Adolescentes hoy, víctimas o victimarios
Cada día, son mayores las noticias que nos llegan acerca de hechos de violencia de nuestro país o el mundo, protagonizados por adolescentes y jóvenes. Lo que es peor es que ya, casi, no nos sorprenden.
Si la sociedad toda se ha vuelto violenta ¿por qué no ellos habrían de serlo? Los adolescentes son el reflejo de la sociedad adulta y a su vez el espejo donde debemos mirarnos.
Hablar de violencia nos remite a un campo teórico controversial donde se entrecruzan lo psicológico, lo social, lo político y hasta lo económico. Qué aspecto es el que sobresale más, a la hora de generar violencia, queda como motivo de grandes debates. Hay mucho de opinión y poco de acción. Casi es proporcional la cantidad de teorías con la creciente ola de hechos violentos.
Como siempre, las primeras voces, se alzan en contra de la familia. Un entorno familiar violento, suelen llegar ha desarrollar comportamientos violentos. Pero, al hablar de violencia en la familia ¿estamos entendiendo, todos, que no solo se refiere a la física? Hay otros comportamientos familiares, más sutiles, que producen también violencia.
Algunos hablan que se nace violento. Algo de razón hay. Dentro del reino animal, el hombre es el único ser que necesita, por tiempo prolongado, al otro para obtener la satisfacción a sus necesidades más vitales: hambre, protección, cuidados. La no obtención de esto genera agresión y en consecuencias conductas violentas.
La familia de hoy está pasando por cambios y modificaciones. Algunos positivos, otros no. Podemos afirmar que las reglas del interjuego social son diferentes y aun, son muchos, los que no lo han asumido aferrándose a un pasado que no era ni mejor ni peor. Es claro que la familia que no pone límites o no hace respetar normas de convivencias hará que sus hijos crezcan en un clima de inseguridad que seguro, en la adolescencia, los llevará a vincularse violentamente.
Otras voces acusan a la escuela sin tener en cuenta que la violencia social, también, se manifiesta en ella. Los objetivos, hoy, deben pasar por hacer realidad, poner en acción los tantos programas sobre valores que, desde los ministerios de educación, han invitado a hacer uso.
Se alzan las banderas de educar en valores, llegan directivas y muy pocas son las escuelas que las pones en practica. ¿Falta de voluntad? No. Solamente es que junto a esta directiva bajan cientos más referidas a contenidos.
"La escuela tiene mucho por hacer todavía para resolver estas cuestiones, pero sigue siendo el lugar privilegiado para aprender determinadas habilidades sociales y así construir una sociedad más democrática y menos violenta. Hay un mayor compromiso en esta cruzada, pero los cambios culturales siempre resultan procesos lentos. Avanzamos rápido en lo discursivo, pero en los hechos todavía nos manejamos muchas veces de manera violenta", admite Mara Brawer, coordinadora del Programa para la Construcción de la Ciudadanía en declaraciones hechas al diario Clarín.
Los docentes se sienten avasallados por tantas disposiciones. No solo las impartidas por el gobierno sino también por las particulares de cada institución que buscan la excelencia educativa. No digo que este mal. Pero una verdadera educación es mucho más que transmitir un cúmulo de contenidos pedagógicos que deben ser aprendidos.
Esto, también, es una forma de violencia: docentes sobresaturados que terminan creando altos grados de climas de violencia simbólica (la socialmente permitida) en el aula. La escuela ya no es más un terreno neutral y la violencia se contagia. Mas entre aquellos que están experimentando grandes cambios en su personalidad, formando su identidad y dando paso a un razonamiento crítico que pone cada una de nuestras conductas en “tela de juicio”.
La sociedad, hipócritamente, se preocupa de aquello que genera. Se afirma que se educa con el ejemplo. ¿Qué aprendizaje es aquel, para un adolescente, que un día ve a un sindicalista agredir a un ciudadano común y al otro día compartir un palco con las más altas autoridades gubernamentales? ¿La impunidad instalada? ¿Qué enseñanza deja el comentario de una directora de escuela, frente a un hecho de violencia donde quedo desfigurada una alumna por ser “la más linda”: “Las profesores me comentaron que no vieron nada que les llamara la atención”? ¿La distracción cotidiana? El círculo de la violencia se sigue dibujando y se cierra más. Es así como Mario Oporto, Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, puede darse el lujo de afirmar: “La sociedad se conmueve cuando ocurren episodios violentos en torno de los ámbitos escolares porque realmente son mínimos si tenemos en cuenta que 4,5 millones de niños y adolescentes comparten todos los días un lugar común”. Minimizar el problema es una manera de no ocuparse de él. Sin embargo, un jefe de preceptores de una escuela estatal se lamenta: “Mi escuela, como tantas otras convive con la violencia.
La salida más concreta e inteligente es la educación. Mi experiencia en dictar cursos y talleres sobre resolución de conflictos, en diferentes colegios y su posterior seguimiento me permiten afirmarlo. En primer lugar hay que apuntalar y dar herramientas a los docentes para que puedan mediar en los conflictos entre los alumnos y los suyos propios. Transmitir una escala de valores, a sus alumnos, que desemboquen en el dialogo y la aceptación de la diversidad.
Educar para la vida tiene que ser el principio motor Familia, Escuela sociedad, Estado, Iglesia, todos están comprometidos.
Joaquín Rocha
Psicólogo Especialista en Educación para la Comunicación
Fuente: San Pablo On Line http://www.san-pablo.com.ar/
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