La educación de la afectividad es un aspecto de decisiva importancia en la educación del carácter.
Y para educar correctamente la afectividad es cuestión clave que los padres se quieran mucho entre sí y que quieran mucho a los hijos.
— ¿No es un poco tópico todo eso?
No creas, porque se comprueba continuamente cómo un ambiente familiar frío, desconfiado, o excesivamente rígido, puede hacer que un chico o una chica nunca lleguen a adquirir un sano equilibrio en su afectividad.
Cuando a los hijos les faltan en su infancia y adolescencia modelos claros de lo que es el cariño, no aciertan a captarlo bien tampoco después.
— Pero no siempre nos lo ponen fácil. Hay temporadas en que no se dejan querer, que son auténticos erizos...
No es para tanto. Además, ellos mismos se dan cuenta de que están raros, pero les cuesta vencerse. Compréndeles. Interésate por lo que a ellos les interesa, aunque te parezcan bobadas. Cuando conozcas un poco su mundo, descubrirás que es algo vivo y atractivo, y disfrutarás con ello, les entenderás mejor y te sorprenderás de los avances.
— Pero a veces tienen unas actitudes poco respetuosas y no se les puede comprender todo...
Comprender no es consentirlo todo. La convivencia familiar debe edificarse sobre un gran respeto por las personas: por el marido, por la mujer, por cada hijo, por el abuelo o la abuela si viven también allí.
Normalmente no hará falta explicarle que debe tratar bien a todos: lo ve, no hay que decírselo.
Y para educar correctamente la afectividad es cuestión clave que los padres se quieran mucho entre sí y que quieran mucho a los hijos.
— ¿No es un poco tópico todo eso?
No creas, porque se comprueba continuamente cómo un ambiente familiar frío, desconfiado, o excesivamente rígido, puede hacer que un chico o una chica nunca lleguen a adquirir un sano equilibrio en su afectividad.
Cuando a los hijos les faltan en su infancia y adolescencia modelos claros de lo que es el cariño, no aciertan a captarlo bien tampoco después.
— Pero no siempre nos lo ponen fácil. Hay temporadas en que no se dejan querer, que son auténticos erizos...
No es para tanto. Además, ellos mismos se dan cuenta de que están raros, pero les cuesta vencerse. Compréndeles. Interésate por lo que a ellos les interesa, aunque te parezcan bobadas. Cuando conozcas un poco su mundo, descubrirás que es algo vivo y atractivo, y disfrutarás con ello, les entenderás mejor y te sorprenderás de los avances.
— Pero a veces tienen unas actitudes poco respetuosas y no se les puede comprender todo...
Comprender no es consentirlo todo. La convivencia familiar debe edificarse sobre un gran respeto por las personas: por el marido, por la mujer, por cada hijo, por el abuelo o la abuela si viven también allí.
Normalmente no hará falta explicarle que debe tratar bien a todos: lo ve, no hay que decírselo.
Sería interesante examinar con qué cuidado tratamos a cada uno. Si hay la suficiente consideración con todos. Si hablamos a todos y de todos con respeto y cariño. Si actuamos con justicia y lealtad también en su ausencia, de forma que si el interesado estuviera presente, quedara agradecido por el modo en que se habla de él; y que si hablaran de nosotros y pudiéramos escucharlo, quedáramos también agradecidos.
Saber llevarse bien es más importante de lo que parece.
— Creo que hay bastante gente que sabe ser agradable, y en las relaciones sociales son muy comunicativos y grandes conversadores, pero luego en su casa son intratables. Supongo que siempre es más fácil ser amable con los de fuera un ratito...
Cualquier persona inteligente sabe que las relaciones sociales más importantes son las de su propia casa. Por eso conviene estar vigilantes ante las grietas de la convivencia y del cariño dentro de la familia, ante esos enfrentamientos estúpidos, ante esa discusión idiota, ante esa sequedad de afecto, ante ese egoísmo de fondo o aquel orgullo tonto..., porque tontamente pueden estropear cosas muy valiosas.
Alfonso Aguiló
http://www.interrogantes.net/
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