Participar: Según el Diccionario de la Real Academia Española:entrar junto con otros en un asunto o negocio.Compartir la opinión,sentimientos o cualidades de otra persona o cosa.
En estos tiempos difíciles en cuanto a lo que se ve en la sociedad, tantas veces mencionado, tantas veces reiterado; como es la ausencia de valores, la desconfianza, el individualismo y otras cosas, me pregunto ¿por qué siempre se siguen mencionando y aumentando su influencia y no se encara un proyecto inclusivo y preventivo de toda calamidad?.
Me pregunto si la solución está cerca o lejos, me pregunto si seguir machaconamente refiriéndose a estos temas no aumenta su dimensión negativa en los habitantes de una ciudad, pueblo, barrio, consorcio, familia. Me pregunto si hemos perdido la capacidad de participar, de accionar sin confrontar, de decir sin ofender, de tener una visión de águila y no de ave presa en una jaula.
Lo que sí se, es que en mí el discurso y el palabrerío que no se traduce en hechos concretos, limita mis ganas de participar y me paraliza al punto tal de querer encerrarme en mi mundo personal y familiar, el único universo que me contiene y me da esperanza.
Alguien podría decirme que esta forma de actuar se condice con el individualismo pero no es así.
Psicológicamente todos necesitamos seguridad, es una de nuestras necesidades básicas pero generalmente, la seguridad a la que se refieren quienes la reclaman a un gobierno a los candidatos políticos, es aquella que nos protege contra el delito y la impunidad, contra los ataques a la vida y la propiedad.
Yo no me refiero aquí a este tipo de reclamo sino que me refiero a la seguridad de la persona que necesita sentirse importante para otro, para un grupo o cumunidad, que le permite la personalización en medio de otros y con otros; en definitiva me refiero a la necesidad de pertenencia a través de los vínculos.
La seguridad que nace de la confianza y del afecto mutuo, de los valores compartidos y de la necesidad mutua de aceptación en la diferencia. Esa dimensión de la seguridad es la que estimo falta.
¿Y quién o quiénes nos permiten, nos enseñan, nos introducen en ese campo de la seguridad?, en primer lugar nuestros referentes en la niñez, padre, madre, hermanos, la familia en su conjunto, como así también los maestros y otras personas.
Pero el tema es complejo porque los referentes de nuestra niñez eran los adultos que nos rodeaban y hoy no es así porque se ha perdido el respeto por todo y la gradualidad que nos mostraba la estapa de maduración y credibilidad de las personas en quienes poníamos nuestra confianza y respeto ha desaparecido.
Hoy la familia humana en general, pasa por una etapa de degradación de las personas; ya no es el referente quien sabe más, porque está plagado de opiniones sin fundamentos claros. La traición, la mentira, la calumnia, el lobby, están de moda, nadie sabe quien es su amigo o enemigo, no sabemos en quien poner nuestro resto de confianza que no queremos ni perder ni desperdiciar. La desilusión y el desencanto invaden nuestra alma y, en medio de todo, allá muy en el fondo de nuestro corazón y conciencia, atisba sin embargo, la luz de la fe en lo que no queremos relegar, perder o bastardear y así seguimos cayendo y levantándonos una y otra vez, creyendo y apoyando causas y personas que nos introducen en nuevos caminos e iniciativas que terminan siendo solo muy buenas intenciones en el mejor de los casos.
Muchas veces oi decir que se necesitan personas que sepan incluir, trabajar en equipo, unirse a lo que ya funciona antes que intentar ser fundadores de nuevas estructuras o instancias de actuación pero, no veo que las palabras coincidan con los hechos porque se siguen despreciando instituciones fundadas para fundar otras, a veces con el mismo nombre o denominación, apoyadas por miembros relevantes de la comunidad pero, que se cierran sobre sí mismas sin dar cabida a personas que aporten trabajo e ideas y terminan siendo elites privadas.
Hace muchos años que recorro estos caminos, siempre estoy donde se está comenzando a gestar algo pero, luego se derrumba mi esperanza al encontrarme con más de lo mismo. Y así lo compruebo en diferentes ámbitos siendo la consecuencia la tentación de huir y abandonar toda participación y toda militancia cívica, política y aún religiosa.
Muchas personas compartimos este sentir y peregrinamos por Asociaciones, Fundaciones, Comisiones y otras muchas "ones" buscando donde aportar lo propio y el resultado es lo que mencionaba anteriormente, la tentación de fundar el propio lugar desde donde irradiar lo que somos, queremos y creemos, desde donde perseguir la utopía y recrear la civilidad.
El ámbito del pensamiento debería expresarse en instituciones transparentes desterrando maniqueísmos, oscurantismos, desconfianzas y recelos para poder caminar hacia un sueño con esperanza en un mundo ya no simplemente humano, sino humanizado, en el cual los valores ciudadanos y, al decir de grandes pensadores, de virtudes ciudadanas basadas en el respeto de la Constitución Nacional y en las crencias que que da persona tenga se puedan expresar.(cfr. libro "Manifiesto ciudadano" del Rabino Sergio Bergman)
No es fácil comprometerse y participar porque a veces, ya vislumbramos que ese compromiso y participación puede llevarnos al martirio. Todo ésto tiene relación con la verdad. ¿Y qué es la verdad?, ¿existe la verdad? ¿o hay verdades varias? ¿o hay tantas verdades como personas?
Las preguntas y los ámbitos para trabajarlas y encontrar las posibles respuestas, conforman una metodología de discernimiento personal, familiar, social irreemplazable porque, en la sana discusión sobre la verdad, puede y debe gestarse un estilo de vida, un sentido que nos permita crecer y desarrollarnos como Nación, como comunidad nacional.
Una pregunta que me interpela es: ¿la seguridad se basa simplemente en el control externo?; ¿se basa en el control policial? o por el contrario tiene que darse en un contexto propicio y una decisión personal de aceptar normas y principios válidos universalmente?
Aquí dejo mi reflexión para que sean un aporte a la reflexión compartida.
Textos:María Inés Maceratesi
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