dijeron en su casa, su mamá, su papá, su abuelita. Nada de cuadernos ajados muy usados.

EM:Es como si en la escuela nos quedáramos con la forma y no con el fondo.

G.R.: Totalmente. La apariencia, la prolijidad, la limpieza, no sirven para ser escritor, servirá para otras cosas, no sé para cuáles, pero no para ser escritor. Hay que ser desprolijo, es un momento de libertad, de apuro, de necesidad, de dejar volar la imaginación; hay que estar preocupado por la historia, por el tema, por lo que se va a decir, lo que se contará. Yo les digo a los chicos, y a más de una maestra se le pone los pelos de punta, ninguna goma de borrar cuando se está escribiendo, hay que tachar, nada que nos detenga en hacer la historia, en esos momentos no se puede ser prolijo, son cosas que se chocan. Además las maestras se han convertido en lectoras de Graciela Montes, de Gustavo Roldán, de Laura Devetach, esas son lecturas para su trabajo de maestras, deben leer sus libros, los libros propios para grandes. Los chicos que son medio animales y que sienten por la piel, por todos lados, no les creen. Se dice "hay que leer" y no ven a las maestras leyendo, ni interesadas por sus libros. Se tiene que ser lector para trasmitir ganas de leer. Los chicos no creen en las palabras, están viendo los gestos, las actitudes y no los convence el hecho de que hay que leer porque sí. Hay que transmitir que es mejor leer que no leer, porque uno se enriquece, se recrea y disfruta.

EM: Además implica un gran completamiento, un desafío de parte del lector

G.R.: Exacto, tienen que trabajar y tiene que ser difícil. Lo fácil no sirve, me tiene que costar trabajo sino no pasa nada, no hay crecimiento (no hago referencia al descifrado). Cuando leemos un buen libro es porque no nos deja tranquilos, nos quedamos con cincuenta preguntas. Para saber cuánto es dos más dos miro televisión y encuentro seguridad. En cambio leer esto nos ayuda a enriquecernos.

G. B.

Fuente: SUTEBA - Suplemento Digital de la revista La Educación en nuestras manos N° 47; 22 de octubre de 2008

martes, 10 de junio de 2008

Niño consentido = Adolescente agresivo

Un niño consentido puede terminar siendo adolescente agresivo. La violencia real no está en las calles ni en los institutos sino en el hogar, dijo hace una década, Javier Urra, psicólogo de la Fiscalia del Menor de Madrid.



Es en el hogar donde se puede cambiar el perfil actual del mundo. Autoridad, competencia y confianza son las armas de los padres educadores

Javier Urra Portillo repitió hasta la saciedad que los niños eran generalmente, las víctimas de esta violencia pero, también ocasionalmente, los agresores. Aquel "ocasionalmente" se ha ido acentuando con el tiempo.

Al despacho de Javier Urra llegan ya, con una frecuencia cada vez más alarmante, padres pidiendo ayuda, padres que no saben cómo controlar a hijos apenas adolescentes, padres que han perdido toda autoridad, y lo que es peor, padres tan angustiados como asustados porque ya han sufrido los primeros embates de una criatura sin control alguno que para conseguir lo que quiere, aquí, ahora, ya, no duda en utilizar no ya el chantaje, el engaño, y las amenazas, sino la violencia física pura y dura.

Sobre todo ello Javier Urra ha escrito un libro desolador y también ejemplar que muchos padres deberían aprenderse de memoria para evitar su propia infelicidad y la de sus hijos. Lleva por título, «El pequeño dictador»,




En realidad los pequeños dictadores que él conoce y de los que habla son criaturas despóticas y crueles que si nadie les abre la mente a tiempo con una buena ración de disciplina y racionalidad terminarán llenando los reformatorios primero y las cárceles después.

«Seguramente el título es demasiado blando para la realidad que denuncio» explica Javier Urra, «aunque ya se aclara en los dos subtítulos: Cuando los padres son las víctimas y Del niño consentido al adolescente agresivo. Yo soy consciente de que seré criticado por muchos, que me llamarán alarmista y me acusarán de estigmatizar a niños y jóvenes... Ya sé que en la mayoría de los hogares la relación padres/hijos funciona muy bien y que ambos se sienten mutuamente orgullosos, se comprenden, se respetan y se quieren. Pero no tengo mas remedio que denunciar una realidad que está creciendo exponencialmente ante mis ojos, día a día, y eso pese a la resistencia de los padres a asumirla. Es muy duro para un padre o una madre admitir que su hijo le pega porque delata un clamoroso fracaso educativo».

P.- ¿De qué tipo de niños hablamos?

R.- Se trata en su mayoría de hijos únicos, o hijos últimos, cuyos hermanos han abandonado ya el hogar y que tratan de imponer su propia ley en casa. Son niños caprichosos, sin límites, que dan órdenes a los padres, que organizan la vida familiar, que quieren ser constantemente el centro de atención. Son desobedientes, desafiantes, no aceptan frustración alguna... Lo que quieren, lo quieren al instante... y si no se les pone límite, si los padres no ponen coto a sus desmanes seguramente se convertirán en adolescentes conflictivos mucho más difíciles de controlar.

P.- ¿En qué momento se da ese primer paso que luego ya es imparable?

R.- Se da a edades muy tempranas y por cosas absolutamente normales en un niño. Es normal que un niño tenga una rabieta cuando no consigue lo que quiere. Lo que no es normal es que el padre y la madre no sepan encauzar esas rabietas, no sepan que un niño debe aprender a no tener todo cuanto quiere, no consigan enseñarle cómo afrontar una frustración, algo que necesariamente el niño tendrá que aprender para poder desenvolverse el día de mañana en la vida...

P.- Así que empieza con rabietas inocentes mal llevadas por los padres...

R.- Ese niño que tira el bocadillo que lleva de casa porque lo que quiere es un donut, y va la madre y se lo compra. Ese niño que no cede el columpio en un jardín público sin que la madre haga la menor señal para obligarle a dejarlo y enseñarle a compartir las cosas. Ese niño que pega desde muy crío sin que nadie le enseñe que eso nunca debe hacerse... Esta mañana en el aeropuerto he visto una familia con un crío que no tendría más de tres años que le dio una patada a su abuelo cuando le dijo que no pusiera los pies en el asiento, ante la absoluta impasibilidad de sus padres... Jamás se debe hacer una broma sobre un niño que pega incluso si es pequeñito. El niño no es responsable a esa edad, pero sí sabe cuándo se le habla en serio. Los padres son los responsables de su educación. Si nadie le enseña desde pequeñito que nunca, nunca, se debe tratar con violencia a una persona, crecerá ignorante, creerá que pegar es un derecho adquirido y seguirá pegando mientras con ello consiga lo que quiere.

P.- ¿Qué realidad contradictoria se está dibujando? Hay que proteger niños maltratados por sus padres y a padres maltratados por sus hijos...

R.- Hemos pasado de una educación de respeto absoluto, casi de miedo al padre, al profesor, a las autoridades que la sociedad establece, en la que ciertamente se han cometido y se siguen cometiendo muchos abusos de autoridad, a una sociedad permisiva que educa a los niños en sus derechos pero no en sus deberes. De los niños traumatizados hemos pasado a la parálisis educativa por no traumatizar al niño. Se les cede, se les permite, se les ofrece todo lo que sus padres no tuvieron y ahí, en ese toma y daca, es donde muchos padres han perdido el norte, la autoridad y la fuerza moral.

«Niño agenda» y «niño llave»

P.- La vida de muchos padres es difícil: el trabajo, los horarios, las propias tensiones personales...

R.- Lo sé, lo sé... Vivimos contra reloj, no hay tiempo de escuchar, de contar cuentos o jugar con los hijos... Estamos demasiado cansados. Los niños viven ese estrés, son «niños-agenda» que van de una actividad extraescolar a otra, o niños que pasan mucho tiempo solos, o niños que deambulan entre la casa de un padre y una madre separados... Y luego los problemas de la propia estructura familiar, familias con uno o dos hijos, con lo que los «reyes de la casa» seguirán reinando toda su vida, familias nucleares, madres primerizas que se encuentran solas en su tarea, parejas separadas que ceden para evitar conflictos...

P.- Y el mundo, además, se ha hecho mucho más complejo...

R.- Y las diferencias educativas, los modelos, son múltiples y van desde los «niños-llave» que llevan colgada al cuello la llave de casa y pasan solos el resto de la jornada, frecuentemente ante el televisor, o niños superprotegidos a los que se les acompaña a todo sitio en todo momento...

P.- Autoridad, competencia y confianza eran las armas de los padres educadores. ¿Ya no sirven?

R.- ¡Claro que sirven! Lo que ocurre es que muchas veces, cuando escucho a los padres que vienen a mi despacho a lamentarse, tengo la sensación de que no sé quién es más adolescente, si los padres o los hijos. Hace un momento, donde tu estás sentada ahora, he tenido unos padres. Llegaron con un hijo de 14 años que entró el primero en mi despacho y sin mediar palabra se sentó en una de las dos sillas que hay. «Levántate de ahí, le dije, y deja ese sitio a tu madre». El chaval, obedeció al instante, y se corrió a la otra silla. «Ahí, tu padre. Tú de pie», tercié. Se levanto sin protestar. Le parecía lo más normal del mundo ocupar él el asiento. Luego hablé con unos y otros por separado. Los padres estaban asombrados, creían que eran unos buenos padres: «le damos lo que quiere, me decía el padre, le compramos ropa de marca con grandes esfuerzos porque aunque tengo un buen puesto de camarero en un buen restaurante, no me sobra la paga... Le paso 70 euros a la semana para sus gastos, su madre le compra una caja de tabaco rubio al día. Nada le basta y está comenzando a ser agresivo y ya no quiere ir a la escuela, no sabemos qué hacer con él...» El chico por su parte encontraba lo mas normal del mundo sus peticiones, eran sus padres y tenían que atender a sus necesidades...

P.- ¿Se querían?

R.- Escuchando al chico llegue a la misma conclusión que ya he llegado en otros casos. Son chicos que crecen en una gran desvinculación afectiva. No es que rechacen a sus padres, es que no tienen con ellos vínculo afectivo alguno.

P.- ¿Y eso ocurre en toda circunstancia?

R.- Esta desvinculación y las consiguientes agresiones no se dan en los niveles socioeconómicos bajos, no se da entre los gitanos... Se da sobre todo en hijos únicos, o en hijos que han tenido una equívoca relación edípica con su madre, una ambigua relación en la que la madre le consiente todo, permite que duerma en su cama, y no hablo de relación incestuosa, pero sí como una situación que el chico vive como diciendo «soy el rey de la casa». También algún niño que ha sido maltratado y cuando es mayor lo devuelve y pega a su madre. También porque ve que su padre pega a su madre para obtener dinero y el hijo hace otro tanto para obtener lo que quiere. En casos de separación mal llevados en los que el padre le dice al chico, «no hagas caso a tu madre, es una loca», y cuando su madre le obliga a ducharse, a estudiar, a llegar a la hora a casa, se rebela, da un portazo, da un empujón, y si ve que no hay respuesta, se crece y va a mayores.

Primero yo y siempre yo

P.- ¿Pasa con padres adoptivos?

R.-
Poco pero pasa. Pasa con esos padres adoptivos que se creen sin fuerza moral para educar. «Si se me enfrenta, a fin de cuentas no soy su padre...», se dicen, y ahí mismo está el problema: es el padre el que no se ha terminado de creer que realmente sí es el padre, no ha asumido sus responsabilidades de padre... De todas formas, el grupo principal que yo trato en mi consulta no provienen de estos sectores que hemos hablado sino entre hijos de nuevos ricos.

P.- ¿Nuevos ricos?

R.- Si, ese hijo de padres que han llegado a tener un poder adquisitivo que sus padres no tuvieron y que quieren dar a su hijo todo lo que ellos no tuvieron. Este hijo es el rey de la casa: primero yo, luego yo y siempre yo... Se admiten con normalidad cosas fuera de todo sentido. Mi mujer y yo cenamos la otra noche con un grupo de amigos. Sonó un móvil de uno de los reunidos. «Me tengo que ir, lo siento, pero tengo que recoger a mi hijo de la discoteca y no me lo había advertido antes...» Son niños que hacen y deshacen y disponen de los padres para todo sin pararse a consultar primero. La filosofía es lo que quiero, lo quiero ya, ahora mismo. Lo lleva pidiendo así desde que era un crío enrabietado. A los 4 años, hace gracia y la gente que le rodea, padres, abuelos... se ríe y le da lo que quiere. A los 7 años, un buen día, pega una patada a su madre porque no le da lo que quiere y no pasa nada: «cosas de críos». A los 13 el niño se ha convertido en el tirano de la casa, dice que no le da la gana ir al colegio y vuelve a las tantas, piensa que su casa es un hotel en el que entra y sale cuando quiere, abre la nevera y come cuando y cuanto quiere. Marca su territorio constantemente desbordando a sus padres, a su madre sobre todo, porque esos padres no suelen ni aparecer...

Jamás han sufrido un castigo

P.- ¿Y qué hace la Fiscalía cuando vienen padres a pedir ayuda?

R.- A veces si la relación con sus padres está muy emponzoñada, lo mejor es separar al chico, distanciarlo de sus padres y enviarlo a otro núcleo familiar, a un tío.... Son chicos que jamás han sufrido un castigo y ese primer castigo les impacta mucho. Nosotros sabemos que los chicos son los chivos expiatorios de una relación fallida, algo ha fallado en su entorno, hay que volver a reestablecer los lazos familiares de respeto y afectos perdidos. El problema es que muchos padres que vienen aquí pidiendo ayuda, no saben en realidad lo que quieren porque cuando el problema es serio y les proponemos hacernos cargo del chico, se retraen. «No, no, te dice el padre, es que parece como si le hubiéramos denunciado» «Oiga, les digo, es que usted lo está denunciado porque si no lo denuncia no puede entrar aquí».

P.- ¿El encierro es necesario?

R.- No siempre. A veces basta enviar a los servicios sociales cuyos profesionales estudian la situación, ven cómo se manejan los conflictos, por qué se calientan las cosas, qué errores hay por medio... Y entonces empieza una terapia de recuperación.

P.- ¿Se puede obligar a querer?

R.- Esa es la cuestión. No puedes obligar a querer. Tenemos padres que no saben ser padres. Más aún: nos encontramos con adultos que no son adultos y que siguen anclados en una adolescencia inmadura. El chico lo sabe y busca fuera ese norte, esa orientación que todo chico necesita. Lo busca en la calle, en las pandillas, en la droga... Por eso es bueno que los padres se cuestionen sobre ellos mismos: ¿son un buen ejemplo? porque hasta la adolescencia son los principales referentes de sus hijos. Por eso siempre he creído que para evitar futuros comportamientos violentos no hay nada tan rentable como la prevención con los niños más pequeños. Es en el hogar donde se puede variar el perfil arisco del mundo, si en ese hogar brilla el cariño, la comprensión y el respeto

Autor: solidaridad.net

lunes, 25 de febrero de 2008

"Los problemas son de los otros"


Una de las mayores dificultades que experimentamos reside en percibir como propios los problemas que advertimos en nuestra sociedad. El caso de la educación proporciona un claro ejemplo de esta conducta. Así lo confirman unos pocos datos: si bien la mayoría de los argentinos entiende que la educación atraviesa serios problemas en el país, interpreta que se trata de una crisis que no afecta a su propia familia.

En un estudio realizado en nueve ciudades del interior de la Argentina, el 86% de los entrevistados calificó la situación de la educación en el país como regular, mala o muy mala. Sin embargo, el 60% dijo estar conforme o muy conforme con la educación recibida por ellos o sus hijos.

Y así se podrían seguir comentando resultados de numerosas investigaciones que desnudan esa actitud. Baste como ejemplo mencionar el hecho de que, al calificar de manera general el rendimiento académico de los alumnos en el país, el 47% de los encuestados consideró que éste era bueno o aceptable. Sin embargo, al evaluar el rendimiento de los propios hijos, el 81% de los padres lo consideró bueno; el 15%, regular, y malo sólo el 3 por ciento.

Sugestivamente, esa conformidad varía al comparar las actitudes de padres pertenecientes a otras sociedades. Cuando se investiga la satisfacción de los padres con el colegio en el que sus hijos cursan el quinto grado de la educación elemental, ésta alcanza el 75% en Estados Unidos, el 50% en Taiwan y el 33% en Japón.
Los resultados coincidentes de estudios realizados en la Argentina, utilizando métodos diferentes y realizados en grupos de población diversos y en distintos momentos, permiten concluir inequívocamente que los padres argentinos consideran que la educación en el país atraviesa una profunda crisis de la que ellos y sus hijos, milagrosamente, han logrado escapar.

La sorprendente disociación que insinúan estas investigaciones entre la percepción del estado general de la educación y la de la situación personal constituye, pues, un claro ejemplo de la ceguera individual frente a desajustes que se advierten en la sociedad.

Esta misma observación puede hacerse extensiva a muchos de los problemas que nos afectan. Alarma la criminalidad juvenil, pero los familiares de los delincuentes afirman que éstos son chicos maravillosos. La violencia es una presencia constante, pero aun aquellos a quienes vemos agredir, nos son presentados como dedicados padres de familia. Espanta la corrupción, pero lo hace como concepto abstracto, porque quienes nos rodean no parecen responsables de ella, ya que aparecen revestidos de una honestidad intachable.

Será muy difícil que comiencen a solucionarse los serios problemas que nos afectan como sociedad mientras no asumamos que las profundas crisis que advertimos en el escenario público constituyen el fiel reflejo de lo que sucede en el ámbito de nuestras vidas cotidianas. Es allí donde, con el ejemplo, deberemos actuar.

Guillermo Jaim Etcheverry Para LANACION El autor es educador y ensayista

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Convivencia en el aula según Inger Enkvist


Resultaría negativo el afán de convivencia educativa



"Poner a la convivencia en aula por encima de la adquisición de conocimientos" constituye la razón de la crisis de la educación. Así lo afirma la especialista sueca,Inger Enkvist. Según sus investigaciones el enfoque que privilegia la autonomía y la convivencia armónica, dejando de lado los conocimientos sistemáticos, provoca más desorden y violencia.

De nada sirve empeñarse en alcanzar un objetivo sin contar con el correspondiente fundamento que otorgará la fuerza para conseguir la meta propuesta. De forma muy sintética, es lo que afirma la doctora Inger Enkivst, profesora de la Universidad de Lund en Suecia y autora de la reciente publicación "Repensar la educación". La especialista visitó nuestro país, invitada por la Escuela de Educación de la Universidad Austral para dictar la conferencia "Las tendencias pedagógicas actuales y la calidad de enseñanza: un problema no sólo sueco".

En dialógo con Universia, conversando en un perfecto castellano, la experta en filología española, expuso los argumentos de su teoría basada sobre investigaciones realizada en el sistema educativo sueco que, según ella, bien podría explicar la "la crisis actual de la educación occidental".

Sus críticas se originan en la modificación de la ley de educación en Suecia realizada en 1969 que "puso a la convivencia en aula por encima de la adquisición de conocimientos". "Si la verdad no importa, si no importan los conocimientos, entonces estamos en una guardería, donde lo que importa es que los niños no se maten los unos a los otros, y que no haya ningún accidente mortal dentro de las paredes del colegio", señala Enkvist.

Según señala la especialista sueca, en busca del afán por convertir en supuestas "buenas personas a los niños" se han confundido los términos, despreciando los conocimientos que fundamentan las virtudes y enseñando simplemente a convivir en armonía. "En vez de enseñar historia, geografía o matemática, los diferentes gobiernos han querido transformar a los alumnos en otras personas. Un hombre más volcado hacia lo social que hacia lo intelectual", indica.

Sin embargo, la profesora sueca apunta que desde la aplicación de la nueva ley en su país no se ha logrado una mayor preocupación social ni tampoco un mayor respeto. "La ley educativa decía que la educación obligatoria tiene por meta la convivencia que va a aumentar la armonía social y, al mismo tiempo, los conocimientos de los estudiantes. Así que, primero la convivencia y, después, si hay tiempo, el conocimiento. Hay un vuelco que cambia la prioridad. Ahora llevamos 35 años con esa ideología y cada vez vamos peor. Hay más violencia en el colegio, hay menos conocimiento, hay menos respeto entre alumnos e incluso hacia los profesores. Tenemos los resultados: priorizando la convivencia no llegamos a la armonía, sino a más violencia. Y es lógico pensarlo. ¿Sobre qué se basará la convivencia o el buen acuerdo entre los estudiantes sino hay una base objetiva, que son los conocimientos?".

Por supuesto, de acuerdo con el pensamiento de Enkvist, este nuevo tipo de pedagogía no surge de malas intenciones, sino de enfoques que equivocan su mirada sobre la educación. Para explicar las reformas educativas la especialista señala la influencia de ideas que circulan entre sociólogos, políticos y algunos pedagogos. "Estas teorías son presentadas como modernas y como científicas y han influido en la educación tanto en Suecia como en la mayoría de los países occidentales. Sin embargo, han sido introducidas sin que se haya probado antes su validez en el campo de la educación".

Según la profesora invitada por la Universidad Austral, cierta sociología de la educación ha prolongado la escolaridad obligatoria en casi todos los países, "lo cual debería haber impulsado una escuela más estructurada para educar a los alumnos de origen más variado durante más tiempo. Sin embargo, el sistema escolar se ha utilizado más para obtener igualdad social que para promover la adquisición de conocimientos. Se ha producido, por tanto, una desviación del centro de atención desde el aprendizaje hacia los factores sociales", explica.

En segundo lugar, Enkvist señala al constructivismo como responsable de la crisis de la educación. En principio, la visión no resulta perjudicial ya que afirma que para aprender el ser humano crea en su cerebro el conocimiento. "No obstante, ciertas variantes del constructivismo van más allá al señalar que resulta imposible aprender a través de una enseñanza preparada por otra persona: ha de ser el alumno quien lo entienda todo por sí solo. Entra en juego, entonces, la pedagogía activa en la que cada alumno debe contar con medios suficientes para obtener la información que le permita a él mismo crear los conceptos necesarios".

Por otra parte, la profesora de la Universidad de Lund se refiere al enfoque en los modos de trabajar relacionado directamente con el constructivismo, si el trabajo es individual, algunos alumnos trabajarán, otros lo harán algo y otros no realizarán absolutamente nada. "La responsabilidad pedagógica queda así trasladada del profesor al alumno debido a que el foco de interés se centra no en el docente ni en la asignatura, sino en la personal disposición del estudiante, el profesor se convierte así en un simple facilitador".

Apelando a la teoría del entorno, la especialista apunta que "el aprendizaje ya no ocupa el primer lugar en importancia, ahora éste se corresponde a la igualdad obtenida a través de la organización del aula".

Considerando que el profesor es un facilitador una variedad de materiales que el alumno elegirá conforme a su criterio, el docente, entonces, tal como indica Enkvist, debe centrarse en un enfoque lúdico preparando excursiones, materiales y meriendas, potenciando los aspecto lúdicos del aprendizaje. Paradójicamente, "se hace hincapié en la importancia creada por el profesor, cuando, en realidad, se está diciendo que es el alumno quien debe buscar información de modo individual. Otra contradicción de este enfoque es que si cada alumno trabaja a su modo y con su propio material, ¿cómo esperar que los resultados que alcancen sean iguales?".

En contradicción con lo que sucede en la normalidad, que los jóvenes utilizan la tecnología como instrumento de comunicación y juego, "la nueva pedagogía privilegia las tecnologías modernas, relacionadas con la búsqueda individual de la información y lo lúdico", sostiene la profesora de origen sueco.

Según Enkvist, durante los últimos quince años, ha crecido de forma paralela la importancia de la idea de igualdad y del derecho a la diferencia. Por ejemplo, "las alumnas tienen derecho a estudiar antes escritoras femeninas que autores masculinos o los extranjeros puedan centrar sus estudios sobre la región de origen de los padres. El derecho a la diferencia, sin embargo, socava por completo la idea de la escuela y el papel del profesor, imposibilitado de saber todo lo que cada alumno puede elegir estudiar. En esta situación, ¿para qué sirven las escuelas, creadas en principio con objeto de que los alumnos aprendan lo que el maestro puede enseñarles y lo que la sociedad ha decidido que es útil aprender?".

Si se considera que en la educación pasa a ser prioritario que cada alumno pueda elegir qué va a estudiar sin un conocimiento anterior de lo realizado por las generaciones predecesoras, esta visión, a juicio de la especialista, implica "un cierto desprecio hacia la cultura", apunta Enkvist.

A la ahora de preguntarle sobre el aporte que puede realizar la universidad siendo el último eslabón de la formación de una persona, Enkvist sostiene que "primero, tiene que intentar hacer lo que se pueda, aún cuando los alumnos no vengan con la preparación adecuada. Algo que parece muy sencillo es que hay que exigir que trabajen y lean mucho. Sé que es algo elemental, pero si realmente leen dos libros por semana durante 4 o 5 años serán diferentes, porque tendrán una masa de conocimientos, algo concreto para extraer conclusiones por sí solos".

Universia Argentina.

miércoles, 4 de julio de 2007

La era del vale todo



Será así? estamos viviendo la era del vale todo?. ¿Todo por una nota en los medios? ¿Cualquier precio para entrar en un negocio? ¿Utilizar el nombre de otros para engañar? ¿Utilizar un lenguaje soez ante el gran público televisivo o radial? ¿Ir a bailar y ver como libremente se practica sexo ante la vista de todos?. ¿Concurrir a ver un encuentro deportivo y terminar con heridos y muertos?. Leer el texto de la ley según convenga?

Hasta donde vamos a permitirnos que nos rebajen, viendo programas de televisión de bajo nivel, escuchando a periodistas macabros, concurriendo a lugares donde la gente no tiene límite en lo que se hace y le hace a otros. Donde lo privado termina siendo público.

Este gran torbellino de cosas aparecidas en distintos ámbitos nos obliga a no callar ante toda esta situación, porque callar significa estar de parte de todas esas situaciones que no nos gustan ni nos parecen buenas ni graciosas ni divertidas, ni ejemplo para nuestros hijos que serán seguramente los empresarios, profesores, y tal vez gobernantes del futuro.

No permitamos que el vale todo se incorpore a nuestras vidas, no demos vuelta la cara y sigamos caminando, este es el momento de encarrilar nuestras conversaciones familiares, empresarias, laborales. De sentir mas respeto por nosotros y por los otros.

Las buenas prácticas no pueden ser destacadas como una excepción en la vida empresaria.

Las buenas prácticas y el respeto tienen que formar parte de nuestra vida, ser nuestro modo de vida, utilizadas en todas las actividades que realicemos: trabajar, estudiar, negociar, informar, comprar, disfrutar, hablar, viajar, bailar, y amar.


Fuente: Mujer y Negocios
info@ mujerynegocios.com.ar


Comentario:
Hace un tiempo era raro encontrar una nota de este tenor en una publicación dedicada al management y a otros temas de actualidad. Es reconfortante que todos comencemos a elaborar un discurso que tienda a responder a los desafíos de la realidad, a cambiar situaciones, a mejorar relaciones, en fin, a comprometerse con la sociedad en la que vivimos y en la que queremos crecer, trabajando y forjándonos un futuro sustentable.

María Inés Maceratesi