martes, 6 de octubre de 2009

Resiliencia: es más que sólo resistir


por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar



Una vez más, las ciencias sociales y humanísticas piden prestado un vocablo a otras ciencias para explicar conductas del hombre y de la mujer. El término resiliencia se refiere originalmente, en ingeniería, a la capacidad de un material para adquirir su forma inicial después de someterse a una presión que lo deforme. Aplicado a los seres humanos, describe la capacidad de sobreponerse a las dificultades y, al mismo tiempo, aprender de sus errores. Las personas resilientes superan situaciones adversas; no así las personas vulnerables, que, ante las mismas situaciones, no saben cómo enfrentarlas y terminan frustradas.

La resiliencia no atañe sólo al individuo, sino también a los sistemas sociales, que logran desarrollarse positivamente en dificultosas condiciones de vida y pueden salir fortalecidos y modificados por ellas.

El concepto encierra dos elementos. Uno frente a la destrucción: que es la capacidad de proteger la propia integridad ante las presiones deformantes, el otro se refiere a la capacidad para construir conductas vitales positivas, pese a las circunstancias difíciles.

Los estudios sobre esta capacidad son recientes; no obstante, debemos afirmar que, en cuanto realidad humana, es tan antigua como la humanidad. Esto respondería a por qué el hombre llegó adonde llegó y por qué tantas civilizaciones subsisten a través del tiempo. La cristiandad es un ejemplo de ello.

Este modelo de desafío, frente a las adversidades, comprende factores que son decisivos. La educación, el modo de crianza, es el primero y principal. Es un proceso dinámico, donde interactúan el medio ambiente y el individuo, donde la influencia más positiva son las relaciones afectivas y estrechas con adultos significativos.

De estos vínculos, surge el primer pilar de la resiliencia: la autoestima. Una autoestima positiva es fuente de origen de los otros pilares: creatividad, independencia, autonomía, pro-actividad, introspección y capacidad de vincularse sanamente.

El humor, que merece un artículo aparte, es otro de los pilares de la resiliencia. Según la filósofa y educadora Helena Combarías, “las personas que son capaces de reírse de sus males llevan la mitad del camino recorrido. La base del sentido del humor es el mismo sufrimiento. La gracia suele implicar el reconocimiento y la ternura ante lo imperfecto, el fracaso, la capacidad de admiración ante lo inesperado, y cuando la respuesta es una sonrisa, tal vez, no acabe con el sufrimiento, pero tampoco éste acabará con quien lo padece. Quien logra reírse de sí mismo ganará en libertad interior y fuerza. Con el humor, se dinamiza el potencial humano en situaciones límite. Valoración de la diferencia. La ternura que implica no sólo el respeto, sino también el amor a la diferencia, se convierte, sin duda, en un factor protector por excelencia de la superación humana”.

Las siguientes afirmaciones pueden ayudar a descubrirse resiliente o no:

• Cuando sufro una derrota, examino mis limitaciones para que no vuelva a suceder.
• Cuando tengo un problema serio, lucho.
• Cuando alcanzo el éxito, siento que comparto el mérito con todos los que participaron conmigo.
• Cuando sobrevienen cambios, los tomo como un desafío interesante.
• Si me piden ayuda es porque cuentan conmigo.
• Yo me encuentro optimista.
• Actúo de acuerdo con lo que constituyen mis metas.
• Mi vida está llena de sentido.
• La mayor parte del tiempo controlo mi vida.
• Cuando enfrento desafíos nuevos, espero el mejor momento para actuar.
• Mis fortalezas, cuando estoy en dificultades, son mis recursos internos y mi experiencia.
• Para encarar un problema, me aproximo metódicamente.
• Cuando resuelvo el problema, guardo mi experiencia y lo olvido.

Es importante tener presente con qué herramientas se cuenta, a la hora de enfrentar una adversidad:

Desde los vínculos (Yo tengo):

- Personas que me quieren
- Personas que me ponen límites
- Modelos para actuar
- Personas que quieren que sea autónomo
- Personas que me auxilien, si estoy en peligro

Desde lo personal (Yo soy)

- Alguien que otros quieren
- Feliz cuando hago algo bien
- Respetuoso de mí mismo y del otro
- Dispuesto a responsabilizarme de mis actos
- Seguro respecto a que saldré bien

Desde las habilidades sociales (Yo puedo)

- Hablar sobre lo que me asusta
- Buscar maneras de resolver mis problemas
- Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso
- Buscar el momento apropiado para actuar o hablar
- Encontrar a alguien que me ayude

El cuento Las ranitas, de Mamerto Menapace, ilustra, de mejor manera, el comportamiento resiliente.

“Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema. Inmediatamente sintieron que se hundían (...). Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero era inútil (...).
Una de ellas dijo: —No puedo más. Es imposible salir de aquí (...) Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor... qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril. Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez.
La otra rana se dijo: —¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar. Sin embargo, ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento (...). Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar. De pronto, de tanto patalear... la crema se transformó en manteca. La rana dio un salto y llegó hasta el borde del pote. Alegremente regresó a su casa.


¿Cuál de las dos ranas eres frente a las dificultades?


Fuente: San Pablo On Line

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