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miércoles, 16 de junio de 2010

Violencia estudiantil: ¿Y por casa cómo andamos?



Lo que dejó el incidente entre los colegios Vieytes y Huergo

por Hernán Traverso
Lic. en Ciencias de la Comunicación, Opinión Pública y Publicidad (UBA)
traversoher@san-pablo.com.ar


La violencia estudiantil es un problema actual que afecta a las sociedades de todo el mundo. Ahora bien, ¿dónde hay que buscar las causas de esa brutalidad? Los jóvenes, además de ser estudiantes, son ciudadanos que forman parte de una estructura social determinada. Es decir, las conductas que los escolares producen en el ámbito escolar también se manifiestan en otros espacios públicos –aulas, parques, calles- de la sociedad.

Hace un tiempo atrás, cuando se habló de los hechos de violencia estudiantil que se producen en los colegios de Estados Unidos, se observó que esos comportamientos también se observan en otros sectores de la sociedad. ¿Qué hace que un adolescente lleve un arma a un colegio y ataque a sus compañeros? En aquel momento, la respuesta se relacionada con cuestiones sociales y culturales -fomento del individualismo, del armamentismo y de la exclusión social-, que sobrepasan el ámbito colegial.

En Argentina –al igual que en Estado Unidos- la violencia estudiantil también es un reflejo de lo que sucede en el resto de la sociedad. De éste modo, es lógico pensar que en las instituciones educativas se produzcan tipos de conducta similares a las que se ven en otros espacios sociales. En otras palabras, las acciones violentas que los alumnos realizan en los colegios también están presentes en otros sectores de la sociedad. Es decir, los estudiantes de algunos colegios secundarios –como el Huergo y el Vieytes- tienen los mismos manejos –y tal vez la misma impunidad- que las barras bravas que van todos los fines de semana a los estadios de fútbol.

Argentina es un país donde la cultura del fútbol se manifiesta a partir de la pertenencia –en tanto fanatismo- a una determinada institución. En nuestro país, esa “realidad” se construye de manera dicotómica –River vs. Boca; radicales vs. peronistas; Huergo vs. Vieytes; etc.-. Es decir, la pertenencia a la “entidad A” automáticamente significa un rechazo –y odio- a la “entidad B”.

Alumnos, barras bravas, sindicalistas, todos se manejan de manera similar. Y es a partir de esa construcción de “pertenencia y rechazo”, que los actores sociales luchan para conseguir determinados trofeos que, para ellos, son símbolo de status. En el caso de las barras bravas la lucha se origina por la posesión de una bandera de la hinchada rival; en los sindicatos las peleas pueden producirse al querer controlar –en tanto dirigir- un acto fúnebre de algún ex presidente; finalmente, en el caso de los colegios de Caballito la disputa tiene como fin determinar quién es el que tiene más aguante [1] en el barrio.

Sin embargo, otro punto a destacar, es que esas peleas que se producen en los distintos espacios de la sociedad –estadios, instituciones políticas, colegios- están vacías de ideología, ya que los hechos de violencia sólo tienen que ver con la posesión de determinados territorios, con la marcación de espacios, y con la demostración de poder sobre el otro.

Aquí hay dos cuestiones que son importantes. La primera es observar la violencia que se genera en los colegios. La segunda es dar cuenta que esa violencia no tiene ninguna carga ideológica. Es decir, los alumnos no luchan por conseguir cambios sociales que signifiquen una mejoría para la sociedad. Ahora, las peleas estudiantiles sólo se limitan –al igual que en el contexto futbolístico y político- a ver quién es el que tiene más “aguante”.

Por lo tanto, los dirigentes políticos deben entender que la violencia estudiantil no se solucionará poniendo cuatro o cinco agentes de la Guardia Urbana a la salida del colegio. Aquí, el verdadero desafío de las instituciones es implementar un plan serio que permita prevenir y brindar una respuesta adecuada a este fenómeno. Por un lado, hay que crear un sistema de prevención para evitar incidentes futuros. Pero, por el otro, los responsables de los incidentes actuales deben ser castigados como delincuentes, porque eso es lo que son. Un joven que roba, o agrede a otra persona está atentando contra el orden social, más allá de su condición de alumno.

Finalmente, también es hora de entender que los espacios sociales están todos relacionados. Un estudiante ataca a otro que pertenece a un colegio diferente; si esas conductas no son corregidas se trasladarán a otros escenarios. Otra vez el peso cae en las espaldas del Estado. Son las instituciones las que deben implementar estrategias capaces de contener y prevenir la violencia actual. En conclusión, es el Estado el que debe dar cuenta de las transgresiones disciplinarias graves, de la pérdida de valores, y de la reglas básicas de convivencia.

Fuente: Revista On Line San Pablo

[1] El “aguante” es un término que utilizan las hinchadas del fútbol argentino para dar cuenta del apoyo a su equipo. En la cultura futbolística de los últimos diez años comienza a cargarse de significados vinculados con la puesta en acción del cuerpo. Es decir, “aguantar” es básicamente la violencia física. El cuerpo aparece como protagonista. No se aguanta si no aparece el cuerpo soportando un daño. Para los hinchas, la violencia física es el sentido dominante del “aguante”. En: Alabarces, Pablo, "¿De qué estamos hablando cuando hablamos de las hinchadas?", Crónicas del aguante: Fútbol, violencia y política, Capital Intelectual, colección Claves para todos, Buenos Aires, 2004, pág. 63.

jueves, 22 de abril de 2010

Violencia en las calles ¿cuál es la solución?


Una vez más y a propósito de la noticia llegada de Miami respecto de la resolución de aplicar un toque de queda para los adolescentes, vemos que las autoridades de todos los países están preocupadas por resolver el problema de la violencia -que sería un disparate adjudicarla solamente a los jóvenes - ya que todos vemos que se encuentra en todas las franjas etarias y en todos los estamentos sociales.

La violencia fue creciendo sin control porque los controles pasaron a considerarse represivos. De todos modos conviene analizar este artículo y reflexionar sobre qué nos pasó como sociedad para que hoy tengamos este resultado.

En lo personal estimo que es un buen comienzo involucrar a los padres en la responsabilidad sobre las conductas que sus hijos tienen fuera de sus hogares. Otros pensarán que no, que más allá de la educación recibida por los hijos, éstos pueden comportarse de manera muy diferente a la que han sido educados; todo es posible y cada caso es particularísimo, de ahí que el compromiso de todos los actores sociales será necesario para frenar el estado de violencia que hoy vivimos en casi todos los países del mundo.

Algo cambió y sería interesante remontarnos a épocas anteriores a las dictaduras vividas, especialmente en los países americanos, cuando había un cierto orden social, al menos en el seno de las familias, pero también había orden institucional, normas, horarios, cada cosa estaba en su lugar, había horarios de trabajo y de descanso, de estudio, de sana diversión.

¿Qué cambió?...TODO, pero no todo cambio fue para mejor. Habrá que recuperar algunos valores perdidos y algunas normas que hoy son consideradas obsoletas o represivas pero que solamente intentan poner un orden mínimo en el cual poder vivir con tranquilidad.

Para tal fin, todos tenemos que comprometernos y exigir a nuestros gobernantes que nos escuchen y legislen a favor de los ciudadanos. Pero por algo podemos comenzar, por nuestro pequeño grupo familiar sin tener miedo a las críticas ajenas cuando nuestro estilo de vida no coincida con el de la mayoría.

Padres y maestros son pilares fundamentales en este sentido; la familia y la escuela pueden contribuir en este sentido creando actividades, promoviendo los deportes y la fiesta, aprovechando estas actividades para que surja la amistad y el respeto entre los jóvenes y fomentando el intercambio y la integración con los adultos y la familia.

Los jóvenes tienen derecho a compartir con su familia momentos de recreación y también tienen que gozar de momentos propios con sus pares, es cuestión de generar un sano y necesario equilibrio. Tal vez comenzando por pequeños grupos y pequeñas comunidades, se pueda ver luego un cambio social global.

Texto: María Inés Maceratesi

Ver artículo: "Aplicarán un polémico toque de queda para los adolescentes pilaresbasicos.blogspot.com

Toque de queda para adolescentes en Miami


By TANIA VALDEMORO
tvaldemoro@MiamiHerald.com


Apartir del primero de mayo el gobierno municipal de Miami pondrá en práctica un polémico toque de queda para los adolescentes, promulgado por el Condado Miami-Dade, que prohíbe a las personas de 17 años o menos años estar en la calle después de las 11 p.m. las noches de semana y después de la medianoche los viernes y sábados.

Los padres también se verán afectados. Después de la cuarta o quinta infracción, el padre o la madre del menor pudiera recibir una multa de un máximo de $500.
La ordenanza está en los estatutos del Condado desde 1994. Gracias al comisionado miamense Richard P. Dunn II, la Policía de Miami comenzará a aplicar la medida en todo el municipio.
"Esta no es la única solución para detener la violencia en nuestra comunidad'', dijo Dunn el lunes en una reunión comunitaria en el Parque Charles Hadley de Liberty City. "Pero puede servir una medida preventiva para proteger a nuestros jóvenes''.

Designado en enero para reemplazar a la comisionada Michelle Spence-Jones, Dunn dijo que una de sus prioridades es eliminar los tiroteos como los recientemente ocurridos en Overtown y Liberty City.

Dunn trabajará con la policía local y las autoridades del distrito escolar para explicar el toque de queda --que según funcionarios condales ya se aplica en zonas no incorporadas-- hasta el primero de mayo.

Según la ordenanza, las personas de 17 o menos años no podrán estar en la calle después de las 11:00 p.m. los días de semana y después de la medianoche los viernes y sábados a menos que estén acompañados por uno de sus padres o guardianes, o un adulto de más de 21 años.

También hay otras excepciones: por ejemplo, si el adolescente asiste a un evento escolar, religioso o de recreación, o si trabaja y está regresando a casa, puede estar en la calle después de la hora del toque de queda.

El agente Keith Cunningham, supervisor de la policía en Liberty City, El Pequeño Haití y la zona noreste, dijo que los agentes detendrán e interrogarán a todos los adolescentes que vean después del toque de queda. Todo joven que parezca estar infringiendo el toque de queda podrá recibir una citación civil.

No se arrestará a los jóvenes por violar el toque de queda a menos que también hayan infringido otra ordenanza, como fumar marihuana, dijo Cunningham.
La policía recogerá al adolescente y lo llevará a una subestación de policía. En el área de Cunningham, sería en el 1000 NW 62 St. en Liberty City. Los padres tendrán que recoger a sus hijos allí. De lo contrario, un agente los llevará a casa.

Cunningham dijo que la policía no patrullará las calles todas las noches, pero que hará cumplir el toque de queda más de una vez a la semana. La mayor parte del tiempo, la policía responderá a llamadas de los vecinos. Si un agente descubre, al responder a una llamada de servicio, que un adolescente infringe el toque de queda le dará una citación, indicó Cunningham.

Después de tres citaciones, el Departamento de Niños y Familias del estado se reunirá con la familia.

Después de la cuarta o quinta vez, su padre o madre podría recibir una multa de hasta $500, dijo Cunningham.

Dunn, quien admitió que el toque de queda es poco popular políticamente y podría costarle la reelección en noviembre, recibió la aprobación de los adultos, quienes expresaron su apoyo a la polémica medida.

Queen Brown, activista contra la violencia cuyo hijo Eviton fue asesinado a tiros hace tres años, dijo que pensaba que el toque de queda era buena idea.

"Sólo quiero que nuestros hijos estén protegidos'', dijo Brown. ``Quiero que vivan, que prosperen y que crezcan''.

Por su parte, la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU) de la Florida ha expresado preocupaciones. El viernes pasado, La Rhonda Odom, del Proyecto de Justicia Racial del grupo, le dijo a Dunn en el Ayuntamiento de Miami que a la ACLU le preocupa que la medida infrinja los derechos constitucionales de las personas a la privacidad y a la libertad de movimiento.

"Nos preocupa que este tipo de toque de queda aumentará las probabilidades de que los jóvenes entren en contacto con la policía. Va a criminalizar la conducta normal'', dijo Odom.

En el 2005 el Tribunal Supremo de la Florida decidió que ordenanzas similares de Tampa y Pinellas Park eran inconstitucionales, pero el tribunal no ha fallado sobre la de Miami-Dade, dijo Muslima Lewis, abogada de la ACLU.

"Si el toque de queda juvenil de Miami-Dade no se apega al fallo judicial habrá serias preocupaciones sobre su constitucionalidad'', dijo.

Fuente: El Nuevo Herald (Sur de la Florida) 21-4-2010