Los tiempos cambian pero...
Ayer nomás era común ver que las niñas imitaban a sus madres en sus actitudes, su modo de vestir y de hablar, era una manera de ir creciendo hasta alcanzar su propia identidad y en este proceso, la madre era su "modelo".
En otro tiempo, en algún momento libre, la mamá enseñaba a su hija a hacer alguna labor manual como tejer o coser alguna prenda para su muñeca, por ejemplo. Y no estamos hablando de tiempos prehistóricos sino de hace poco. Hoy los tiempos cambiaron y muchas veces recordamos con nostalgia alguna que otra situación como la mencionada pero, evitando caer en la falsa ilusión de creer que ese tiempo volverá.
Actualmente, cuando aún no han concluido aún su escuela primaria, muchas mamás se ocupan de promover, junto con otras madres del curso, la organización de fiestas o bailes cuando quizá lo ideal sería, impulsar la participación de las niñas en eventos deportivos, obras culturales, sociales y en lo posible, realizadas por ambos sexos en común, para aprender a relacionarse sanamente.
Los programas de televisión contribuyen a exacerbar esta situación de adelantar a las niñas e impulsarlas a realizar algo que no les es propio ni acorde a su edad y etapa madurativa. Así se van acostumbrando a frecuentar locales bailables para menores con la complacencia de sus padres quienes, en el mejor de los casos, únicamente se toman el trabajo de ir a recogerlas al final del baile con muy pocas ganas.
La niña que alimentó ilusiones con las telenovelas de la tarde y los idilios de sus personajes -la mayoría preadolescentes- comienza a vestirse provocativamente para suscitar el interés de los varones y concretar la ilusión alimentada: tener un romance rápidamente tal como la heroína de turno.
¿Y los varones?
Los varones también alimentan su despertar sexual apelando a cuanto medio tienen a mano: internet incluida. Pero hay algo que aún no ha cambiado: los padres y madres de varones no consideran que eso sea algo desestimable, por el contrario, aún vivimos en una cultura predominantemente machista (aunque no nos guste) en la cual ésto es un signo de virilización altamente deseable.
Ayer nomás era común ver que las niñas imitaban a sus madres en sus actitudes, su modo de vestir y de hablar, era una manera de ir creciendo hasta alcanzar su propia identidad y en este proceso, la madre era su "modelo".
En otro tiempo, en algún momento libre, la mamá enseñaba a su hija a hacer alguna labor manual como tejer o coser alguna prenda para su muñeca, por ejemplo. Y no estamos hablando de tiempos prehistóricos sino de hace poco. Hoy los tiempos cambiaron y muchas veces recordamos con nostalgia alguna que otra situación como la mencionada pero, evitando caer en la falsa ilusión de creer que ese tiempo volverá.
Actualmente, cuando aún no han concluido aún su escuela primaria, muchas mamás se ocupan de promover, junto con otras madres del curso, la organización de fiestas o bailes cuando quizá lo ideal sería, impulsar la participación de las niñas en eventos deportivos, obras culturales, sociales y en lo posible, realizadas por ambos sexos en común, para aprender a relacionarse sanamente.
Los programas de televisión contribuyen a exacerbar esta situación de adelantar a las niñas e impulsarlas a realizar algo que no les es propio ni acorde a su edad y etapa madurativa. Así se van acostumbrando a frecuentar locales bailables para menores con la complacencia de sus padres quienes, en el mejor de los casos, únicamente se toman el trabajo de ir a recogerlas al final del baile con muy pocas ganas.
La niña que alimentó ilusiones con las telenovelas de la tarde y los idilios de sus personajes -la mayoría preadolescentes- comienza a vestirse provocativamente para suscitar el interés de los varones y concretar la ilusión alimentada: tener un romance rápidamente tal como la heroína de turno.
¿Y los varones?
Los varones también alimentan su despertar sexual apelando a cuanto medio tienen a mano: internet incluida. Pero hay algo que aún no ha cambiado: los padres y madres de varones no consideran que eso sea algo desestimable, por el contrario, aún vivimos en una cultura predominantemente machista (aunque no nos guste) en la cual ésto es un signo de virilización altamente deseable.
Iniciada la etapa de las salidas a partir de la medianoche con su vuelta a la madrugada se constituyen en un campo ideal para sostener relaciones de parejitas que desean reproducir lo visto en la telenovela, el video, la película o el sitio de internet. El clima del boliche, la música ensordecedora, el alcohol, la caricia cada vez más directa y prometedora, van anunciando un final fácilmente imaginable que puede concluir en un embarazo.
¿Qué sucede con los padres cuando se enteran?
Si la hija está embarazada, algunos no se hacen cargo, algunos se ofenden y aún las expulsan del hogar tal como se comprueba en maternidades a las cuales acuden a tener su hijo, siempre y cuando el embarazo llegue a término. Ésto en el mejor de los casos porque generalmente, estas situaciones las resuelven las protagonistas con ayuda de sus amigas, sin dar participación a sus familias, con las consecuencias sabidas: aborto, peligro de enfermedad o muerte femenina, abandono del varón, posterior culpa y problemas psicológicos.
¿Qué ha pasado?
Si se ha cuidado tanto a los hijos durante la primera infancia, ¿por qué luego detentan una libertad que no está de acuerdo con su edad? ¿A algún papá o mamá se le ocurriría dejar elegir a su hija jugar con un instrumento que no sepan usar y pueda dañarla?. Lo mismo sucede cuando se les ha estimulado para comportarse como adultas anticipadamente, usando ropas inadecuadas y precipitando salidas. El resultado es que salen dañadas.
No necesariamente hay que buscar culpables pero quizá muchos adultos estén tan infantilizados y confundidos ante una cultura que promueve cierto tipo de conductas y actividades, que sería el momento de sentarse a pensar si no se debería modificar la percepción de la vida actual y, aunque se vaya contra la corriente, aprender a dejar a los hijos e hijas disfrutar de su infancia, de sus juegos con muñecas y no con muñecas de carne y hueso que no están preparados para tener.
Que los adolescentes pierdan la cordura está dentro de lo esperable y posible pero que la pierdan sus padres es una triste falta de responsabilidad.
Crecer y hacerse cargo de nuevas responsabilidades no es fácil en un mundo que cambia tan rápidamente; necesitamos ayuda todos, los chicos y los adultos. Ayuda para poder cuidarnos y cuidarlos aprendiendo a tomar de la cultura actual lo bueno, lo deseable, lo necesario y acorde a la etapa de nuestra vida, desechando lo que consideramos que no se condice con nuestro estilo de vida aunque los de afuera nos marquen lo contrario y tengamos que sufrir burlas por ello.
Decir SÍ es la salida más fácil, un NO a tiempo puede evitar muchas lágrimas.
Textos: María Inés Maceratesi
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