Hay muchos padres que centran la educación exclusivamente en los conocimientos, en los idiomas, en las habilidades musicales o deportivas, o en cosas semejantes. Atiborran a sus hijos de academias y de gimnasios, de enciclopedias, ordenadores y diplomas, y luego se olvidan de hacer de sus hijos personas de criterio, con carácter y personalidad.
Con ese esquema educativo producen criaturas de gran fortaleza física pero que son débiles interiormente, cabezas llenas de conocimientos pero sin templar, hombres y mujeres sin principios firmes. Y al final consiguen lo contrario de lo que buscaban, pues dejan a sus hijos indefensos ante el futuro.
— No cabe duda que es mejor herencia una cabeza bien amueblada y una voluntad fuerte que un montón de títulos y de conocimientos. Pero mejor son las dos cosas.
Por supuesto, pero lo que no sería acertado es sacrificarlo todo en aras de los títulos y los conocimientos.
Es preciso lograr que padres e hijos piensen sobre cómo son, sobre cómo les gustaría ser, y sobre cómo deberían ser.
Para lograrlo son vitales esas conversaciones sosegadas con cada hijo, procurando formar a un tiempo su cabeza y su corazón, su inteligencia y su voluntad.
Hacerles razonar bien, hacerles capaces de hacer lo que deben hacer, y hacerles quererlo hacer libremente.
Educar la inteligencia
Con ese esquema educativo producen criaturas de gran fortaleza física pero que son débiles interiormente, cabezas llenas de conocimientos pero sin templar, hombres y mujeres sin principios firmes. Y al final consiguen lo contrario de lo que buscaban, pues dejan a sus hijos indefensos ante el futuro.
— No cabe duda que es mejor herencia una cabeza bien amueblada y una voluntad fuerte que un montón de títulos y de conocimientos. Pero mejor son las dos cosas.
Por supuesto, pero lo que no sería acertado es sacrificarlo todo en aras de los títulos y los conocimientos.
Es preciso lograr que padres e hijos piensen sobre cómo son, sobre cómo les gustaría ser, y sobre cómo deberían ser.
Para lograrlo son vitales esas conversaciones sosegadas con cada hijo, procurando formar a un tiempo su cabeza y su corazón, su inteligencia y su voluntad.
Hacerles razonar bien, hacerles capaces de hacer lo que deben hacer, y hacerles quererlo hacer libremente.
Educar la inteligencia
Creo que los padres solemos dar más importancia a educar la inteligencia que a educar la voluntad, y en eso creo que nos equivocamos.
Pienso que si se educara realmente la inteligencia no habría problema, porque cuando las cosas se entienden con claridad y a tiempo, la voluntad se dirige a ellas sin muchas dificultades. Lo que pasa es que a veces se busca sobre todo insuflar conocimientos en vez de en educar realmente la inteligencia.
A veces parece como si la inteligencia fuera el don mejor distribuido, al menos si nos atenemos al escaso número de personas que se quejan de la porción que les ha correspondido en el reparto. Pero cuando un chico es realmente inteligente, enseguida se da cuenta de que sin desarrollar su voluntad apenas hará nada en la vida, y que, si no se esfuerza, lleva camino de ser uno más de los muchos talentos malogrados por usar poco la cabeza.
Con razón se ha dicho que no hay criatura más desgraciada que una gran cabeza huérfana de voluntad, porque esa gran inteligencia, suponiendo que exista, se pierde sin remedio.
Alfonso Aguiló
http://www.interrogantes.net/
Pienso que si se educara realmente la inteligencia no habría problema, porque cuando las cosas se entienden con claridad y a tiempo, la voluntad se dirige a ellas sin muchas dificultades. Lo que pasa es que a veces se busca sobre todo insuflar conocimientos en vez de en educar realmente la inteligencia.
A veces parece como si la inteligencia fuera el don mejor distribuido, al menos si nos atenemos al escaso número de personas que se quejan de la porción que les ha correspondido en el reparto. Pero cuando un chico es realmente inteligente, enseguida se da cuenta de que sin desarrollar su voluntad apenas hará nada en la vida, y que, si no se esfuerza, lleva camino de ser uno más de los muchos talentos malogrados por usar poco la cabeza.
Con razón se ha dicho que no hay criatura más desgraciada que una gran cabeza huérfana de voluntad, porque esa gran inteligencia, suponiendo que exista, se pierde sin remedio.
Alfonso Aguiló
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