miércoles, 23 de abril de 2008

El desafío de educar en la apertura del diálogo


Buenos Aires, 23 Abr. 08 (AICA)

“Todo educador sabe que debe enfrentar cada día una doble desautorización: la de una sociedad que no lo respalda ni lo jerarquiza socialmente (...) y la de unos padres que no le otorgan el debido aval ni reconocimiento a su tarea primordial -llegando a desautorizarlo frente a los hijos-, todo educador, repito, está particularmente tentado a desesperar”, expresa el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, en el mensaje a las comunidades educativas que se dio a conocer en el acto de esta mañana.

Por eso invita a los docentes, al igual que lo hizo en el año 2000, “a permanecer firmes en la esperanza a la que han sido llamados en su tarea educativa fundamental y fundante” y subraya: “Hoy, ocho años después, estoy todavía más convencido de que es ella, ‘la pequeña esperanza’, la que nos aportará ‘sentido y sustancia a nuestros compromisos y emprendimientos para afrontar la responsabilidad de educar a las jóvenes generaciones y de asumir aun aquello que llevamos con dificultad, casi como una cruz’”.

El purpurado porteño destaca que “los chicos son inquietos” y tras advertir que esta expresión “entraña diversos significados” explica que “en un plano más superficial la asimilamos a lo disciplinar: los chicos hacen lío y entonces pensamos en medidas que encorseten la espontaneidad vital de los alumnos”. Y aclara: “Hay que poner límites, todos estamos de acuerdo, pero que no sean impedimento para el desarrollo de aquella otra inquietud que pone en camino, ahogando la esperanza”.

El cardenal también sostiene que para que la disciplina adquiera el “sello de la libertad es necesario un docente que sepa leer la inquietud como un lenguaje, desde la búsqueda que implica el movimiento físico, el no estarse nunca quieto, pasando por la del preguntar permanente, hasta la del adolescente que todo lo cuestiona y replica, inquieto, por otra respuesta”.

“Buscar la verdad -agrega- difiere de encontrar formulaciones que pueda poseer y manejar a mi antojo. En este camino de búsqueda se empeña toda la personalidad, la existencia; es un camino que fundamentalmente entraña humildad”, y a la verdad “no se la tiene, no se la posee, se la encuentra”.

Posteriormente menciona la “primera justicia que debemos a los demás y a nosotros mismos” y que además es “un acto de amor". Se trata de “aceptar la verdad de lo que somos, decir la verdad de lo que pensamos”. Precisa que “nada se construye sobre el aislamiento o la negación de la verdad” y afirma: “Nuestra dolorosa historia política ha pretendido muchas veces este acallamiento. El uso de eufemismos verbales muchas veces nos ha anestesiado o adormecido frente a ella. Pero ya es tiempo de volver a hermanar, de religar una verdad que debe ser proféticamente proclamada con una justicia auténticamente restablecida. La justicia sólo amanece cuando se ha puesto nombre, a aquellos hechos en los cuales nos hemos engañado y traicionado en nuestro destino histórico. Y al hacerlo legamos uno de los principales servicios de responsabilidad para con las próximas generaciones”.

“Tengamos en cuenta que a la verdad no se la encuentra sola. Junto a ella están la bondad y la belleza. O mejor dicho, la Verdad es buena y bella”, afirma el purpurado para luego destacar la importancia del diálogo: “El diálogo acerca. Una cosa es una simple entrevista y otra hacer camino juntos. Lo que se le pide a un educador es que haga camino con el educando, y en ese largo hacer camino se fragua la cercanía, la proximidad. Esta es otra dimensión fundamental en la búsqueda de la verdad: no temer la cercanía, tan distante de la distancia cortés y de la promiscuidad”. Y en ese sentido dice que “el educador que ‘enseña’ a no tener miedo en la búsqueda de la verdad es, en definitiva, un maestro, testigo de cómo se camina, compañero de ruta, cercano, alguien que se hace prójimo”.

“Se nos plantea así un verdadero desafío: educar para que no teman, educar en la apertura del diálogo, buscar la verdad. Pero ese camino no será fácil de transitar ni estará libre de escollos; el miedo al otro, la xenofobia de lo diferente, es el principal enemigo del diálogo”, advierte el pastor arquidiocesano.

Por último, invita a los educadores a “reflexionar juntos y hacernos uno en la idea de que sólo quien enseña con pasión puede esperar que sus alumnos aprendan con placer. Sólo quien se muestra deslumbrado ante la belleza puede iniciar a sus alumnos en el contemplar. Sólo quien cree en la verdad que enseña puede pedir interpretaciones veraces. Sólo quien vive en el bien -que es justicia, paciencia, respeto por la diferencia en el quehacer docente- puede aspirar a modelar el corazón de las personas que le han sido confiadas”.
Texto completo del mensaje

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