“Hay una correlación estadística absoluta entre más educación y menos delincuencia. Cuanta más escolaridad y trabajo decente haya, menor será el nivel de inseguridad en la sociedad.”
En momentos en que el debate sobre la inseguridad vuelve a las tapas de los diarios y a los principales títulos de los noticieros, las palabras de Bernardo Kliksberg clarifican el panorama. Es que es una voz autorizada en la materia: el economista argentino es el mayor experto latinoamericano en pobreza y desigualdad. Es asesor principal de la dirección regional para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y asesoró en los últimos años a más de treinta países y a organismos internacionales como la Unesco, Unicef, OIT, OEA y OPS, entre otros.
Para poder insertarse en el mercado de trabajo formal hay que tener por lo menos doce años de escolaridad. Se muestra estadísticamente que con menos de una secundaria completa hoy las empresas, con razón, en el siglo XXI en un mundo tecnológico tan avanzado, no aceptan siquiera mano de obra para salidas menores no calificadas y resulta que ahí hay un cuello grande. Porque el 50 por ciento de los jóvenes en la mayor parte de América Latina no terminaron el colegio secundario. No porque les falte cultura de estudio, sino porque la pobreza está ahí presente en el 34 por ciento de la población.
“Hoy las cifras siguen siendo muy lejanas a lo que se necesita. Resulta que de cada tres chicos pobres sólo uno termina la secundaria. Y sin secundaria van a ser marginales. El tema central es el acceso a la educación y el acceso al trabajo. Esos son los temas estratégicos centrales. Si no se resuelve la atención a los jóvenes, va a haber niveles de conflictividad altísimos y es de mirada muy corta ver cómo se desarrolla este drama. Que es drama para toda la ciudadanía: el de la inseguridad ciudadana”.
¿Saben cuáles son los países del mundo que tienen menos criminalidad joven? Son Noruega, Suecia, Dinamarca, que tienen menos de un homicidio cada cien mil habitantes por año. En América Latina tenemos 26 homicidios cada cien mil habitantes por año, y en el Salvador 70 homicidios cada cien mil habitantes por año. ¿Cómo lo lograron los países nórdicos? ¿En base a aumentar el número de patrulleros en la calle y las alarmas eléctricas y a hacer penas más severas? No. Son los países que tienen la menor cantidad de policías por habitante. O sea: la inversión en fuerzas de seguridad es la menor en todo el planeta. Lo lograron en base a la inclusión social universal de los jóvenes. No es una tentación el delito porque todos los jóvenes, amparados por la sociedad –incluyendo las empresas privadas–, pueden terminar desde el preescolar hasta un posgrado. Todos los jóvenes tienen el derecho asegurado y protección total en materia de salud.
Si se apoya a la familia para que no se desarticule, baja la pobreza. La familia es la principal proveedora de educación antidelincuencia en la sociedad a través de los ejemplos diarios. Estas acciones son las que producen resultados en el mediano y largo plazo y hacen bajar la delincuencia. Entonces, como decía El Principito, está allí, a la vista.”
Para poder insertarse en el mercado de trabajo formal hay que tener por lo menos doce años de escolaridad. Se muestra estadísticamente que con menos de una secundaria completa hoy las empresas, con razón, en el siglo XXI en un mundo tecnológico tan avanzado, no aceptan siquiera mano de obra para salidas menores no calificadas y resulta que ahí hay un cuello grande. Porque el 50 por ciento de los jóvenes en la mayor parte de América Latina no terminaron el colegio secundario. No porque les falte cultura de estudio, sino porque la pobreza está ahí presente en el 34 por ciento de la población.
“Hoy las cifras siguen siendo muy lejanas a lo que se necesita. Resulta que de cada tres chicos pobres sólo uno termina la secundaria. Y sin secundaria van a ser marginales. El tema central es el acceso a la educación y el acceso al trabajo. Esos son los temas estratégicos centrales. Si no se resuelve la atención a los jóvenes, va a haber niveles de conflictividad altísimos y es de mirada muy corta ver cómo se desarrolla este drama. Que es drama para toda la ciudadanía: el de la inseguridad ciudadana”.
¿Saben cuáles son los países del mundo que tienen menos criminalidad joven? Son Noruega, Suecia, Dinamarca, que tienen menos de un homicidio cada cien mil habitantes por año. En América Latina tenemos 26 homicidios cada cien mil habitantes por año, y en el Salvador 70 homicidios cada cien mil habitantes por año. ¿Cómo lo lograron los países nórdicos? ¿En base a aumentar el número de patrulleros en la calle y las alarmas eléctricas y a hacer penas más severas? No. Son los países que tienen la menor cantidad de policías por habitante. O sea: la inversión en fuerzas de seguridad es la menor en todo el planeta. Lo lograron en base a la inclusión social universal de los jóvenes. No es una tentación el delito porque todos los jóvenes, amparados por la sociedad –incluyendo las empresas privadas–, pueden terminar desde el preescolar hasta un posgrado. Todos los jóvenes tienen el derecho asegurado y protección total en materia de salud.
Si se apoya a la familia para que no se desarticule, baja la pobreza. La familia es la principal proveedora de educación antidelincuencia en la sociedad a través de los ejemplos diarios. Estas acciones son las que producen resultados en el mediano y largo plazo y hacen bajar la delincuencia. Entonces, como decía El Principito, está allí, a la vista.”
Finalmente, Kliksberg diferenció la criminalidad joven del delito organizado. “Al crimen organizado al que aplicarle el máximo peso de la ley, como las bandas del narcotráfico o las que hacen secuestros, entre otras. Pero la delincuencia joven que está creciendo debe ser analizada desde el punto de vista de las opciones reales que se están ofreciendo en esta sociedad.” Una voz autorizada para un debate que suele quedarse a mitad de camino.
Para pensar un poco
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