miércoles, 21 de mayo de 2008

Educación en la Argentina actual

La situación actual de la educación en la Argentina está muy bien descripta en esta carta que se publica a continuación. Esperamos sus comentarios. Para realizarlos tienen que pulsar al final de la nota en "Comentarios" y los mismos serán publicados. Muchas gracias.


Estimados colegas y amigos:

Estoy suscripto a un servicio de noticias educativas, y he aquí una selección de las recibidas entre enero y abril de este año.

"(Nuestras) escuelas públicas son un lugar inseguro donde los estudiantes que cometen crímenes violentos rara vez son castigados y rehabilitados, con un sistema disciplinario que es dis-funcional e injusto".

"Según los académicos de la Facultad de Farmacia, mientras que en 1995 se trataron 595 niños con drogas antipsicóticas, en 2005 ese número se elevó a 2917, siendo las drogas más utilizadas aquellas dirigidas a tratar el autismo y la hiperactividad, muchas de las cuales no están aprobadas para su uso en niños".

"Según un reciente reporte, más de un millón de niños están afectados por desórdenes que van desde la depresión, la ansiedad y la anorexia, hasta la violencia delictiva".

"Madres excesivamente competitivas están produciendo una generación de niños caprichosos y demandantes, afirma un reporte".

"Un cuarto de los niños entre ocho y diez años jamás ha jugado en la calle, dice un estudio presentado recientemente".

"En respuesta a los 22 estudiantes asesinados este año, las escuelas están adquiriendo más cámaras de video para vigilancia y contratando servicios policiales adicionales".

Nueve estudiantes de tercer grado han sido suspendidos al descubrirse que complotaban para atacar físicamente a su maestra".

"Un creciente número de alumnos está introduciendo armas y drogas en las escuelas más problemáticas de la región. El número de maestros que han descubierto alumnos armados en sus clases se ha cuadruplicado entre 2001 y 2008".

"Los maestros han debido distribuir píldoras anticonceptivas del "día después" a niñas de hasta 14 años, luego de que una fiesta escolar degeneró en una orgía de alcohol, drogas y sexo entre menores de edad. La escuela admitió que un "elevado número de alumnos" tuvo sexo sin protección bajo los efectos del alcohol, cuando 200 estudiantes organizaron una fiesta en un salón vecinal".

"El 'culto a la celebridad' está produciendo una generación que cree que la educación y el esfuerzo no son importantes para alcanzar el éxito, afirma la Asociación de Maestros. Una encuesta descubrió que más del 70 por ciento de los docentes de primaria y secundaria afirman que el 'culto a la celebridad' está pervirtiendo las aspiraciones y las expectativas de los niños".

Esto es apenas una muestra mínima, limitada por obvias razones de espacio.
He elegido estas noticias porque representan, en mayor o en menor medida, temas que han sido debatidos en LIEdu durante los últimos años, y que por lo tanto son moneda corriente en nuestros países hispanohablantes. Todas ellas ponen de manifiesto el creciente grado de disolución social que afecta ya no a nuestras escuelas, sino a nuestras comunidades en general.

Convencido de que una mayoría de ustedes conoce ejemplos cercanos de estas problemáticas, es el momento de revelarles que todas esas noticias no provienen de ningún país de hispanoamérica, sino de Inglaterra, los EEUU, Escocia y Australia.

Prima facie es inevitable hipotetizar que deben existir factores comunes que justifiquen la aparición de estos síntomas en tantos y tan diferentes lugares, y las sospechas apuntan a la rápida globalización cultural que están produciendo los medios de comunicación e internet.

Si el comportamiento de los niños y los adolescentes, y por cierto también el de sus padres, sigue líneas tan uniformes no importa el lugar, resulta notable que esto suceda en el marco de sociedades cuyas respuestas son por completo disímiles.

En los EUU, por caso, un alumno que falta a clase sin permiso puede acabar frente a un juez de menores, y en Inglaterra se encarcela a los niños delincuentes. En Argentina, en cambio, las leyes son extremadamente permisivas, y en la escuela hasta los más graves problemas son enfrentados intentando el diálogo y la persuasión. Resulta obvio, entonces, que ni los métodos coercitivos ni los tolerantes dan una respuesta eficaz a este tipo de problemas.

Una explicación para esta ineficacia podría ser la siguiente: tanto el castigo como la persuasión operan -cuando lo hacen- sobre los efectos y sobre los individuos, pero dejan incólumes a las causas de la violencia y el descontrol juvenil. O, puesto de otra manera, las fuerzas que compelen a los niños y a los adolescentes hacia un comportamiento antisocial, y las que deterioran su entorno familiar sumiéndolos en la confusión y el desamparo, son muchísimo más poderosas que cualquier acto ejemplificador, sea de la naturaleza que fuere.

Quizás sea hora de revisar los principios que nos guían. Tal vez a la globalización le falte el sentido de fraternidad universal necesario para convertirla en una verdadera empresa común de la sociedad planetaria. Es posible que al progreso material haya que cimentarlo en algo más útil que el mero consumismo. Podría ser ventajoso ponerle límites a la experimentación social inconsulta y anárquica, y fomentar una relativa persistencia en el tiempo de ciertos valores y costumbres en lugar de cambiarlos por el cambio mismo.

A lo mejor nos convendría ser menos competitivos y más cooperativos, menos individualistas y más solidarios, menos egoístas y más altruístas, aunque eso implique reducir los niveles de satisfacción instantánea a que estamos acostumbrados.

En contraposición, la sociedad global contemporánea sigue la línea de menor resistencia. Avanzamos hacia el futuro como sonámbulos, indiferentes y anómicos. Ya no hay críticas sino lamentos, y el principal lamento que se escucha es el de la impotencia para torcer ese destino ominoso que nos espera, que no es otro que profundizar la decadencia y el fracaso.

En este mes se cumplen cuarenta años de la revuelta juvenil de mayo del 68, que atronó desde París inflamando a medio planeta con consignas como "seamos realistas, pidamos lo imposible", y "la imaginación al poder". Lo que quiso ser el principio de un mundo mejor resultó, en apariencia, el fin de una época y de un sueño.

Los jóvenes de aquel entonces queríamos libertad, pero no libertinaje. Deseábamos abolir la hipocresía, pero no para reemplazarla con la resignación. Defendíamos el pacifismo, no la paz sostenida por la fuerza de las armas. Combatíamos la deshonestidad, pero no esperábamos sustituirla por la desvergüenza. Proponíamos un mundo fundado en el amor al prójimo, no uno motorizado por el amor al dinero y al poder. Y si por ser realistas comprendíamos cabalmente que pedir semejantes cosas era pedir un imposible, nuestro mayor fracaso ha sido no ser capaces de engendrar una generación que nos supere en la demanda: una que pida, y luche, y se sacrifique, por ideales más grandes y más imposibles.

Debemos admitir, pasados los años, que la contrarevolución surgió desde nuestras propias entrañas. Pero es necesario, imprescindible, que los que aún conservamos el fuego de aquella rebeldía encendamos con él los corazones de nuestros hijos, los de nuestros alumnos, los de toda una generación confundida -pero jamás perdida- para que con su ardor alumbren el camino hacia un nuevo mundo.

Todavía estamos a tiempo.

Autor: Hugo M. Castellano
Webmaster de Nueva Alejandria El Portal de los Educadores
www.nalejandria.com
Director de la Revista Digital de Educación y Nuevas Tecnologías:
www.contexto-educativo.com.ar
Premio INFOLAC 2004 Mejor portal de Formación Docente

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola soy un estudiante de secundario que a diario veo esta problematica no solo en el ambito educacional sino en general, nuestra socieda esta totalmente desvalorizada no entiendo como chicos de mi edad priorizan el vivir el dia a dia y no tiene ni la mas minima aspiracion al futuro,creo que tenemos que cambiar nuestra cultura la manera de ver las cosas. Necesitamos ver lo que nosootros mismos hacemos y dejar de precuparnos por lo que hacen o dejan de hacer los demas, solo haci podemos pensar en un cambio.Tenemos el deber de ayudar a las generaciones a que sea mejor y no empujarlas a cometer los mismos errores, enseñando solo resentimiento y odio.

Anónimo dijo...

yo creo q tambien la sociedad tedria q carbiar en su forma cultural y q piensen mas en el dia de mañana sobre todos lo adolecentes.