lunes, 23 de noviembre de 2009

Suicidios adolescentes


Es la primera vez que me motiva escribir el espanto. En la mayoría de los países desarrollados, el suicidio de adolescentes constituye la segunda causa principal de muerte, después de los accidentes.

Investigué, leí artículos y no pude salir del asombro. La imagen de la arena escurriéndose entre los dedos la asocio a cómo se nos escapan, a padres y educadores, los problemas que adolecen nuestros niños y jóvenes hoy.

Unos días atrás, un adolescente de 14 años, de una pequeña localidad de la provincia de Neuquén, en el sur de la Argentina, se disparó un tiro en el pecho. Lo hizo, frente a una profesora y un preceptor, en la escuela a la cual concurría.

Según informó la policía, un "disparo en el pecho, a la altura del corazón, con un revólver calibre 32 milímetros" ocasionó la muerte del adolescente. Paradójicamente, la escuela se llama Dr. René Favoloro, un suicida que, de igual manera que el adolescente, se disparó en el corazón.

Un estudio reveló que, en el último año, Neuquén fue la tercera provincia del país con mayor número de suicidios de adolescentes (34 casos). Como sociedad, en primer lugar, debemos hacer un “mea culpa”, ya que el suicidio de los adolescentes es un tema que suele callarse y evadirse, pues impacta y cuestiona el sistema familiar y social en que vivimos.

El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Por eso, se torna imprescindible reflexionar y conocer cuáles son los motivos que llevan a un adolescente a cometer semejante acto y cómo puede prevenirse.

La adolescencia es una etapa del desarrollo psicosocial del ser humano de mucho estrés, debido a que se producen importantes pérdidas: duelo por el cuerpo infantil, duelo por los padres infantiles y duelo por la identidad y el pensamiento infantil; cambios físicos y hormonales, y nuevas conductas sexuales. Esto genera perturbación en las ideas y en los sentimientos, además de miedo e incertidumbre, influyendo en sus capacidades para resolver problemas y tomar decisiones.

Algunos adolescentes, la mayoría, logran atravesar este período sin mayores dificultades. Otros, sin embargo, quedan presos de tanta angustia y depresión, que llegan hasta el extremo de suicidarse (se considera que, por cada adolescente que comete suicidio, lo intentan cerca de trescientos).

Las ideas suicidas son muy frecuentes en la adolescencia, sin que ello constituya un peligro inminente para la vida. No obstante, si se asocian a factores de riesgo, adquieren un carácter mórbido y pueden desembocar en un acto suicida.

Fernando Quintanar, en su libro Comportamiento Suicida, cita los postulados suicidas de Sneiman:
El suicidio es la búsqueda de solución a un problema que genera sufrimiento.
Es una manera de cesar la conciencia, no necesariamente la vida.
El dolor que no controlamos es un riesgo de suicidio para acabar con ese dolor incontrolable.
Para el suicida, el acto siempre es lógico.
La emoción del suicidio es la desesperanza y el desamparo.
Su actitud: la ambivalencia. Vivir y morir a la vez, pero uno de los sentimientos surge con más fuerza.
El estado cognitivo es la "visión de túnel" antes nombrada.
El suicidio es un acto de comunicación interpersonal con "pistas", a modo de señales, que ha ido dejando el ejecutor.
Las señales que menciona el postulado 8 aluden a:

· Cambios en los hábitos alimenticios y del sueño.
· Pérdida de interés en las actividades habituales.
· Retraimiento respecto de los amigos y miembros de la familia.
· Manifestaciones de emociones contenidas y alejamiento o huida.
· Uso de alcohol y de drogas.
· Descuido del aspecto personal.
· Situaciones de riesgo innecesarias.
· Preocupación acerca de la muerte.
· Aumento de molestias físicas frecuentemente asociadas a conflictos emocionales, como dolores de estómago, de cabeza y fatiga.
· Pérdida de interés por la escuela o el trabajo escolar.
· Sensación de aburrimiento.
· Dificultad para concentrarse.
· Deseos de morir.
· Falta de respuesta a los elogios.
· Aviso de planes o intentos de suicidarse, incluyendo los siguientes comportamientos:
-Verbaliza: "Quiero matarme" o "Voy a suicidarme".
-Expresa señales verbales como: "No seré un problema por mucho tiempo más" o "Si me pasa algo, quiero que sepan que ...".
-Regala sus objetos favoritos; tira sus pertenencias importantes.
-Se pone alegre repentinamente, luego de un período de depresión.
-Puede expresar pensamientos extraños.
-Escribe una o varias notas de suicidio.

Llevar a cabo una tarea de prevención se hace casi ineludible. Todos tratamos de enseñar a nuestros chicos, desde la más temprana infancia, a cuidar la única vida que tienen. Amándose y respetándose aprenderán, por consiguiente, a respetar y amar a los otros, tanto como dejarse amar y exigir ser respetados.

Para esto, necesitan de adultos que los acompañen, los contengan y, por sobre todo, que no los juzguen.

Una de las causas más comunes que conducen al suicidio adolescente es la baja autoestima y el descubrimiento de una orientación sexual diferente. La tendencia al suicidio no se vincula a factores económicos o culturales, sino a factores psicosociales, como la homofobia que provoca una extrema autodesvalorización.

La implementación de talleres para padres y docentes los capacitaría para detectar, prematuramente, a posibles suicidas, además de desterrar el mito de que el suicidio resulta un acto impulsivo e interpretarlo como un proceso con una historia y con una decisión largamente pensada y analizada.

A su vez, es preciso trabajar este tema desde la currícula educativa y suministrar, a los adolescentes, literatura especializada para orientarlos en caso de que se encuentren en una situación de crisis suicida.

Llegó la hora de hablar y de hacer. Propongamos, por este medio, alguna campaña de prevención, así, entre todos, nos ayudamos y ayudaremos a nuestros adolescentes que hoy ven la vida sin futuro.

por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Fuente: San Pablo on line

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