De tal palo, tal astilla: violencia y discriminación en la escuela
Datos preocupantes
por Ivana Fischer
Periodista
Datos preocupantes
por Ivana Fischer
Periodista
Lamentablemente, para muchos, la agresión “es la única respuesta”. Hoy se está proyectando, en las instituciones educativas argentinas, lo que ocurre aulas afuera. “La escuela no es ajena a la realidad del país: es una caja de resonancia que absorbe las tensiones y los conflictos exteriores”, reconoce la especialista en Educación de UNICEF Argentina, Elena Duro.
Burlas, maltratos y hostigamientos son más frecuentes en escuelas privadas; en los establecimientos públicos, se observan más peleas. Estos datos alarmantes, se los mire por donde se los mire, surgen de una investigación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Si bien la investigación abarcó sólo a escuelas públicas y privadas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, esta realidad se puede vislumbrar también en el interior de nuestro país, aunque quizá no con la misma magnitud.
La violencia verbal es diaria. “Los chicos naturalizan los insultos como forma de comunicación, al igual que los comentarios discriminatorios, ya sea por color de piel, por religión, por ser inmigrante (chinos, bolivianos, paraguayos), por referencias musicales o de vestimenta, lo cual genera rivalidades que, muchas veces, terminan en disputas resueltas mediante la agresión física”, indican.
Además, en el relevamiento, se enfatiza en que “las problemáticas vinculadas a conflictos entre alumnos como burlas, maltrato, hostigamiento, discriminación, humillaciones, padecimiento de actitudes crueles resultan más frecuentes en los alumnos de nivel económico social alto”.
¿Qué modelos de vida les estamos dando a nuestros hijos? ¿Qué tipo de personas queremos formar? ¿Está, en nuestros planes, educarlos para que sean hombres y mujeres de bien, o, con nuestras conductas y ejemplos, sólo logramos fomentar en ellos la segmentación?
Nuestros comportamientos inadecuados y negativos (repulsivos, agresivos, coercitivos, autoritarios...) no sólo son observados por nuestros hijos, sino también aprendidos. Lo mismo ocurre con nuestras conductas adecuadas y positivas.
El niño observa nuestra manera de responder a las diferentes situaciones, nuestra manera de comunicarnos, nuestras prioridades, nuestros valores, nuestras actitudes... así como las consecuencias de todo ello, y van aprendiendo comportamientos, a responder de determinadas formas ante determinados estímulos. Así, por ejemplo, si el niño observa cómo su padre consigue sus objetivos gritando a los demás, es muy probable que, cuando quiera conseguir algo, lo pida a gritos y, si tiene éxito, volverá a repetir su conducta, fortaleciéndola cada vez más...
Es común que docentes se quejen de que, dentro de las instituciones educativas, se sienten “atrapados” en medio del fuego cruzado de la violencia verbal y no verbal, del triunfo del espectáculo y el griterío sobre el esfuerzo y el estudio. Algunos lo contextualizan: "Los alumnos son tan ingobernables como los hijos. Los problemas de disciplina que se suscitan en la escuela son los mismos que ocurren en las casas", e incluso padres coinciden con profesores y maestros: "los alumnos hacen lo que quieren en casa".
Los docentes comentan que “se acostumbran” al maltrato psicológico porque “la violencia verbal prolifera en las aulas”. Los alumnos la consideran un modo de relación normal. No la ven como lo que es: una agresión.
“Si no levantás las notas, te mando a una escuela pública. Vas a terminar barriendo calles”. Esta aseveración de un progenitor a su hijo adolescente duele, pero es una “amenaza bastante común” entre los que “deciden” enviar a sus hijos a una “privada”.
Aquí también hay que hacer una salvedad, ya que la mayoría de las escuelas privadas reciben subsidios estatales, sea a través de exenciones de impuestos para las instituciones educacionales sin fines de lucro, becas, subsidios directos y capacitación o actualización de habilidades para maestros.
Vemos que la brecha social se acrecienta, y no solo en la escolaridad. Gran culpa de esto la tienen los gobiernos, por la histórica falta de presupuesto destinado a la educación, el desgaste de la escuela pública, para, así, acometer una reforma privatizadora; por otro lado, hay que responsabilizar al conjunto de administraciones que no ha sabido o no ha querido transmitir a la sociedad un modelo claro de escuela pública.
Los padres deben involucrarse en la educación de sus hijos, dentro y fuera del aula, y no solo para que aprenda matemáticas, geografía, idiomas, historia, ciencias…, sino también para que aprenda ética y valores, particularmente que forme un juicio, de modo que él mismo pueda crear sus propios valores en un contexto social-constructivo y utilitario. Dejarle esto al gobierno implica una catástrofe, y dejárselo a las empresas (instituciones privadas puras) es igual o peor. No queda nadie más que nosotros mismos para rectificar el paso.
Vuelvo sobre la petición del docente, que se lamentan de la situación: “Hemos perdido el apoyo de la sociedad. Para muchos, el profesor es poco más que 'aquel individuo indeseable que tiene muchas más vacaciones que yo'. Los padres de hoy día lo cuestionan todo. Nos traen a sus hijos y quieren un resultado. Pero, al mismo tiempo, no confían en nosotros". La “indisciplina” actual (agresión verbal, que incluye insultos, amenazas, discriminación, sobrenombres; agresiones físicas que abarca manoseos, toqueteos y empujones, hurtos, violencia con la infraestructura escolar, etc.), sin la “complicidad” de los padres, es muy difícil de combatir.
Fuente: San Pablo on Line
Burlas, maltratos y hostigamientos son más frecuentes en escuelas privadas; en los establecimientos públicos, se observan más peleas. Estos datos alarmantes, se los mire por donde se los mire, surgen de una investigación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Si bien la investigación abarcó sólo a escuelas públicas y privadas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, esta realidad se puede vislumbrar también en el interior de nuestro país, aunque quizá no con la misma magnitud.
La violencia verbal es diaria. “Los chicos naturalizan los insultos como forma de comunicación, al igual que los comentarios discriminatorios, ya sea por color de piel, por religión, por ser inmigrante (chinos, bolivianos, paraguayos), por referencias musicales o de vestimenta, lo cual genera rivalidades que, muchas veces, terminan en disputas resueltas mediante la agresión física”, indican.
Además, en el relevamiento, se enfatiza en que “las problemáticas vinculadas a conflictos entre alumnos como burlas, maltrato, hostigamiento, discriminación, humillaciones, padecimiento de actitudes crueles resultan más frecuentes en los alumnos de nivel económico social alto”.
¿Qué modelos de vida les estamos dando a nuestros hijos? ¿Qué tipo de personas queremos formar? ¿Está, en nuestros planes, educarlos para que sean hombres y mujeres de bien, o, con nuestras conductas y ejemplos, sólo logramos fomentar en ellos la segmentación?
Nuestros comportamientos inadecuados y negativos (repulsivos, agresivos, coercitivos, autoritarios...) no sólo son observados por nuestros hijos, sino también aprendidos. Lo mismo ocurre con nuestras conductas adecuadas y positivas.
El niño observa nuestra manera de responder a las diferentes situaciones, nuestra manera de comunicarnos, nuestras prioridades, nuestros valores, nuestras actitudes... así como las consecuencias de todo ello, y van aprendiendo comportamientos, a responder de determinadas formas ante determinados estímulos. Así, por ejemplo, si el niño observa cómo su padre consigue sus objetivos gritando a los demás, es muy probable que, cuando quiera conseguir algo, lo pida a gritos y, si tiene éxito, volverá a repetir su conducta, fortaleciéndola cada vez más...
Es común que docentes se quejen de que, dentro de las instituciones educativas, se sienten “atrapados” en medio del fuego cruzado de la violencia verbal y no verbal, del triunfo del espectáculo y el griterío sobre el esfuerzo y el estudio. Algunos lo contextualizan: "Los alumnos son tan ingobernables como los hijos. Los problemas de disciplina que se suscitan en la escuela son los mismos que ocurren en las casas", e incluso padres coinciden con profesores y maestros: "los alumnos hacen lo que quieren en casa".
Los docentes comentan que “se acostumbran” al maltrato psicológico porque “la violencia verbal prolifera en las aulas”. Los alumnos la consideran un modo de relación normal. No la ven como lo que es: una agresión.
“Si no levantás las notas, te mando a una escuela pública. Vas a terminar barriendo calles”. Esta aseveración de un progenitor a su hijo adolescente duele, pero es una “amenaza bastante común” entre los que “deciden” enviar a sus hijos a una “privada”.
Aquí también hay que hacer una salvedad, ya que la mayoría de las escuelas privadas reciben subsidios estatales, sea a través de exenciones de impuestos para las instituciones educacionales sin fines de lucro, becas, subsidios directos y capacitación o actualización de habilidades para maestros.
Vemos que la brecha social se acrecienta, y no solo en la escolaridad. Gran culpa de esto la tienen los gobiernos, por la histórica falta de presupuesto destinado a la educación, el desgaste de la escuela pública, para, así, acometer una reforma privatizadora; por otro lado, hay que responsabilizar al conjunto de administraciones que no ha sabido o no ha querido transmitir a la sociedad un modelo claro de escuela pública.
Los padres deben involucrarse en la educación de sus hijos, dentro y fuera del aula, y no solo para que aprenda matemáticas, geografía, idiomas, historia, ciencias…, sino también para que aprenda ética y valores, particularmente que forme un juicio, de modo que él mismo pueda crear sus propios valores en un contexto social-constructivo y utilitario. Dejarle esto al gobierno implica una catástrofe, y dejárselo a las empresas (instituciones privadas puras) es igual o peor. No queda nadie más que nosotros mismos para rectificar el paso.
Vuelvo sobre la petición del docente, que se lamentan de la situación: “Hemos perdido el apoyo de la sociedad. Para muchos, el profesor es poco más que 'aquel individuo indeseable que tiene muchas más vacaciones que yo'. Los padres de hoy día lo cuestionan todo. Nos traen a sus hijos y quieren un resultado. Pero, al mismo tiempo, no confían en nosotros". La “indisciplina” actual (agresión verbal, que incluye insultos, amenazas, discriminación, sobrenombres; agresiones físicas que abarca manoseos, toqueteos y empujones, hurtos, violencia con la infraestructura escolar, etc.), sin la “complicidad” de los padres, es muy difícil de combatir.
Fuente: San Pablo on Line
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