jueves, 10 de septiembre de 2009

La importancia de los hábitos en la educación infantil

La vida cotidiana es la situación más cercana y más estable para los seres humanos, especialmente para los niños, y por ello es uno de los grandes recursos con los que deben contar sus educadores, padres y profesores: en lo que acontece cada día es donde se realiza su desarrollo. Nadie duda de la importancia que tiene para el niño la vida de cada día y lo que en ella es habitual.

Por eso, hay que darle también mucha importancia a la creación de hábitos y rutinas, que son los que le dan al niño la seguridad de saber qué hacer en cada momento y de conocer las costumbres del grupo social. Deberíamos, primero, establecer la diferencia que hay entre rutina y hábito. La rutina, que puede desaparecer, es una costumbre personal establecida por conveniencia y que no permite modificación, es decir, es inflexible; por ejemplo, colgar la bata en la percha antes de salir de clase.

El hábito, sin embargo, es un mecanismo estable que crea destrezas y que además podemos usar para distintas situaciones: por ejemplo, abrocharse. Tanto las rutinas como los hábitos aportan un componente importantísimo de constancia y regularidad y, por ello, son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar. ¿Qué son los hábitos? Entre todas las definiciones que hemos leído, pensamos que la más aclaratoria es la que Antonia Fernández Gutiérrez hace en el libro La Educación Infantil: “Son costumbres, actitudes, formas de conducta o comportamientos que conllevan pautas de conducta y aprendizajes.

El hábito bien adquirido y usado nos permite hacer frente a los acontecimientos cotidianos”. En la etapa infantil, a la hora de educar, es de mayor interés la creación de buenos hábitos que llegar a poseer unos conocimientos amplios. Los hábitos se forjan con mucha más facilidad y eficacia en los primeros años de vida; es entonces cuando los niños los adquieren porque es el período más crítico, dinámico y potencial de la vida para aprender.

Además, los hábitos que se adquieren en estos primeros años se van adaptando a la personalidad de cada uno, convirtiéndose así en valiosos recursos de identidad personal. La adquisición de hábitos en los niños requiere una labor continuada y metódica por parte del adulto; es una tarea que necesita exigencias de corrección, normas, valores y conductas globales.

Por ello, se debe plantear qué hábitos se van a trabajar con los niños cada día y procurar establecerlos en todos los ambientes que rodean al niño: la familia y el colegio. En la educación de los hábitos sucede que, con frecuencia, los adultos estamos tentados a pensar que sólo pueden adquirirse cuando se ha cumplido determinadas edades.

No obstante, si analizamos nuestra forma de desenvolvernos habitualmente, podemos comprobar que muchos hábitos nos los enseñaron y exigieron muy pronto. Y si no lo hicieron así, es posible que reconozcamos que hemos gastado demasiados esfuerzos y energía para conseguirlos más tarde.

Desde el punto de vista escolar, cada vez son más los alumnos que, teniendo una inteligencia normal, no obtienen buenos rendimientos académicos debido a la ausencia de hábitos básicos: la inteligencia está constituida en gran parte por hábitos y destrezas de muchas capacidades que, desarrollados a tiempo, facilitan el éxito de los escolares en la educación obligatoria.

Expuesta la importancia que tiene para los niños la adquisición de hábitos, sólo nos resta recordar a todos que es una tarea de competencia mixta entre padres y educadores y que plantea la necesidad de que exista, por tanto, una estrecha colaboración para llevar a cabo acciones conjuntas y coordinadas.

El intercambio de información entre padres y profesor-tutor se revela como fundamental. Ambas instituciones, escuela y familia, no deben ser agentes estancos e incomunicados que sólo interactúan en ocasiones muy especiales (periodo de adaptación, reuniones, fiestas, entrega de boletines...). Por ello, el centro escolar debe potenciar la participación activa de la familia en la educación escolar del niño, haciéndole sentir responsable a través de los diferentes medios pedagógicos que se programen a nivel de centro.

Pero no sólo dentro del centro, la educación en casa debe ser consensuada entre ambos, ofreciendo el profesorado pautas científicas y utilizando a la familia como principal medio de información sobre cómo se está produciendo el desarrollo del niño fuera del centro. Ambas instituciones, familia y escuela, son esenciales en la adquisición de valores, hábitos y actitudes del alumno.

Javier Úbeda Ibáñez

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buen articulo. digno de ser leido por todos ya que me parece un aspecto importante en el sector escolar